(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)
29-08-61.-
Más allá
de los pocos chalets diseminados y de las granjas, hay un sendero que atraviesa
los prados y las alambradas de púas; antes de que descienda, se aprecia una
espléndida vista de las montañas con sus nieves y glaciares, del valle y del
pequeño poblado con gran número de tiendas. Puede verse desde allí el origen de
uno de los torrentes y los oscuros cerros cubiertos de pinares; las líneas de
estos cerros contra el cielo del atardecer eran magnificas y parecían expresar
infinidad de cosas. Era una bella tarde; no se había visto ni una nube durante
todo el día, y ahora la pureza del cielo y de las sombras era sobrecogedora y
era un deleite la luz del anochecer. El sol estaba descendiendo detrás de los
cerros, y estos derramaban sus grandes sombras a través de otros cerros y
prados. Al cruzar otro campo de hierba, el sendero bajaba algo empinadamente y
se unía a un camino más grande y ancho que penetraba en los montes. En ese
camino no había nadie, se hallaba desierto y en los montes había un gran
silencio excepto por el torrente que pareció más ruidoso antes de apaciguarse
para la noche. Había allí altos pinos y el aire estaba perfumado. Súbitamente,
al dar el sendero una vuelta a través de un túnel de árboles, había un sector
de césped y un pedazo recién cortado de madera de pino con el sol de la tarde
sobre él. Era algo sobrecogedor en su intensidad y su júbilo. Uno lo vio y
desaparecieron el tiempo y el espacio; sólo existía ese sector de luz y nada
más. No era que uno se hubiera vuelto esa luz o que uno se identificara con esa
luz; las agudas actividades del cerebro se habían detenido y todo el ser estaba
ahí con esa luz… Los árboles, el sendero, el ruido del torrente habían
desaparecido por completo, lo mismo que las quinientas y más yardas que
separaban la luz del observador. ‘El observador’ había cesado y la intensidad
de ese trozo de sol crepuscular era la luz de todos los mundos… Esa luz era
todo el cielo y esa luz era la mente(1).
La
mayoría de las personas niega ciertas cosas fáciles y superficiales; otros van
más lejos en su negación y están aquellos que niegan totalmente. Negar(2)
ciertas cosas es comparativamente fácil: la iglesia y sus dioses, la autoridad
y el poder de quienes la tienen, el político y sus métodos, etc. Uno puede
llegar bastante lejos en la negación de cosas que aparentemente carecen de
importancia, las relaciones, los absurdos de la sociedad, la concepción de la
belleza que establecen los críticos y aquellos que dicen que saben. Uno puede
descartar todo esto y quedarse solo, solo no en el sentido de aislamiento y
frustración, sino solo porque uno ha visto el significado de todo esto y
eventualmente se ha apartado de ello sin ningún sentimiento de superioridad.
Esas cosas se han terminado, están muertas y uno no vuelve a ellas. Pero ir hasta el mismo fin de la negación(3) es
un asunto completamente distinto; la esencia de la negación es la libertad en
soledad. Pero son pocos los que llegan tan lejos y hacen pedazos todo refugio
psicológico, toda fórmula, toda idea, todo símbolo, quedando incólumes,
desnudos e inocentes. Pero qué necesario es negar…; negar sin procurar obtener
algo, negar sin la amargura de la experiencia y la esperanza del conocimiento.
Negar y quedarse solo, sin mañana, sin un futuro.
La tormenta de la
negación es la desnudez total. Es esencial que uno permanezca solo, sin
estar comprometido con ningún curso de acción, con ninguna conducta en
particular, con ninguna experiencia, porque solamente esto libera a la
conciencia de la esclavitud del tiempo. Así, toda forma de influencia es
comprendida y negada, lo cual impide que el pensamiento transcurra en el
tiempo. La negación del tiempo es la esencia de la intemporalidad.
Negar
el conocimiento, la experiencia, lo conocido, es invitar a ‘lo desconocido’. La
negación es explosiva; no es un asunto de ideas, algo intelectual con lo que el
cerebro pueda jugar. En el mismo acto de negar hay energía, la energía de la
comprensión; y esta energía no es dócil, no puede ser domeñada por el temor o
por la conveniencia. La negación es destructiva, no repara en las
consecuencias; no es una reacción y, por tanto, no es el opuesto de la
afirmación. Afirmar que algo existe o que no existe, es continuar en la
reacción, y ‘la reacción no es negación’. La negación no escoge y, por
consiguiente, no es el resultado del conflicto. La opción es conflicto, y el
conflicto es inmadurez. Ver la verdad como verdad, lo falso como falso y la
verdad en lo falso, es el acto de la negación. Es un acto y no una idea. La
total negación del pensamiento, de la idea y la palabra trae libertad con
respecto a lo conocido; con la total negación del sentimiento, de las emociones
y sensaciones, hay amor. El amor está más allá y por encima del pensamiento y
del sentimiento. La total negación de lo conocido es la esencia de la libertad.
Al
despertar temprano esta mañana, faltando aún muchas horas para el amanecer, la
meditación estaba más allá de las respuestas del pensamiento; era una saeta que
penetraba en lo desconocido y el pensamiento no podía seguirla. Y llegó el alba
para alegrar el cielo, y tan pronto como el sol tocó las cumbres más altas,
había esa inmensidad cuya pureza está más allá del sol y de las montañas.
1-
La mente: Aquí la
palabra “mente” la emplea K. como sinónimo de Luz eterna, mente absoluta e
indivisa, en contraposición de ‘cerebro’ o ‘mente cerebral’, es decir, el
confinado espacio de la mente donde se produce el pensamiento y todas sus
actividades en el área de “lo conocido”.
2-
Negar: Una de las definiciones de “negar”
según el diccionario es: “Dejar de
reconocer una cosa, no admitir su existencia”. La “negación” es, para K.,
el proceso de conciencia necesario para la Libertad. Negar el tiempo
psicológico (pasado y futuro) es conciencia del ‘Ahora eterno’, y esto es
destrucción del ‘yo’ (el falso centro limitado) por que el ‘ego’ funciona en el
tiempo, el ego es devenir... Pero la negación
es un proceso que solamente sucede en la “madurez”, es decir, sin esfuerzo.
3-
‘Negación’ es destrucción, desilusión (un
‘ir desechando’), es extinción (del tiempo psicológico) y por lo tanto del
pensamiento mecánico (el pensar dentro del campo de ‘lo conocido’). La
“negación total”, o culminación del proceso de ‘nagación’ es nirvana.
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