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lunes, 27 de abril de 2015

Mirar sin el pensamiento


30-9-1961.- (Diario N°1 de J.K.)

El sol se estaba poniendo entre grandes nubes coloreadas tras de las colinas de Roma; eran nubes brillantes, el cielo estaba salpicado de ellas, y toda la tierra se puso espléndida, aun los postes del telégrafo y las interminable filas de edificios. Pronto oscurecería y el automóvil corría velozmente. Las colinas se desvanecían y la campiña se aplanaba. Mirar con el pensamiento y mirar sin el pensamiento son dos cosas diferentes. Mirar con el pensamiento esos árboles al costado de la carretera y los edificios al otro lado de los áridos campos, mantiene al cerebro atado a sus propias amarras de tiempo, experiencia, memoria; la maquinaria del pensamiento trabaja interminablemente, sin descanso, sin frescor; el cerebro se vuelve torpe, insensible, sin el poder de recuperación. Está eternamente respondiendo al reto, y su respuesta es inapropiada, nunca es fresca, nueva. Mirar con el pensamiento mantiene al cerebro en ‘el surco del hábito’ y del reconocimiento; lo torna cansado y perezoso; vive dentro de las estrechas limitaciones de su propia hechura. Nunca es libre. Esta libertad tiene lugar cuando no es el pensamiento el que mira; mirar sin el pensamiento no significa una observación en blanco, estar ausente, distraído. Cuando el pensamiento no mira, entonces hay sólo observación, sin el proceso mecánico del reconocimiento y la comparación, la justificación y la condena. Este ver no fatiga al cerebro porque han cesado todos los procesos mecánicos del tiempo. Mediante el completo descanso, el cerebro se refresca a fin de responder sin reacción, de vivir sin deterioro, de morir sin la tortura de los problemas.
Mirar sin el pensamiento es ver sin la interferencia del tiempo, del conocimiento y el conflicto. Esta libertad para ver no es una reacción; todas las reacciones tienen causas; mirar sin reacción alguna no es indiferencia, ni aislamiento, ni separativa frialdad. Ver sin el mecanismo del pensamiento es el ver total sin particularización ni división, lo que no significa que la separación y la desigualdad no existan. El árbol no se transforma en una casa ni la casa en un árbol. Ver sin el pensamiento no adormece el cerebro; por el contrario, éste se halla totalmente despierto, atento, sin fricción ni dolor.


La atención sin las fronteras del tiempo es el florecimiento de la meditación.



“Lo Otro”… lo Sagrado



Día 27-9-61.-  (Diario N°1, de J. Krishnamurti)

Caminando a lo largo de la vía pavimentada que domina la basílica mayor y más abajo los famosos escalones que llevan a la fuente (Italia), con gran cantidad de flores selectas de variados y múltiples colores, y cruzando la atestada plaza seguimos por una estrecha calle de dirección única [vía Margutta], tranquila, con no demasiados automóviles; ahí, en esa calle oscuramente iluminada, súbitamente y del modo más inesperado advino «lo otro» con tan intensa ternura y belleza que el cuerpo y el cerebro quedaron inmóviles. Hasta ahora y por algunos días ello no había hecho sentir su inmensa ‘presencia’; estaba ahí vagamente, a la distancia, sólo un susurro y, no obstante, en él lo inmenso se manifestaba sutilmente, con expectante paciencia… El pensamiento y el habla se desvanecieron y había un júbilo peculiar acompañado de claridad. Ello prosiguió con menor intensidad por la larga y estrecha calle hasta que el rugir del tráfico y el atestado pavimento nos tragaron a todos.
Era una bendición que estaba más allá de todas las imágenes y pensamientos…


sábado, 11 de abril de 2015

El florecimiento de la comprensión



25 de setiembre de 1961.- (Del ‘Diario N°1’ de J. Krishnamurti)

La meditación es el florecimiento de la comprensión. La comprensión no está de las fronteras del tiempo; el tiempo nunca trae comprensión. La comprensión no es un proceso gradual para ser acumulado poco a poco, con solicitud y paciencia. La comprensión es ahora o nunca; es ‘un rayo que destruye’, no una cosa dócil y manejable; es a esto a lo que uno teme, a lo que destroza, y por eso lo evita consciente o inconscientemente.
La comprensión puede alterar el curso de la vida, el modo que uno tiene de pensar y actuar; puede ser agradable o no, pero el comprender es un riesgo para cualquier relación. Pero sin la comprensión no hay fin para el dolor. El dolor termina sólo a través del conocimiento propio, de la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y sentimiento, de cada uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto. La meditación es la comprensión de la conciencia, la recóndita y la visible, y del movimiento que se encuentra más allá de todo pensamiento y sentimiento.
El especialista no puede percibir lo total; su cielo es aquel en el que se especializa, pero su cielo es un asunto mezquino del cerebro, el cielo de la religión o el del técnico. La capacidad, el don es, evidentemente, perjudicial, porque fortifica el egocentrismo; es algo fragmentario y, por lo tanto, engendra conflicto. La capacidad tiene significación sólo en la percepción total de la vida, la que está en el campo de la mente y no del cerebro. La capacidad con su función está dentro de los límites del cerebro y por eso se torna despiadada, indiferente al proceso total de la vida. La capacidad engendra orgullo, envidia, y su realización se vuelve importantísima; así es como produce confusión, enemistad y dolor; ella tiene su significado únicamente en la percepción total de la vida.
La vida no está meramente en un nivel fragmentario -pan, sexo, prosperidad, ambición; la vida no es fragmentaria; cuando se la obliga a serlo se torna enteramente una cuestión de desesperación y desdicha sin fin. El cerebro funciona en la especialización del fragmento, en las actividades autoaislantes y dentro del campo limitado del tiempo; de ver la totalidad de la vida. El cerebro, por muy educado que esté es sólo una parte, no la totalidad. Sólo la mente(1) ve lo total, y dentro del campo de la mente está el cerebro; el cerebro no puede contener a la mente, haga lo que haga.
Para que haya un ver total, el cerebro tiene que estar en un estado de negación. La negación no es el opuesto de lo positivo; todos los opuestos están estrechamente relacionados entre sí. La negación no tiene opuesto. El cerebro ha de hallarse en estado de negación para que haya un ver total, no debe interferir con sus evaluaciones y justificaciones, con sus acusaciones y defensas. Tiene que estar quieto, no aquietado por compulsión de ninguna clase, porque en ese caso es un cerebro muerto que meramente imita o se amolda. Cuando se halla en estado de negación, está quieto sin preferencia alguna, sin opción. Sólo entonces existe un ver total. En este ver total, que es la cualidad de la mente, no hay uno que ve, un observador ni un experimentador; sólo existe el ver. La mente está entonces por completo despierta. En este estado de completo despertar no existen el observador y lo observado; sólo hay luz, claridad. Cesan la contradicción y el conflicto entre el pensador y el pensamiento.





1- La mente: K. utiliza a la palabra ‘mente’ para referirse a la mente ilimitada, como principio cósmico. El cerebro funciona dentro de la ilimitada mente y la limita, pero cuando el cerebro queda en total quietud (natural, no forzada) el hombre es capaz de VER con la mente ilimitada, siendo este ‘un ver total’; y allí desaparece ‘el observador’.





Hierba y flor…


Diario N°1 de J. Krishnamurti

24 de setiembre de 1961

Era un sector de césped bellamente conservado, no muy grande e increíblemente verde; estaba detrás de una vería de hierro, bien regado, cuidado con esmero, alisado y espléndidamente vivo, centelleante en su belleza. Debía tener muchos centenares de años; no había en él ni una silla, estaba aislado y guardado por una alta y estrecha cerca. Al terminar el césped había un único rosal con una sola rosa roja plenamente florecida. Ello era un milagro, el delicado césped y la única rosa; estaban ahí apartados de todo el mundo del ruido, el mundo del caos y la desdicha; aunque fuera el hombre quien las había puesto ahí, esas cosas eran bellísimas, bellísimas mucho más allá de los museos, las torres y la graciosa línea de los puentes. Eran espléndidas en su espléndida indiferencia. Eran lo que eran, hierba y flor y ninguna otra cosa. Había gran belleza y quietud en torno de ellas, y la dignidad de la pereza. Era una tarde calurosa sin la más pequeña brisa y con el aire impregnado del olor de los escapes de tantos automóviles, pero ahí la hierba tenía su aroma propio y uno podía casi oler el perfume de la solitaria rosa.
Al despertar muy temprano, con la luna llena penetrando en la habitación, la cualidad del cerebro era diferente. Este no estaba dormido ni pesado de sueño; se hallaba totalmente despierto, observando; no se observaba a sí mismo, sino algo que estaba más allá de él. Se hallaba lúcidamente atento, atento a sí mismo como parte de un movimiento total de la mente. El cerebro funciona en la fragmentación; funciona en partes, dividido. Se especializa. Nunca es lo total; trata de capturar lo total, de comprenderlo, pero no puede. Por su misma naturaleza el pensamiento es siempre incompleto, como lo es el sentimiento; el pensamiento, que es la respuesta de la memoria, puede funcionar únicamente con las cosas que conoce o que interpreta a partir de lo que ha conocido -el conocimiento; el cerebro es el producto de la especialización; no puede ir más allá de sí mismo. Él se divide y especializa -el científico, el artista, el sacerdote, el abogado, el técnico, el agricultor. Al funcionar, el cerebro proyecta el «status» que le es propio, los privilegios, el poder, el prestigio. La función y el «status» van juntos, porque el cerebro es un organismo autoprotector. De la exigencia de «status» se originan los elementos opuestos y contradictorios que hay en la sociedad. El especialista no puede ver ‘lo total’.




viernes, 10 de abril de 2015

La negación del poder: el comienzo de la virtud



Diario N°1 de K.

23-09-1961.- (1° parte)

Es muy singular cómo cada uno anhela el poder, el poder del dinero, de la posición, la capacidad, el conocimiento. En el ganar poder hay conflicto, confusión y dolor. El ermitaño y el político, la dueña de casa y el científico buscan el poder. Para obtenerlo se matarán y destruirán los unos a los otros. Los ascetas, por medio de la abnegación del yo, del control, de la represión, conquistan ese poder; el político logra ese poder gracias a su palabra, a su capacidad, a su destreza; la esposa y el marido sienten este poder mediante el dominio del uno sobre el otro; el sacerdote que ha asumido, que ha tomado a su cargo la responsabilidad de su dios, conoce este poder. Todos buscan este poder, o desean estar asociados con el poder divino o mundano. El poder engendra autoridad y con ésta llegan el conflicto, la confusión y el dolor. La autoridad corrompe a quien la tiene y a quienes están cerca de ella o la buscan. El poder del sacerdote y el de la dueña de casa, el del líder y el del organizador eficiente, el del santo y el del político local, es maligno; cuanto mayor es el poder, más grande es el mal que este poder implica. El poder es una enfermedad que todo hombre contrae, aprecia y a la que le rinde culto. Pero con el poder vienen siempre el conflicto interminable, la confusión y el infortunio. Sin embargo, nadie quiere rehusarlo, nadie quiere desecharlo. Este poder va acompañado de la ambición y el éxito, y de una crueldad que ha sido convertida en algo respetable y, por tanto, aceptable. Toda sociedad, templo o iglesia le conceden su bendición y así es como el amor se pervierte y destruye. Y la envidia es cultivada y la competencia se considera moral. Pero con todo esto vienen el temor, la guerra y el infortunio; sin embargo, ningún hombre rechazará estas cosas.
Negar el poder en todas sus formas es el comienzo de la virtud; la virtud es claridad, ella extirpa el conflicto y el dolor. Esta energía corruptora (el poder) con sus interminables y astutas actividades siempre trae consigo daño y desdicha; no hay fin para ella; por mucho que se la reforme y se le pongan vallas mediante la ley o las convenciones morales, siempre encontrará su camino oscuramente, sin ser invitada. Porque ella está ahí, oculta en los secretos rincones de los propios pensamientos y deseos. Son éstos los que deben ser examinados y comprendidos si es que ha de haber un vivir sin conflicto ni confusión ni dolor. Cada cual ha de hacer esto, no por medio de otro, no mediante un sistema de premios o castigos. Cada uno ha de estar lúcidamente atento a la compleja estructura de su propio ser. Ver lo que eso es, implica la terminación de eso que es. Con la completa terminación de este poder con su confusión, conflicto y dolor, cada uno se enfrenta a lo que es, un manojo de recuerdos y una soledad que se ahonda más y más. El deseo de poder y de éxito es un escape de esta triste soledad y de las cenizas que son los recuerdos. Para ir más allá de eso uno ha de verlo, ha de enfrentarse a ello, no eludirlo de ninguna manera, ni mediante la condenación ni por el miedo a lo que es. El miedo surge únicamente en el mismo acto de escapar del hecho, de lo que es.
Uno debe descartar el poder y el éxito de modo completo y total, voluntaria y fácilmente; entonces, en el acto de enfrentarse a ello, de verlo, de estar pasivamente atento sin preferencia alguna, las cenizas y la soledad tienen una significación por completo diferente. Vivir con algo es amarlo, no estar atado a ello. Para vivir con las cenizas de la soledad tiene que haber una gran energía, y esta energía adviene cuando ya no hay más temor. Cuando uno ha pasado por esta soledad, como pasaría por una puerta material, entonces comprende que uno y la soledad son una sola cosa, que uno no es el observador que observa ese sentimiento que está más allá de las palabras. Uno es eso, y no puede escapar de eso como antes lo hacía de muchos sutiles modos. Uno es esa soledad; no hay manera de eludirla y nada puede abarcarla ni llenarla. Sólo entonces está uno viviendo con ello; eso es parte de uno, es la totalidad de uno. Ni la desesperación ni la esperanza pueden ahuyentarlo, ni forma alguna de cinismo o de agudeza intelectual. Uno es esa soledad, las cenizas que alguna vez fueron fuego. Esta es completa, irremediable soledad más allá de toda acción. El cerebro ya no puede inventar más formas y medios de escape; él es el creador de esta soledad a través de sus incesantes actividades de autoaislamiento, de defensa y agresión. Cuando el cerebro se da cuenta de esto, negativamente, sin preferencia alguna, entonces está dispuesto a morir, a permanecer totalmente quieto, inmóvil. Desde esta aislante soledad, desde estas cenizas, nace un movimiento nuevo, el movimiento de lo que es libremente solo. Es ese estado en el que todas las influencias, toda compulsión, toda forma de búsqueda y realización han cesado natural y completamente. Es la muerte de lo conocido. Sólo entonces tiene lugar el eterno viaje de lo incognoscible. Entonces hay un poder cuya pureza es creación.




El amor: la llama que quema los límites



Diario N°1 de Jiddu Krishanurti

23-09-1961.- (1° parte)

Hacia calor y el aire era más bien sofocante aun en los jardines; había estado así de caluroso por mucho tiempo, lo que no era habitual. Serán agradables una buena lluvia y un tiempo más fresco. En los jardines estaban regando el césped y, a pesar del calor y de la falta de lluvia, el pasto se veía lustroso y centelleante y las flores lucían espléndidas; había algunos árboles en flor, fuera de estación porque ya pronto el invierno estaría aquí. Las palomas se encontraban todas en la plaza eludiendo tímidamente a los niños, y algunos de éstos las perseguían por diversión y las palomas lo sabían… El sol brillaba rojo en un cielo apagado y denso; no había color excepto en las flores y en el pasto. El río se mostraba opaco e indolente. La meditación a esa hora era libertad, y era como penetrar en un mundo desconocido de belleza y quietud; un mundo sin imagen, símbolo ni palabra, sin las ondas de la memoria. El amor era la muerte de cada minuto y cada muerte era la renovación del amor. Éste no era apego ni tenia raíces; florecía sin causa y era la llama que quemaba los limites, las defensas cuidadosamente construidas por la conciencia. Era belleza, belleza más allá del pensamiento y del sentimiento. La meditación era júbilo y con ella advino una bendición.




martes, 7 de abril de 2015

La virtud... (por K.)



Diario N°1 de Krishnamurti
22-09-1961.- (2° parte)

(…) No hay virtud, sólo humildad; donde está la humildad, está toda la virtud. La moralidad social no es virtud; es meramente un ajuste a un patrón, y el patrón varía y cambia de acuerdo con el tiempo y el clima. La sociedad y la religión organizada hacen de ello algo respetable, pero eso no es virtud. La moralidad, tal como es reconocida por la iglesia, por la sociedad, no es virtud; la moralidad es algo compuesto, se amolda; puede ser enseñada y practicada; puede inducirse mediante el premio y el castigo, mediante la compulsión. La influencia moldea la moralidad, como lo hace la propaganda. En la estructura de la sociedad existen grandes variables de moralidad con diferentes matices. Pero eso no es virtud. La virtud no es cosa del tiempo ni de la influencia; no puede ser cultivada; no es el resultado del control o la disciplina; no es en absoluto un resultado, y no tiene causa. No puede hacerse de ella algo respetable. La virtud no es divisible como bondad, caridad, amor fraternal, etc. No es el producto de un medio determinado, de la opulencia o pobreza social, del monasterio ni de dogma alguno. La virtud no nace de un cerebro sagaz; no es el multado del pensamiento y la emoción; ni es una rebelión contra la moralidad social con su respetabilidad, una rebelión es una reacción y una reacción es una continuidad modificada de lo que ha sido.
La humildad no puede ser cultivada; cuando se la cultiva, es la soberbia que se pone el manto de la humildad, la cual se ha vuelto respetable. La vanidad nunca puede convertirse en humildad, así como el odio no puede convertirse en amor. La violencia no puede transformarse en no-violencia; la violencia debe cesar. La humildad no es un ideal para ser perseguido; los ideales carecen de realidad; sólo ‘lo que es’ tiene realidad(1).
La humildad no es el opuesto de la soberbia; ella no tiene opuesto. Todos los opuestos están relacionados entre sí, y la humildad no tiene relación alguna con la soberbia. La soberbia debe terminar, no por alguna decisión o disciplina, o en virtud de algún beneficio; ella toca a su fin solamente en la llama de la atención, no en las contradicciones y confusiones de la concentración. Ver la soberbia, externa e internamente, en sus múltiples formas, es el fin de la soberbia. Verla es estar atento a cada uno de sus movimientos; en la atención no hay preferencia. La atención existe sólo en el presente activo; no puede ser entrenada; si lo es, se convierte en otra astuta cualidad del cerebro, y la humildad no es un producto del cerebro. Hay atención cuando el cerebro está completamente quieto; vivo y sensible, pero quieto. Ahí no hay un centro desde el cual atender, mientras que la concentración tiene un centro con sus exclusiones. La atención, el ver completo e instantáneo de toda la significación de la soberbia, termina con la soberbia. Este «estado» despierto es humildad. La atención es virtud, porque en ella florecen la bondad y la caridad. Sin humildad no hay virtud.




            1- Aquí Krishnamurti utiliza la palabra “realidad” como sinónimo de “verdad”, aunque no son lo mismo. Verdad (‘vera’) significa “lo que es”, es decir, la esencia, sin interpretaciones; mientras que la realidad es la verdad interpretada. Por eso la VERDAD es siempre una sola, “es lo que es”; pero existen tantas realidades como interpretaciones de la verdad.






Una fuerza de inaccesible pureza…



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

22-09-1961.- (1° parte)


Hay un pequeño puente que cruza el río y que fue proyectado exclusivamente para peatones; se está bastante tranquilo ahí. Una gran barcaza cargada de arena de las playas, venía remontando el río plenamente iluminado; era una arena fina, limpia. En el parque había un montón de esa arena, puesta ahí con el propósito de que los niños jugaran con ella. Algunos estaban construyendo profundos túneles y un gran castillo con un foso alrededor; se divertían muchísimo. Era un día agradable, bastante fresco, el sol no estaba demasiado fuerte y había humedad en el aire; más árboles se estaban tornando castaños y amarillos y se sentía el aroma del otoño. Los árboles se preparaban ya para el invierno; muchas ramas se destacaban desnudas contra el claro cielo; cada árbol tenía su propio patrón de color con intensidad variable, desde bermejo al amarillo pálido. Aun en la muerte eran bellos. Era un grato anochecer lleno de luz y de paz pese al rugido del tráfico…
En la terraza hay unas pocas flores, y esta mañana las amarillas estaban más vivas y ansiosas que nunca; a la temprana luz parecían más despiertas y tenían más color, mucho más que sus vecinas. El este comenzaba a ponerse más brillante y «lo otro» estaba en la habitación; había estado ahí por algunas horas. Al despertar en medio de la noche, estaba ahí, algo completamente objetivo que ningún pensamiento o imaginación podrían producir. Otra vez, al despertar, el cuerpo estaba perfectamente quieto sin ningún movimiento, al igual que el cerebro. El cerebro no estaba inactivo sino muy, pero muy despierto, observando sin interpretación alguna. Era una fuerza de inaccesible pureza, con una energía que resultaba sobrecogedora. Estaba ahí, siempre nueva, siempre penetrante. No estaba sólo afuera, allí en la habitación o en la terraza, estaba adentro y afuera pero no había división. Era algo en lo cual estaban atrapados en su totalidad la mente y el corazón; y la mente y el corazón cesaron de existir…




sábado, 4 de abril de 2015

En la cavidad del corazón…



En la cavidad del corazón,
situado dentro del cue
rpo,
vive un no-nacido eterno.

La tierra es su cuerpo; mora dentro de la tierra
pero la tierra no le conoce.
El agua es su cuerpo; mora dentro del agua, pero el agua no le conoce.
La luz es su cuerpo; mora dentro de la luz, pero la luz no le conoce.
El aire es su cuerpo; mora dentro del aire, pero el aire no le conoce.
El cielo es su cuerpo; mora dentro del cielo, pero el cielo no le conoce.
La mente es su cuerpo; mora dentro de la mente, pero la mente no le conoce.
El intelecto es su cuerpo; mora dentro del intelecto,
pero el intelecto no le conoce.
El ego es su cuerpo; mora dentro del ego pero el ego no le conoce.
La mente que razona es su cuerpo; mora dentro de la mente que razona,
pero la mente que razona no le conoce.
Lo inmanifestado es su cuerpo; mora dentro de lo inmanifestado,
pero lo inmanifestado no le conoce.
Lo indestructible es su cuerpo; mora dentro de lo indestructible,
pero lo indestructible no le conoce.
La muerte es su cuerpo; mora dentro de la muerte,
pero la muerte no le conoce.

Es el Yo más interior de todos esos elementos,
no tiene pecados,
y es el único y divino Dios
, Narayana (1)
el sustentador de todos los seres humanos.
(…)

(Párrafo extraído del “ADHYATMA UPANISHAD”)

 


1- Narayana: (Palabra de idioma sánscrito). Significa “El que se mueve sobre las aguas” del Espacio. Representa al Espíritu Divino o Espíritu Santo que se mueve sobre las Aguas de La Creación. A las aguas se les ha llamado ‘naras’ porque fueron producción de “Nara”, el Espíritu Divino, nacido de sí mismo (o bien, ‘no-nacido’); ‘ayana significa “movimiento”. De allí que Narayana signifique “El Espíritu Divino que se mueve sobre las aguas”. (Glosario Teosófico).