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martes, 30 de diciembre de 2014

La compasión de los Budas: La fragancia de la meditación



            Bodhisattva es un concepto muy bello en el Budismo. Bodhisattva significa alguien que se ha vuelto un Buda pero está aún manteniéndose a sí mismo en el mundo del tiempo y el espacio, para ayudar a otros. Bodhisattva significa “esencialmente un Buda”; está listo para abandonarse y desaparecer, está listo para entrar en nirvana. No queda nada por resolver, todos los problemas están resueltos. No tiene ninguna necesidad de estar aquí, pero aún está aquí. No hay más nada que aprender aquí, pero aún está aquí. Y se mantiene en forma de cuerpo, en forma de mente –mantiene toda ‘la escalera’. Se ha ido más allá, pero conserva toda la escalera -para ayudar, por compasión.

            Se cuenta la historia de que Buda llegó a las puertas de lo Supremo, nirvana. Las puertas estaban abiertas, los ángeles danzaban y cantaban para recibirle –porque en millones de años sucede muy raramente que un humano llegue a ser un Buda. Esas puertas se abren y, naturalmente, ese día es un gran día de celebración. Todos los Budas anteriores se habían reunido, y había gran regocijo, y se derramaban flores, y se tocaba música, y todo estaba decorado –era un día de celebración.
            Pero Buda no entró por la puerta. Y los Budas más antiguos, todos con las manos enlazadas, le pedían, le rogaban que entrase; “¿Por qué estás allí afuera?” Y se cuenta que Buda dijo:

A no ser que todos los demás que vienen detrás de mí, entren, yo no entraré. Me quedaré fuera, porque una vez que entre desapareceré. Entonces no podré ayudar a toda esta gente. Veo millones de personas tropezando y buscando a tientas en la oscuridad. Yo mismo he estado buscando a tientas de la misma forma durante millones de vidas… Me gustaría darles mi mano. Cerrad la puerta, por favor. Cuando todo el mundo haya venido, yo mismo llamaré, entonces podréis recibirme”.

            Una bella historia…

            A eso se le llama estado de ‘Bodhisattva’ – el que está listo para desaparecer pero aún se mantiene – en cuerpo, en mente, en el mundo, en el tiempo y el espacio – para ayudar a otros.

            Buda dice: La meditación es suficiente para solucionar todos tus problemas, pero le falta algo: ‘compasión’. Si también está allí la compasión, entonces puedes ayudar a otros a resolver sus problemas. El dice: La meditación es oro puro; es perfecta en sí misma; pero si hay compasión entonces el oro tiene además una fragancia. Por sí mismo, el oro ya es suficiente –muy valioso- pero con compasión la meditación tiene fragancia…



Del libro: “El Sutra del Corazón”, de Osho.
(Página 31 y 32. Primera edición, Editorial Mutar)






viernes, 26 de diciembre de 2014

“Ver” sin el pensamiento




19-06-1961.- (Diario N°1 de Krishnamurti)

(…) ¿Hay amor y belleza dentro del cerco del pensamiento? ¿Hay belleza cuando hay pensamiento? La belleza y el amor ‘conocidos por el pensamiento’ son los opuestos de la fealdad y el odio. (Pero) “la belleza” (verdadera) no tiene opuesto, ni lo tiene el amor.
Ver sin el pensamiento, sin la palabra, sin la respuesta de la memoria, es por completo diferente del ver con el pensamiento y el sentimiento. Lo que uno ve con el pensamiento es superficial; entonces el ver es tan sólo parcial. Esto no es ‘ver’ en absoluto. El ‘ver total’ es el ver sin el pensamiento. Ver una nube sobre una montaña sin el pensamiento y sus respuestas, es el milagro de lo nuevo; ello no es «hermoso» (como suele ser la expresión del pensamiento), es algo explosivo en su inmensidad; es algo que nunca ha sido y que ya jamás será.
Para “ver”, para “escuchar” es preciso que toda la conciencia esté quieta a fin de que la destructiva creación pueda ser… Ello es la totalidad de la vida y no el fragmento que implica todo pensar. No hay «belleza» (como opuesto de fealdad), sino sólo una nube sobre la montaña; eso es ‘creación’.
El sol poniente tocaba las cimas de las montañas…, brillante, sobrecogedor, y la tierra estaba silenciosa. Sólo existía el color y no los diferentes colores; sólo existía el escuchar y no los múltiples sonidos.
Esta mañana, al despertar tarde cuando ya el sol avanzaba sobre los cerros, ahí estaba ‘esa bendición’ como una luz resplandeciente; parecía tener su propia fuerza y su propio poder. Igual que el distante murmullo de las aguas de un río, prosigue una actividad que no es del cerebro con sus voliciones y engaños, sino una actividad que es la intensidad misma…



martes, 23 de diciembre de 2014

El abandono del egocentrismo y el ‘ser’ y el ‘conocer’ desde el vacío


18 de agosto de 1961. (DiarioN°1 de Krishnamurti).

Había estado lloviendo la mayor parte de la noche y el tiempo se había vuelto muy frío; sobre los más altos cerros y montañas se veía nieve fresca en cantidad. Y también soplaba un viento cortante. Los prados florecidos tenían un brillo extraordinario y el color verde era sorprendente. Y también había llovido casi todo el día y sólo hacia las últimas horas de la tarde comenzó a aclarar y el sol apareció entre las montañas. Caminábamos a lo largo de un sendero que llevaba de un pueblo a otro, un sendero que serpenteaba en torno de granjas entre fértiles prados verdes. Los postes que sostienen los pesados cables eléctricos se destacaban impresionantes contra el cielo crepuscular; al contemplar estas imponentes estructuras de acero en contraste con las veloces nubes, se advertía un sentido de belleza y poder. Cruzamos un puente de madera, y el torrente lleno, engrosado por toda esta lluvia, se deslizaba veloz con una energía y una fuerza que sólo poseen los torrentes de la montaña. Mirando a uno y otro lado del torrente estrechamente encajonado entre apretados grupos de rocas y árboles, uno percibía el movimiento del tiempo -pasado, presente y futuro; el puente era el presente y toda la vida pasaba y bullía a través del presente. Pero más allá de todo esto, a lo largo de esa vereda fangosa bañada por la lluvia, estaba «lo otro» [otherness], un mundo que jamás podría ser tocado por el pensamiento humano, por sus actividades y sus inacabables infortunios. Este mundo no era el producto de la esperanza ni de la creencia. Uno no era del todo consciente de ello en ese momento, había demasiadas cosas para observar y sentir, demasiada fragancia para oler; las nubes, el sol entre las montañas, y más allá el pálido cielo azul, y la luz del crepúsculo sobre los prados centelleantes; el olor de los establos y las flores rojas alrededor de las granjas. «Lo otro» estaba ahí abarcándolo todo sin pasar por alto ni la cosa más insignificante; y mientras uno permanecía despierto en la cama, «eso» advino llenando a borbotones la mente y el corazón. Entonces uno fue consciente de su belleza sutil, de la pasión y el amor de ello. No el amor que se guarda en imágenes como una reliquia, no el amor evocado por los símbolos, los cuadros y las palabras, ni el que está embozado tras de los celos y la envidia, sino aquel amor que está ahí, liberado de cualquier pensamiento y sentimiento, un movimiento circular, eterno, cuya belleza se revela en el abandono de la pasión egocéntrica. La pasión de esa belleza no existe si no hay austeridad. La austeridad no pertenece a la mente, no es una cosa que pueda obtenerse mediante un esmerado sacrificio, por la represión o la disciplina. Todo esto debe cesar naturalmente, porque estas cosas no tienen significado alguno para «lo otro». ‘Ello’ advino inundándolo a uno con su inmensurable caudal. Este amor no tenía centro ni periferia y era tan completo, tan invulnerable que no había en él imagen alguna y, por lo tanto, era por siempre indestructible.
Nosotros siempre miramos desde afuera hacia adentro; desde el conocimiento proseguimos hacia ulteriores conocimientos, siempre sumando, y el mismo restar es otro modo de sumar. Y nuestra conciencia está formada por miles de recuerdos y reconocimientos; somos conscientes de la hoja que tiembla, de la flor, de ese hombre que pasa, del niño que cruza corriendo por el campo; conscientes de la rosa, del torrente, de la brillante flor roja y del mal olor que proviene de un chiquero. Desde este recordar y reconocer, a partir de las respuestas externas tratamos de tornarnos conscientes con respecto a las interioridades ocultas, a los impulsos y motivos más hondos; exploramos más y más adentro en las vastas profundidades de la mente. Todo este proceso de retos y respuestas, todo este movimiento del experimentar y reconocer las actividades ocultas y las manifestadas, todo esto es la conciencia atada al tiempo. La copa no es solamente la forma, el color, el diseño, sino que es también ese vacío que hay dentro de la copa. La copa es el vacío retenido dentro de una forma; sin ese vacío no habría copa ni forma. Nosotros conocemos la conciencia por los signos externos, por sus limitaciones de altura y profundidad, de pensamiento y sentimiento. Pero todo esto es la forma exterior de la conciencia: por lo exterior tratamos de encontrar lo interno.
¿Es esto posible? Las teorías y especulaciones carecen de significación; de hecho, impiden todo descubrimiento. Partiendo de lo exterior tratamos de encontrar lo interno, desde lo conocido exploramos con la esperanza de encontrar lo desconocido. ¿Es posible investigar desde lo interno hacia lo externo? Conocemos el instrumento que investiga a partir de lo externo, pero ¿existe un instrumento que, desde lo desconocido, pueda investigar en lo conocido? ¿Existe? ¿Y cómo podría existir? No puede. Si lo hubiera seria reconocible, y si es reconocible está dentro del área de lo conocido.
Esa extraña bendición llega cuando quiere, pero con cada visita hay, muy en lo profundo, una transformación; ello jamás es lo mismo.
‘El proceso’ continúa, a veces suave y a veces agudo.





miércoles, 17 de diciembre de 2014

El azul de todos los cielos… (Krishnamurti)



16 de agosto de 1961. (Diario N°1 de Krishnamurti).

Había un retazo de cielo azul entre dos vastas, interminables nubes; era un azul claro, sobrecogedor por lo suave y penetrante. Sería absorbido en unos pocos minutos y desaparecería para siempre. Ningún cielo de un azul así se vería jamás otra vez. Había estado lloviendo la mayor parte de la noche y de la mañana, y había nieve fresca en las montañas y sobre los altos cerros. Y los prados estaban más verdes y fértiles que nunca, pero ese pequeño retazo de límpido cielo azul ya jamás volvería a verse. En ese pequeño retazo estaba la luz de todo el firmamento y el azul de todos los cielos… Mientras uno lo observaba su forma empezó a cambiar y las nubes se agolpaban para cubrirlo a fin de que no fuera demasiado visible. Desapareció para no aparecer ya nunca más. Pero había sido visto y el prodigio de ello persiste.
En ese momento, mientras uno descansaba sobre el sofá, y las nubes iban conquistando el azul, de una manera totalmente inesperada llegó ‘esa bendición’ con su pureza e inocencia. Llego en abundancia y colmó el aposento hasta que el aposento y el corazón no pudieron retenerla más; su intensidad era peculiarmente abrumadora y penetrante, y su belleza cubría la tierra entera. El sol resplandecía sobre un sector de brillante color verde y los oscuros pinos estaban quietos e indiferentes.
Esta mañana -era muy temprano, faltaba un par de horas para la llegada del alba-, al despertar con ojos que el sueño ha abandonado, había “una alegría insondable” de la cual uno era lúcidamente consciente; no tenía causa ni había tras de ella sentimentalismo, entusiasmo o alguna extravagancia emocional; era clara, simple alegría, incontaminada y rica, pura e intangible. No estaba basada en pensamiento o razón alguna, y uno jamás podría comprender esa alegría porque ella no tenía causa. Esta alegría, este júbilo manaba de la totalidad del propio ser, y el ser estaba absolutamente vacío. Tal como un torrente de agua se derrama por la ladera de una montaña, naturalmente y bajo presión, así se derramaba esta alegría en gran abundancia, viniendo desde ninguna parte y yendo hacia ninguna parte, pero el corazón y la mente ya nunca volverían a ser los mismos. En el momento en que esta alegría estallaba hacia afuera, uno no era consciente de su cualidad; ello sucedía y su naturaleza habría de revelarse, probablemente, en el tiempo, y el tiempo no podría medirla. El tiempo es mezquino y no puede pesar la plenitud.
El cuerpo ha estado un poco frágil y vacío, pero en la noche pasada y esta mañana ‘el proceso’(1) ha sido agudo, aunque sin mucha duración.




1-      El proceso’: Se refiere a los dolores crónicos que K. sentía en su cuerpo como parte de una preparación de su vehículo para que pueda expresarse a través del mismo el Cristo-Maitreya.




Más allá de ‘lo conocido’…


(“Diario N°1”, de Krishnamurti)

15 de agosto de 1961.

Caminando cerca del torrente y con las montañas entre las nubes, había momentos de intenso silencio, como los brillantes retazos de cielo azul que dejan las nubes al separarse. Era un atardecer frío, cortante, con una brisa que venía del norte. La creación(1) no es para ‘el talentoso’, para ‘el dotado’, ellos sólo conocen la creatividad pero nunca la creación. La creación está más allá del pensamiento y de la imagen, más allá de la palabra y la expresión. No es para ser comunicada porque no puede formularse, no puede envolverse en palabras. Puede sentirse en estado de completa y lúcida atención. No es posible utilizarla y exhibirla en el mercado para que se la regatee y se la venda.
La creación no puede ser comprendida por el cerebro con sus complicadas variedades de respuestas. El cerebro no tiene modo de entrar en contado con ella; es absolutamente incapaz. El conocimiento es un obstáculo, y sin el conocimiento de uno mismo la creación no puede existir. El intelecto, ese agudo instrumento del cerebro, no puede en modo alguno aproximársele. El cerebro total, con sus ocultas urgencias secretas y sus empeños, con sus múltiples variedades de astutas virtudes, debe hallarse completamente silencioso, mudo, pero sin embargo alerta y sereno. La creación no es hornear pan o escribir un poema. Toda actividad del cerebro debe cesar, voluntaria y fácilmente, sin conflicto ni dolor. No debe haber ni sombra de conflicto e imitación. Entonces existe el asombroso movimiento llamado creación. Este sólo puede tener existencia en la negación total; no puede existir en el paso del tiempo, ni el espacio puede abarcarlo. Debe haber muerte completa, destrucción total para que la creación sea.
Esta mañana; al despertar, había completo silencio externa e internamente. El cuerpo, y el cerebro que mide y pesa, estaban quietos, en un estado de inmovilidad, aunque ambos se hallaban activos y altamente sensibles. Y tan silenciosamente como llega el alba, vino desde alguna parte muy íntima y profunda, esa fuerza con su energía y su pureza. Parecía no tener raíces ni causa, pero no obstante estaba ahí, intensa y sólida, con una profundidad y una altura inmensurables. Permaneció por algún tiempo del reloj y desapareció, como la nube desaparece detrás de la montaña. Cada vez hay algo «nuevo» en esta bendición, una «nueva» cualidad, un «nuevo» perfume y, sin embargo, ella es inmutable. Es totalmente incognoscible.
El proceso’ fue agudo por un rato pero ahora prosigue de una manera benigna. Todo es muy extraño e impredecible.



1-      La creación: Esta palabra es empleada por K. como aquella actividad que no proviene del  yo psicológico, de la memoria, de lo conocido. ‘Creación’ es tomada aquí como lo que surge de la inmensidad, de lo desconocido, de la ‘esencia’.




miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sensibilidad a lo innominable…



Lee sin el intelecto…, lee con el corazón…


13 de agosto de 1961. (Del “Diario N°1”,  de Krishnamurti)

Tal como el sendero que sube por la montaña jamás puede contener toda la montaña, así esta inmensidad no es la palabra. Y, sin embargo, mientras uno subía por la ladera de la montaña, con el pequeño torrente corriendo al pie de la misma, ahí estaba esta increíble, innominable inmensidad que colmaba la mente y el corazón; y cada gota de agua sobre la hoja o sobre la brizna de hierba resplandecía con esa inmensidad.
Había estado lloviendo toda la noche y toda la mañana, con el cielo cargado de densas nubes, y ahora el sol se dejaba ver sobre los altos cerros y había sombras en las verdes e inmaculadas praderas cubiertas de flores. El pasto estaba muy húmedo y el sol brillaba sobre las montañas. En lo alto de ese sendero había encantamiento; ahora conversábamos y entonces parecía que en modo alguno [omitida una palabra] la belleza de esa luz ni la simple paz que hay en el campo. La bendición de esa inmensidad estaba ahí y había júbilo.
Mientras caminábamos en esta mañana, de nuevo estaba ahí esa impenetrable fuerza cuyo poder es bendición. Uno estaba despierto a ello y el cerebro lo advertía sin ninguna de sus respuestas. Eso hacia que el claro cielo y las Pléyades fueran increíblemente bellos. Y el temprano sol sobre la montaña con su nieve, era la luz del mundo… Durante la plática(1) estaba ahí, intangible y puro, y por la tarde entró en la habitación con la velocidad de un relámpago y desapareció. Pero en alguna medida está siempre aquí con esa extraña inocencia cuyos ojos jamás han sido tocados.
‘El proceso’ fue un poco agudo la noche pasada y mientras esto se escribe.


1-     Esa plática había estado dedicada a “la mente religiosa"



14 de agosto.

Aunque el cuerpo estaba fatigado después de la plática [de ayer] y de ver a la gente, sentado en el auto bajo el espacioso árbol tenía lugar una actividad profundamente extraña. No era una actividad que el cerebro con sus respuestas acostumbradas pudiera concebir o formular; eso estaba más allá de su alcance. Pero había una actividad, muy en lo profundo, que deshacía todo obstáculo. La naturaleza de esa actividad es imposible de expresar. Como hondas aguas subterráneas que se abren paso hacia la superficie, había una actividad que llegaba mucho más profundamente y más allá de toda conciencia.
Uno se da cuenta del aumento de sensibilidad del cerebro; el color, la figura, la línea, la forma total de las cosas se han vuelto más intensas y extraordinariamente vivas. Las sombras parecen tener una existencia propia de mayor profundidad y pureza. Era un quieto y bello atardecer; corría una brisa entre las hojas y el follaje del álamo temblón también se estremecía y danzaba. Un alto y recto tronco con una corona de flores blancas tocadas por un tenue color rosado, se erguía como un centinela junto al torrente de la montaña. El torrente era de oro al sol del ocaso y los montes se hallaban en hondo silencio; ni siquiera el paso de los automóviles parecía perturbarlos. Las montañas cubiertas de nieve estaban en profunda oscuridad; las densas nubes y los prados conocieron la inocencia.
La mente se hallaba mucho más allá de toda experiencia. Y el meditador, estaba silencioso.


sábado, 6 de diciembre de 2014

La mente silenciosa: el entrenamiento de la ‘sensibilidad’


                En su pueblo natal, las personas pensaban que Jesús era sólo ‘el hijo del carpintero’, José. Nadie, nadie pudo reconocer lo que le había sucedido a este hombre: que ya no era el hijo del carpintero, que se había transformado en ‘el hijo de Dios’. Se trata de un fenómeno interior. Y cuando Jesús declaró: “Yo soy el hijo de la divinidad, mi padre está en el cielo”, las personas rieron y dijeron: “O te has vuelto loco, o eres un tonto, o eres un hombre muy astuto. ¿Cómo el hijo de un carpintero puede volverse de repente el hijo de Dios?” Pero hay una manera…
            Sólo el cuerpo nace del cuerpo. El ser interior no nace del cuerpo, nace del espíritu santo, pertenece a la esfera de la divinidad. Pero primero tienes que entrenar los ojos para ver, tienes que entrenar tus oídos para escuchar.

“Quien tiene ojos para ver, que vea;
Quien tiene oídos para oír, que oiga”; decía Jesús.

            Comprender a Jesús es un asunto muy delicado; hace falta ‘un gran adiestramiento’ interior. (Por ejemplo) si de pronto uno escucha música clásica por primera vez, pensará: “¿qué diablo es esto?”. Es algo tan delicado que es imposible entenderla sin un largo entrenamiento previo. Tendremos que atravesar un aprendizaje de muchos, muchos años; sólo entonces nuestros oídos estarán capacitados para captar la sutileza de esta música, y entonces no habrá nada como la música clásica. A partir de entonces la música común de todos los días, ya no nos parecerá música; será puro ruido, y además tonta. Como vuestros oídos no están adiestrados, vivís con ese bullicio y pensáis que eso es música. Pero para la música clásica hacen falta oídos muy ‘aristocráticos’. Hace falta un entrenamiento, y cuanto más entrenados estéis, más sutilezas se volverán audibles. Pero la música clásica no es nada en comparación con Jesús, porque sus palabras son ‘música cósmica’. 
           Tienes que estar tan silencioso que no exista la menor fluctuación mental, que no haya el más mínimo movimiento en tu ser; sólo entonces podrás ‘escuchar’ a Jesús, podrás entender a Jesús, podrás conocerlo…


(Del libro: “La semilla de mostaza”, de Rajneesh)





“¿Quién soy yo?”


           
            Lo primero, el comienzo (de la búsqueda interior), es siempre la pregunta “¿Quién soy yo?”; y hay que seguir preguntando. Cuando preguntas por primera vez “¿Quién soy yo?”, el muladar (el primer centro o chakra) responderá: “¡Eres el cuerpo!”… ¡Qué tontería!... No hay necesidad de preguntar, ya lo sabes. Entonces el segundo centro (o chakra) dirá: “Eres sexualidad”. Luego el tercero dirá: “Eres un sueño de poder, un ego”; etcétera, etcétera.
            Recuerda; tienes que parar cuando no llegue ninguna respuesta, no antes. Si llega alguna respuesta, “Eres esto, eres esto”… entonces, ten bien presente que algún ‘centro’ te está dando la respuesta. Cuando los seis centros (desde el centro básico hasta el entrecejo) han sido atravesados y anuladas todas sus respuestas… y sigues preguntando “¿Quién soy yo?” y ninguna respuesta llega de ningún sitio, es silencio total. Tu pregunta resuena en ti: “¿Quién soy yo?”, y hay silencio, ninguna respuesta surge en ningún sitio, de ningún rincón. Estás absolutamente presente, absolutamente silencioso, y no hay ni siquiera una vibración. “¿Quién soy yo?”…, y solo silencio…; entonces sucede un milagro: ni siquiera puedes ya formular la pregunta. Las respuestas se han vuelto absurdas. Primero desaparecen las respuestas, luego la pregunta desaparece también –porque sólo pueden vivir juntas; son como las dos caras de una moneda…; si una se ha ido, la otra desaparecerá también. Primero desaparece la respuesta, luego desaparece la pregunta. Y con la desaparición de pregunta y respuesta, llegas a ‘darte cuenta’: esto es trascendental. ‘Sabes’, y sin embargo no puedes ‘decir’…; sabes, sin embargo no puedes articular palabra acerca de ello. Sabes desde tu ser quién eres, pero no puedes verbalizarlo. Es conocimiento de vida; no es escritura (no es una teoría), no es prestado, no es de otros… Ha brotado en ti…
            Y con este brote, eres un Buda. Y entonces comienzas a reírte porque llegas a saber que has sido un Buda desde el mismo comienzo; sólo que nunca habías mirado tan profundo. Estabas dando vueltas y vueltas alrededor de tu ser, nunca habías entrado en tu casa.



Del libro “El Sutra del corazón”, comentado por Rajneesh (Osho)





jueves, 4 de diciembre de 2014

La fragancia de la nada



            La nada es la fragancia del más allá. Es la apertura del corazón a lo trascendental. Es el despliegue del loto de los mil pétalos. Es el destino del hombre. El hombre solo está completo cuando ha llegado a esta fragancia, cuando ha llegado a esta “nada” absoluta dentro de su ser, cuando esta “nada” se ha extendido por todo su ser, cuando es sólo un cielo puro, sin nubes.
           
            Esta “nada” es lo que Buda llama ‘nirvana’ (1). En primer lugar tenemos que comprender lo que esta “nada” realmente es, porque no es sólo vacío –está llena, está rebosante. No pienses nunca, ni por un momento, que ‘la nada’ es un estado negativo, una ausencia, no. ‘La nada’ es simplemente “no cosa”. Las cosas desaparecen, sólo la sustancia última permanece. Las formas desaparecen, sólo lo sin forma, permanece.(2)
Las definiciones desaparecen, lo indefinido permanece.
            Así que no es que no haya nada en “la nada”. Significa simplemente que no hay posibilidad de definir lo que hay. Es como cuando sacas todos los muebles de tu casa y los dejas fuera. Y entra alguien y dice: “Aquí no hay nada ahora”… Había visto los muebles antes; ahora los muebles faltan y dice: “Aquí no hay nada”… Su afirmación es válida hasta cierto punto. En realidad, cuando sacas todos los muebles, simplemente quitas los obstáculos del espacio de la casa. Ahora existe un gran espacio, un espacio puro, ahora no hay nada que obstaculice. Ahora no hay ninguna nube rodando por el cielo(3); es sólo cielo. No es solo nada, es pureza. No es solo ausencia, es “una presencia”.


Del libro: “El Sutra del corazón” (sutra budista), comentado por Rajneesh.


1-      “Nirvana”, es un vocablo sánscrito que significa ‘extinción’, ‘disolución’. Es la extinción del ‘yo’, es decir, del pensamiento, ya que el yo es pensamiento.
2-      Los pensamientos también son “cosas”, o “formas” en el plano mental.
3-      La palabra “cielo” suele emplearse como símbolo del ‘ser absoluto’, de ‘la esencia pura e inmutable’; y la palabra “nubes” suele entenderse como “los pensamientos” que surcan el límpido cielo del ser. “Nirvana” es un cielo sin nubes.



Había una vez, un yogui…



(Un cuento narrado por Rajneesh, en el libro: “El Sutra del corazón”)

            La historia trata de un yogui, muy famoso, al que un rey había prometido que, si era capaz de entrar en un profundo samadhi y permanecer bajo tierra durante un año, le daría el mejor caballo del reino como premio. El rey sabía que el yogui estaba muy encariñado con los caballos, que era un gran amante de los caballos.
            El yogui estuvo de acuerdo; lo enterraron vivo por un año. Pero en el curso del año el reino fue derrocado y nadie se acordó de desenterrar al yogui.

            Uno diez años después alguien recordó: “¿Qué fue del yogui…?” El rey envió a unos pocos a investigar. El yogui fue desenterrado; estaba aún en trance profundo. Un mantra previamente acordado le fue susurrado al oído y se despertó, y la primera cosa que dijo fue: “¿Dónde está mi caballo?!”.

            Después de diez años de permanecer en silencio bajo tierra… pero la mente no había cambiado en absoluto –“Dónde está mi caballo?”… ¿Estaba este hombre realmente en trance, en samadhi? ¿Estaba pensando en Dios? Debía haber estado pensando en ‘el caballo’… Pero era profesionalmente eficiente, un experto. Debía haber aprendido la técnica de cómo detener la respiración y cómo entrar en una especie de muerte, -pero era un técnico.

            ¡Permaneciendo diez años en semejante silencio profundo, la mente no ha cambiado ni tan siquiera un poco!! Es exactamente lo mismo que si esos diez años no hubieran pasado. Si recuerdas a Dios ‘técnicamente’, si recuerdas a Dios ‘profesionalmente’, ‘habitualmente’, si recuerdas a Dios ‘mecánicamente’, entonces nada va a suceder (ningún cambio en la conciencia sucederá).

            Cuidado con hacer de Dios un ritual…, y cuidado con volverse profesional de ello.
           

Y otra moraleja:

“Allí donde está tu tesoro, estará tu corazón”



lunes, 1 de diciembre de 2014

Si luchas contra el ego, fracasarás…



¿Puede el ego matarse?

            No, porque no existe. Para matarse o suicidarse es necesario que esté allí. Déjame explicarlo de otra forma. ¿Puede matarse una sombra…? No…, porque una sombra no existe. Si tú te suicidas, si te cortas la cabeza, entonces la sombra no tendrá cabeza. Simplemente te sigue. El ego es solo una sombra.
Intenta comprender que el ego no es substancial: el ego es solo como una sombra. Cuando el cuerpo se mueve, se crea una sombra, una sombra física; cuando se mueve la mente, se crea una sombra mental, esa sombra mental es el ego…
            En la antigüedad se rumoreaba que siempre que un hombre de convertía en Buda (se iluminaba), su cuerpo no proyectaba ninguna sombra. Esto debe haber sido simbólico, pero es muy significativo. No significa que no se proyecta ninguna sombra cuando Buda caminaba por el sendero; la sombra se proyecta, pero en el interior no se proyecta ninguna sombra. Él se mueve, trabaja, hace cosas, pero ‘el hacedor’ no surge (no existe un ‘alguien’, un ‘yo’, que actúe, la sombra mental del yo ya no está allí). Así es como la sombra no surge. Así es como la sombra no se proyecta. Si es necesario, incluso piensa, pero ‘el pensador’ no surge, así es como la sombra no se proyecta. Vive, pero no es un manipulador, un controlador; fluye, su vida es una espontaneidad, Ni siquiera nada, simplemente flota en el río. No empuja el río, simplemente se permite a sí mismo dejarse ir. Es un “dejar ser la ser”. Flota. Deja que el río lo haga todo, (no hay nadie que se atribuya la autoría de las acciones, por que el sí mismo, la yoidad, ha desaparecido); el ego ha desaparecido y la sombra no se proyecta.

            No luches directamente contra el ego. Si lo haces, fracasarás, porque nadie puede luchar directamente con la sombra.

(El deseo mismo de luchar contra el ego proviene desde la misma sombra autoproyectadaEs como el perro tratando de atrapar su propia cola; corre en círculos, da mil vueltas, y cae exhausto, sin éxito. También es comparable a quien camina en un desierto rumbo a un oasis que divisó a la distancia…; y cuando llega, solo hay arena, el oasis no existe, era un espejismo, una ‘sombra’ a lo lejos. ¡Cuánta energía gastada en caminar hacia el oasis, y este no existía!!).

            ¿Qué hacer, entonces…?

            Comprende profundamente, que en tu interior eres un “no-ser”; toma más y más conciencia de tu cavidad interior, ‘el vacío’, y de pronto un día encontrarás que el ego te ha dejado. De hecho, encontrarás que nunca ha estado ahí, que tenías una concepción falsa, que tenías una ilusión…



(Excepto la letra mas chica, el texto fue extraído del libro:
 “TAO, los tres tesoros”, de Osho)




Un gato llamado “Ego”



            El ego siempre quiere ser extraordinario, alguien especial, único, incomparable; ese es el deseo anhelante del ego (un deseo exteriorizado u oculto, pero es esa la ambición del ego). Si te puedes convertir en un Rockefeller, bueno; si puedes convertirte en un Hitler, bueno; y si no puedes convertirte en Rockefeller o en Hitler, entonces renuncia al mundo y piensa en convertirte en un Buda. Pero hazte alguien, alguien especial, un fenómeno histórico. (…)
            Ser ordinario (en cambio), es el mas extraordinario estado del ser, por que el ego se disuelve. Pero cuidado: El ego es sutil. Si te deshaces de él en una dirección, llega por la otra; si lo expulsas por una puerta, entras en la habitación y está sentado en el trono. Ha entrado por otra puerta. Antes que ni siquiera entres tú, él ya está allí.

           
            Tuve un amigo que tenía un gatito, un gato muy hermoso, y me preguntó qué nombre debería ponerle. Yo llamé al gato “Ego”, porque el gato es astuto, y el ego, por supuesto, es muy astuto. No hay nada como un gato para la astucia. Así que llamamos a su gato “Ego”.
            Poco a poco se hartó. Era un hombre solitario, soltero, sin mujer ni hijos, y siempre quería estar solo, pero el gato era una molestia continua. Dormía, y el gato saltaba sobre su pecho, o entraba a la casa con marcas de sangre en sus garras porque cazaba ratones continuamente, y destrozaba el respaldo de las sillas y desgarraba sus ropas. Así que era un problema para él; y para un soltero que nunca se había preocupado por nadie, el gato era demasiado similar a una esposa.
            Me preguntó qué hacer. Este “Ego” se había convertido en un problema; así que le dije: “El ego es siempre un problema. Échalo”.
            Él dijo: “Pero el gato se conoce todos los caminos de la ciudad; volverá”.
            Yo le dije: “Vete al bosque”. Así que se fue al bosque para que el gato no pudiese encontrar el camino a casa. Penetró más y más en el bosque, y ¡se perdió!!. Entonces sólo había una cosa que hacer: soltó al gato, le siguió, y volvió a casa. Esa era la única forma; no había nadie más a quien preguntar. El gato volvió recto como una flecha, sin dudar ni un solo momento el camino a seguir.
            Así que le dije: Tu gato tiene la cualidad del ego completamente. No puedes echarlo fácilmente; siempre que vas a echarlo, cuando vuelves a casa, él ya está allí. O a veces puede que te pierdas, y entonces tendrás que seguirle, porque solo él conoce el camino…
            El ego es muy sabio –sabio en su astucia. (Siempre se las ingenia para prevalecer). Lao Tse no da al ego ningún punto de apoyo, ningún terreno que pisar, así que no habla de “iluminación”.
           
           
De libro: “Tao: Los tres tesoros”, de Rajneesh (Osho)