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sábado, 31 de enero de 2015

La Inteligencia (por K.)



11-09-61.- (Diario1 de K.)

La inteligencia no es la mera capacidad de concebir, recordar y comunicar; es más que eso. Uno puede estar muy informado y ser hábil en un nivel de existencia y completamente torpe en otros niveles. En cuanto a eso, el conocimiento por muy profundo y amplio que pueda ser, no indica necesariamente inteligencia. La capacidad no es inteligencia. La inteligencia es una sensible y lúcida percepción de la totalidad de la vida; la vida con sus problemas, contradicciones, desdichas, alegrías. Darse cuenta de todo esto sin preferencia alguna y sin ser atrapado por ninguno de sus eventos sino fluir con la totalidad de la vida, es inteligencia. Esta inteligencia no es el resultado de influencia alguna ni del medio circundante; no es la prisionera de ninguna de estas cosas y, por lo tanto, puede comprenderlas y así estar libre de ellas. La conciencia es limitada, tanto la evidente como la oculta, y su actividad, por alerta que sea, está confinada dentro de los límites del tiempo; la inteligencia no lo está. La percepción alerta y sensible, sin opciones, de la totalidad de la vida, es inteligencia. Esta inteligencia no puede ser usada para obtener ganancia o provecho de ninguna especie, sea en lo individual o en lo colectivo. Esta inteligencia es destrucción y, por tanto, la forma no significa nada y la reforma es una regresión. Sin destrucción, todo cambio es una continuidad modificada. La destrucción psicológica de todo lo que ha sido, no el mero cambio exterior, eso e esencialmente inteligencia. Sin esta inteligencia toda acción conduce a la confusión y a la desdicha. El dolor es la negación de esta inteligencia.
La ignorancia no es la falta de conocimiento sino la falta del conocimiento de sí mismo; sin el conocimiento de sí mismo no hay inteligencia. El conocimiento de sí mismo no puede acumularse como conocimiento; el aprender es de instante en instante. No es un proceso aditivo; en el proceso de acumular, de sumar, se forma un centro, el centro del conocimiento, de la experiencia. En este proceso, positivo o negativo, no existe el comprender, porque en tanto haya una intención de acumular o de resistir, el movimiento del pensar y del sentir no pueden comprenderse, no hay conocimiento de sí mismo. Sin el conocimiento de sí mismo no hay inteligencia. Ese conocimiento es presente activo, no es un juicio; todo juicio acerca de uno mismo implica una acumulación, una evaluación a partir de un centro de experiencia y conocimiento. Es este pasado el que impide la comprensión del presente activo. En la acción de conocerse uno a sí mismo, hay inteligencia.

           


            (Inteligencia: No es una actividad mental, como se suele interpretar, sino una facultad que proviene de Buddhi).






La Paz… (Krishnashi)


10-09-1961.- (Diario 1, de K.)

Es una mañana sin una sola nube; el sol parece haber desterrado todas las nubes de la escena. Hay paz excepto por el rugir del tráfico, que prosigue aun en domingo. Las palomas se calientan sobre los tejados de zinc y son casi del mismo color que éstos. No corre un soplo de aire, aunque se está agradablemente fresco.
 Hay una paz que está más allá del pensamiento y el sentimiento. No es la paz del sacerdote, ni la del político, ni la de aquel que la busca. La paz no es para ser buscada. Lo que se busca ya debe ser conocido y lo que se conoce nunca es lo real. La paz no es para el creyente o para el filósofo que se especializa en teorías. No es una ‘reacción’, una respuesta contraria a la violencia. No tiene opuesto, todos los opuestos deben cesar, debe cesar el conflicto de la dualidad. La dualidad existe, luz y oscuridad, hombre y mujer, etc., pero de ningún modo es necesario el conflicto entre los opuestos. El conflicto entre los opuestos surge únicamente cuando hay deseo, el compulsivo apremio por realizar, el deseo sexual, la exigencia psicológica de seguridad. Sólo entonces hay conflicto entre los opuestos; escapar de los opuestos -apego y desapego- es buscar la paz mediante la iglesia o la ley. La ley puede dar y, de hecho, da un orden superficial; la paz que ofrecen la iglesia y ‘el tiempo’ es una fantasía, un mito hacia el cual puede escapar una mente que está confusa. Pero esto no es paz. El símbolo, la palabra deben ser destruidos, no destruidos con el fin de tener paz, sino que deben ser hechos pedazos porque son un impedimento para la comprensión. La paz no es algo que esté en venta, un artículo de canje. El conflicto en todas sus formas debe cesar, y entonces tal vez ‘eso’ esté ahí. Tiene que haber ‘negación total’, el cese de las urgencias internas, de los deseos; sólo entonces el conflicto llega realmente a su fin. En ese vacío hay un nacer. Toda la estructura interna de resistencia y seguridad debe desvanecerse y desaparecer; únicamente entonces adviene el vacío. Sólo en este vacío hay paz, una paz cuya virtud no tiene precio ni significa una ganancia.
Temprano en la mañana estaba ahí, llegó con el sol en un cielo claro y opaco; era algo maravilloso pleno de belleza, ‘una bendición’ que nada pedía, ni sacrificio, ni discípulos, ni virtud, ni rezos secretos. Estaba ahí en plenitud y sólo una mente y un corazón plenos podían recibirla. Estaba más allá de toda medida.





lunes, 26 de enero de 2015

La limitación del pensamiento. (por K.)



8-9-1961.- (Diario 1, de K.)

Las estrellas aún pueden verse en esta bien iluminada ciudad, y hay otros sonidos fuera del estrépito del tráfico -el arrullo de las palomas y el piar de los gorriones-; hay otros olores además de los gases de monóxido: el olor de las hojas del otoño y el perfume de las flores. Esta mañana temprano había unas pocas estrellas en el cielo y nubes blanquecinas, y con ellas advino ese intenso penetrar en la profundidad de lo desconocido. El cerebro estaba quieto, tan quieto que podía oír el más tenue ruido, y estando quieto -y por tanto incapaz de interferir- había un movimiento que comenzaba en ninguna parte y continuaba, a través del cerebro, penetrando en desconocidas profundidades donde las palabras pierden su significado. Pasaba rápidamente por el cerebro y proseguía más allá del tiempo y del espacio. Uno no está describiendo una fantasía, un sueño, una ilusión, sino un hecho real que tenía lugar, pero lo que tenía lugar no es la palabra ni la descripción. Había una energía abrasadora, una vitalidad explosiva e instantánea, y con ella advino este penetrante movimiento. Era como un viento tremendo, acopiando potencia y furia a medida que pasaba embistiendo, destruyendo, purificando, dejando un inmenso vacío. Había una completa y lúcida percepción de la cosa total, y una gran fuerza y belleza; no la fuerza y la belleza que son fabricadas, sino las de algo que era completamente puro e incorruptible. Ello duró, por el reloj, diez minutos, pero fue algo incalculable. El sol surgió en medio de una gloria de nubes fantásticamente vivas y profundas en su color. El estrépito de la ciudad aún no había comenzado y las palomas y gorriones estaban fuera…

Qué curiosamente superficial es el cerebro… Por sutil y profundo que sea el pensamiento(1), nace no obstante de la superficialidad. El pensamiento está atado al tiempo y el tiempo es mezquino; esta mezquindad es la que pervierte el «ver». El ver(2) es siempre instantáneo, como el ‘comprender’, y el cerebro, que es un producto del tiempo, impide el ver y lo pervierte. Tiempo y pensamiento son inseparables; si se pone fin a uno se le pone fin al otro. El pensamiento no puede ser destruido por la voluntad, porque la voluntad es pensamiento en acción. El pensamiento es una cosa y el centro desde el cual proviene el pensamiento, es otra. El pensamiento es la palabra y la palabra es la acumulación de la memoria, de la experiencia. Sin la palabra, ¿existe el pensamiento? Hay un movimiento que no es la palabra y que no pertenece al pensamiento; puede ser descrito por el pensamiento pero no es el pensamiento. Este movimiento adviene mando el cerebro está quieto pero activo (alerta), y el pensamiento jamás puede buscarlo y encontrarlo.
El pensamiento es memoria, y la memoria es una acumulación de respuestas; por lo tanto, el pensamiento está siempre condicionado por mucho que pueda imaginar que es libre. El pensar es mecánico, está amarrado al centro de su propio conocimiento. La distancia que abarca el pensar depende del conocimiento, y el conocimiento es siempre el residuo del ayer, del movimiento que ya no existe. El pensamiento puede proyectarse hacia el futuro pero está sujeto al pasado. El pensamiento construye su propia cárcel y vive en ella, tanto si está en el futuro como en el pasado, sea una cárcel dorada o una cárcel ordinaria. El pensamiento jamás puede estar quieto, porque su misma naturaleza es la inquietud, siempre embistiendo, siempre aislándose. La maquinaria del pensar está en permanente movimiento, ruidosa o silenciosamente, en la superficie o en lo recóndito. No puede acabar consigo misma. El pensamiento puede refinarse, puede controlar sus divagaciones; puede escoger su propia dirección y adaptarse al medio.
El pensamiento no puede ir más allá de sí mismo; puede funcionar en campos estrechos o amplios pero siempre estará dentro de las limitaciones de la memoria, y la memoria es siempre limitada. La memoria debe morir psicológicamente, internamente, y funcionar tan sólo en lo externo (es decir, cumplir con una función práctica). Internamente debe haber muerte y externamente sensibilidad a cada reto y respuesta. Cuando el pensamiento se ocupa de lo interno, impide la acción(3).




1-      El pensamiento: Cuando K. habla del ‘pensamiento’ casi siempre se refiere a la respuesta mecánica de la memoria. Es decir que el pensamiento es para K. la actividad del cerebro condicionado por los archivos de la memoria, es decir que no existe “creación” verdadera en el pensamiento sino tan solo respuestas y expresiones de ‘lo conocido’. El pensamiento es mecánico y repetitivo en la gran mayoría de las personas.
Puede, sin embargo existir un “pensamiento creador”, luminoso y original, que no sea repetición y mecanicidad, y este fluye cuando Buddhi (la Inteligencia Total) hace impacto en un cerebro quieto, es decir, en una mente vacía y silenciosa…

2-      El “ver” verdadero es Buddhi en actividad en la conciencia.


3-      ‘La acción’ es entendida por K. como aquello que está libre de la respuesta mecánica y reactiva de la memoria. Toda respuesta mecánica, condicionada, no es acción sino ‘reacción’. La “acción” es un fluir desde ‘lo desconocido’ (desde ‘La Presencia’, diría Eckhart Tolle).




La meditación, ‘ser nadie’…


7-9-1961.- (Diario 1, de K.)

Qué importante es para el cuerpo estar por un largo tiempo en un solo lugar; este constante viajar, cambiar de clima, de casas, afecta al cuerpo; éste debe adaptarse, y durante el periodo de adaptación nada muy «serio» puede ocurrir. Y entonces uno debe partir otra vez… Todo esto significa una prueba para el cuerpo. Pero esta mañana, al despertar temprano antes de que el sol se hubiera levantado, cuando ya amanecía, y a pesar del cuerpo, ‘la fuerza’ estaba ahí con su intensidad. Es curioso el modo en que el cuerpo reacciona a ‘ella’; éste nunca ha sido perezoso, si bien a menudo se fatiga; pero esta mañana, aunque el aire era frío, el cuerpo se tornó, o más bien quiso estar, activo. Es sólo cuando el cerebro se halla quieto, no dormido o pesado sino sensible y alerta, que «lo otro» puede presentarse. Ello fue algo enteramente inesperado esta mañana, porque el cuerpo está adaptándose todavía al nuevo ambiente. (Se refiere a París, donde K. había llegado hacía poco).
El sol apareció en un cielo claro; uno no podía verlo porque se interponían muchas chimeneas, pero su resplandor llenó el firmamento; y las flores sobre la pequeña terraza parecieron cobrar vida y su color se tornó más brillante e intenso. Era una bella mañana llena de luz y el cielo se tornó de un azul maravilloso. La meditación incluía ese azul y esas flores; formaban parte de la meditación, se movían a través de ella; no eran una distracción. No hay distracción realmente, porque la meditación no es concentración; esta última excluye, interrumpe, resiste y, por lo tanto, implica conflicto. Una mente meditativa puede concentrarse, lo que entonces no es una exclusión, una resistencia; pero una mente concentrada no puede meditar.
Es curioso lo altamente importante que se vuelve la meditación; para ella no hay un fin ni hay un comienzo. Es como una gota de lluvia; en la gota están todos los arroyos, los grandes ríos, los mares y las cascadas; esa gota alimenta a la tierra y al hombre; sin ella la tierra seria un desierto. Sin la meditación, el corazón se vuelve un desierto, una tierra desolada. La meditación tiene su propio movimiento; uno no puede dirigirla, moldearla o forzarla; si lo hace, ello deja de ser meditación. Este movimiento cesa si uno es meramente ‘un observador’, si uno es ‘el experimentador’. La meditación es el movimiento que destruye al observador, al experimentador(1); es un movimiento que está más allá de todo símbolo, pensamiento y sentimiento. Su rapidez no puede medirse.

Estaban las nubes cubriendo el cielo y  tenía lugar una batalla entre ellas y el viento, y el viento estaba triunfando. Había una gran extensión de azul, muy azul, y las nubes aun extraordinarias, llenas de luz y oscuridad, y esas del Norte parecían haber olvidado el tiempo pero el espacio les pertenecía. En el parque [el Campo de Marte] el suelo estaba cubierto por las hojas del otoño, que también llenaban el pavimento. Era una mañana clara, fresca, y las flores lucían espléndidas en sus colores estivales. Más allá de la inmensa, alta y abierta torre [la Torre Eiffel] -la principal atracción- pasaba una procesión funeraria, el féretro y el coche fúnebre recubierto con flores y seguido por muchos automóviles… Aun en la muerte querernos ser importantes, no hay fin para nuestra presunción y vanidad. Todos quieren ‘ser alguien’ o estar relacionados con alguno que sea «alguien». Desean el poder y el éxito, grande o pequeño, y quieren ser reconocidos. Sin el reconocimiento, carecen de significación; desean ser reconocidos por los muchos o por aquel que domina. El poder es siempre respetado y, por lo tanto, se lo convierte en respetable. El poder es siempre maligno, ya sea manejado por el político, por el santo, o por la esposa sobre el marido. Por muy maligno que sea, todos lo anhelan con vehemencia, y aquellos que lo poseen desean tener más.
Ese coche fúnebre con esas alegres flores al sol parece tan lejano; y ni siquiera la muerte pone fin al poder, porque éste continúa en otro… Es la antorcha del mal que continúa de generación en generación. Pocos pueden rechazarla amplia y libremente, sin mirar hacia atrás; ellos no tienen recompensa. La recompensa es el éxito, la aureola del reconocimiento.
Cuando no se es reconocido, cuando el fracaso ha sido olvidado hace mucho tiempo, cuando ha cesado todo esfuerzo y conflicto y uno es nadie, entonces adviene una bendición que no es de la iglesia ni de los dioses del hombre. Los niños jugaban y daban voces cuando el coche fúnebre pasó junto a ellos y ni siquiera lo miraron, absortos en su juego y en sus risas.



1-      El experimentador: O ‘el observador’, o ‘el meditador’, etc., es el ‘yo’: un centro que experimenta y acumula la experiencia en forma de memoria. Es el yo psicológico (o ‘ego inferior’, aunque K. nunca emplea ese término).




miércoles, 21 de enero de 2015

No hay ‘sendero’ hacia la verdad. (Krishnamurti)


6-9-1961.- (Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

Temprano en la mañana, el sol apenas comenzaba a mostrarse entre las nubes, y el cotidiano estrépito del tránsito no había empezado todavía; estaba lloviendo y el cielo era de un gris oscuro. En la pequeña terraza disminuía el golpeteo de la lluvia y soplaba una fresca brisa. Estando uno ahí a cubierto, mientras observaba una franja del río y las hojas otoñales, advino «lo otro», llegó como un relámpago(1) y permaneció por un rato para volver a irse. Es extraño lo muy intenso y real que ello ha llegado a ser. Era tan real como esos altos tejados con centenares de chimeneas. Hay en ello una singular fuerza impulsora; es fuerte a causa de su pureza, tiene la fuerza de la inocencia que nada puede corromper. Y eso era una bendición.
Para el descubrimiento(2), el conocimiento es destructivo. El conocimiento siempre está en el tiempo, en el pasado; nunca puede traer libertad. Pero el conocimiento es necesario para actuar, para pensar, y sin la acción la existencia no es posible. Pero por sabia que sea la acción, por noble y virtuosa, no abrirá las puertas a la verdad.
No hay sendero hacia la verdad; ella no puede ser comprada mediante ninguna acción ni por ninguna sutileza del pensamiento. La virtud es solamente orden en un mundo desordenado, y debe haber virtud, la cual es un movimiento de no-conflicto. Pero nada de esto abrirá la puerta a esa inmensidad. La totalidad de la conciencia debe vaciarse de todo su conocimiento, de sus actividades y su virtud; no vaciarse a si misma con un propósito, para ganar, para realizar, para ‘llegar a ser’... Ella debe permanecer vacía aunque esté funcionando en el cotidiano mundo del pensamiento y la acción. Es desde este vacío que deben surgir el pensamiento y la acción. Pero este vacío no abrirá la puerta. No debe haber puerta ni intento alguno de llegar. No debe haber un centro en este vacío, porque este vacío no tiene medida; es el centro el que mide, pesa, calcula. Este vacío(3) está fuera del tiempo y del espacio; está más allá del pensamiento y el sentimiento. Adviene tan silenciosamente, tan recatadamente como el amor; no tiene principio ni fin. Está ahí, inmutable e inmensurable.




1-    ‘Un relámpago’: Es una palabra a veces empleada por K. para designar esa experiencia o vivencia interior de “lo otro” cuando llega. “Lo otro” o “Aquello” como también le llamaba K., es ‘la bendición de lo Desconocido’, de lo inconmensurable, de la inmensidad innominable… El mundo de las palabras y de los símbolos no pueden describirlo, debido a que ‘eso’ está más allá de la mente cerebral, más allá del pensamiento. Es por este motivo que, para poder expresar algo de ese “perfume”, K. a menudo suele volverse casi un poeta…, (especialmente en su Diario, como queda demostrado en cada publicación…).
“El relámpago” es una manera de expresar la forma repentina y sin aviso en que un gran destello de Buddhi  puede presentarse. A este destello luminoso lo califica como “una bendición” y como “una fuerza impulsora”.
Este principio interior en todo ser humano está presente en forma latente, pero despierta como “PRESENCIA” tangible en las almas maduras, las cuales lo viven como algo cada vez más real (tal cual lo afirma K. en este escrito).
2-    El verdadero “descubrimiento” es ver más allá de la forma, más allá de la apariencia, y eso no lo puede hacer la actividad del pensamiento, sino solo Buddhi (o bien Buddhi-Atma). Solo un destello de Buddhi produce el Ver, el ‘darse cuenta’, la auténtica comprensión…


3-    En el “vacío” de la mente puede expresarse la luz de Buddhi; eso que los cristianos llaman “Cristo” en el hombre. (Pero, claro está, que la palabra ‘Cristo’ debe sacarse del contexto religioso dogmático y antropomórfico, como suele verse. Cristo es el Buddhi universal, y en la constitución del ser humano es el 6° principio interior, siendo el 7°: “Atma”, el Ser o Espíritu Absoluto.) En todos los casos…, no hay que confundir el ‘entendimiento intelectual’ con ‘la experiencia directa’…




lunes, 19 de enero de 2015

Dos palomas…


(Del ‘Diario N°1’, de Krisnamurti)

5-09-61.-

(…) Hay dos palomas que han hecho su nido bajo el tejado de pizarra al otro lado del patio. La hembra entra primero y después, lentamente, con gran dignidad el macho la sigue, y durante toda la noche permanecen allí. Esta mañana salieron temprano, primero el macho y después la hembra; extendieron las alas, compusieron sus plumas y se tendieron aplastándose contra el frío tejado. Pronto, como desde ninguna parte, llegaron otras palomas, una docena de ellas; se posaron alrededor de estas limpiándose las plumas, arrullándose, empujándose las unas a las otras de un modo amistoso. Después, súbitamente, todas se fueron volando excepto las primeras dos. El cielo estaba cargado de densas nubes, pero lleno de luz en el horizonte donde había una larga veta de cielo azul…

La meditación no tiene comienzo ni tiene fin; en ella no hay logro ni fracaso, no hay acumulación ni renunciamiento; es un movimiento que carece de finalidad y, por tanto, está más allá y por encima del tiempo y del espacio. Experimentar la meditación es negarla, porque ‘el experimentador’(1) está atado al tiempo y al espacio, a la memoria y al reconocimiento. La base fundamental de la verdadera meditación es ese estado pasivo de lúcida percepción que consiste en la libertad total con respecto a la autoridad y la ambición, la envidia y el temor. La meditación no tiene sentido ni significación alguna sin esta libertad, sin el conocimiento de uno mismo; en tanto haya opción, no habrá conocimiento de si mismo. La opción implica conflicto, el cual impide la comprensión de ‘lo que es’.
Perderse en alguna fantasía, en ciertas creencias románticas, no es meditación; el cerebro debe despojarse de todo mito, de toda ilusión y seguridad, y enfrentarse a la realidad de que todas esas cosas son falsas. Entonces no hay distracción, todo está dentro del movimiento de la meditación. La flor es la forma, el perfume, el color y la belleza que constituye la totalidad de la flor. Si uno la rompe en pedazos, de hecho o verbalmente, entonces no hay flor, sólo un recuerdo de lo que ha sido, el cual nunca es la flor. La meditación es toda la flor en su belleza, marchitándose y viviendo.




1-      El experimentador’: Es el ‘yo’, ese centro psicológico que acumula experiencia. Tal centro no existe verdaderamente, es decir, no es “verdadero”, sino que existe mientras hay energía de ‘identificación’ con el tiempo, la forma y la experiencia…




sábado, 17 de enero de 2015

‘Esa Bendición’ está aquí…

4-9-1961. (Diario 1 de Krishnamurti)

Bajar desde los valles y las altas montañas y penetrar en una grande, ruidosa y sucia ciudad, afecta el cuerpo. Era un hermoso día cuando salimos cruzando por valles profundos, montes y cascadas, hacia un lago azul y anchas carreteras. Fue un cambio violento pasar del lugar aislado, pacifico, a una ciudad estrepitosa de día y de noche, a un aire caliente y pegajoso. Por la tarde, mientras uno miraba quietamente sentado los altos de las casas, observando la forma de los tejados y sus chimeneas, muy inesperadamente ‘esa bendición’, esa fuerza, la cualidad de «lo otro»(1) advino con suave resplandor; llenó la habitación y permaneció en ella. Está ‘aquí’, mientras esto se escribe…




1-      “Lo otro”: Es una de las maneras de como K. se refería a “lo inmensurable”, a ‘La Presencia indescriptible’… Le llamaba “lo otro” por que es una manera de ‘no describir’ aquello que está más allá del plano del pensamiento, más allá de toda descripción. ‘Lo Inconmensurable’ no se puede encerrar en los límites de un concepto, en el terreno del pensamiento. Todo lo que intente describir a Lo Desconocido, a “lo otro”, entra en el plano de ‘lo conocido’ (de la forma, del pensamiento), y es un absurdo, ‘un imposible’… Ninguna palabra o símbolo puede ser realmente fiel de lo que está más allá de toda palabra y símbolo. Por eso, cuando se trata de la Verdad, de la Esencia,  todas las descripciones ‘se quedan cortas’…

Cuanto más ‘presencia de verdad’ hay en la conciencia, más imposibilidad existe para describirlo. (Sin embargo, a través del medio del arte, de la música, de la poesía…, cuando hubo inspiración por el contacto con ‘la Vida pura’, algo del ‘perfume’ puede llegarnos…).



Comprensión es ‘no opción’

(Del Diario Nª 1 de Krishnamurti)

2 de Setiembre de 1961

La tarde era hermosa en el valle, al lado del torrente, con los verdes prados tan ricos en pastura, las limpias granjas y las arrobadoras nubes plenas de color y claridad. Una de ellas estaba suspendida sobre la montaña, con tan vivida brillantez que parecía ser la favorita del sol. El valle estaba fresco, agradable y rebosante de vida. En torno de él todo era quietud y paz. Se veía ahí moderna maquinaria agrícola, pero ellos usaban todavía la guadaña, y la presión y brutalidad de la civilización no los había alcanzado. Los pesados cables eléctricos corrían sobre postes a lo largo de todo el valle y también parecían formar parte de este mundo tan sencillo y natural. Mientras caminábamos a través de los campos por el estrecho sendero de hierba, las montañas con su nieve y su color parecían tan cercanas, tan delicadas, tan completamente irreales. Las cabras balaban para ser ordeñadas. De modo absolutamente inesperado toda esta pródiga belleza, el color, los cerros, la rica tierra, este intenso valle, todo ello estaba dentro de uno. No es en realidad que estuviera en el interior de uno, sino que el propio corazón y el cerebro se hallaban tan completamente abiertos sin la barrera del tiempo y el espacio, tan vacías de todo pensamiento y sentimiento, que sólo existía esta belleza sin forma ni sonido. Estaba ahí y toda otra cosa había cesado de existir. La inmensidad de este amor, con la belleza y la muerte, llenaba el valle entero y la totalidad del propio ser que era ese valle. Era un anochecer extraordinario…

No existe la renunciación. Aquello que se abandona está siempre ahí, y el renunciar, el abandonar, el sacrificar no existen donde hay comprensión. La comprensión es la esencia misma del no-conflicto; la renunciación es conflicto.
 Abandonar algo renunciando a ello es la acción de la voluntad, la cual nace de la opción y el conflicto(1). La renuncia es un canje(2), y en el canjear no hay libertad sino solamente más confusión y desdicha.



1-      Es decir que nace de ‘un centro’ de dualidad: el ego. Solo el yo psicológico tiene ‘opciones’, mientras que ‘la Conciencia despierta’ no tiene opciones, porque ve y comprende la verdad en cada situación y cosa; no necesita optar..., por que ve la esencia, la verdad. De tal manera que el “Despierto” no ‘opta’ entre alternativas diferentes, sino que comprende, ‘VE’ y fluye sin el conflicto de las opciones.
2-      ‘La renuncia es un canje’: La renuncia nace del ego, del yo que busca una realización. La búsqueda de cualquier realización es “deseo de llegar a ser”, o ‘deseo de obtener’, y está sujeto al engaño del tiempo.
Renuncia es canje para obtener algo (material o espiritual) en el futuro, y todo ello es ‘ego’ enredado en su propia ilusión… VER todo este ‘juego’ es Comprensión, y es el fin del ‘juego’.



jueves, 15 de enero de 2015

Regresando al “Ahora”. (por Eckhart Tolle)



Pregunta: Incluso si acepto completamente que el tiempo es una ilusión, ¿qué diferencia va a causas esto en mi vida? Aún tengo que vivir en un mundo que está completamente dominado por el tiempo.

Respuesta: La aceptación intelectual es simplemente ‘otra creencia’… y no cambiará mucho su vida. Para ‘realizar’ esta verdad, usted tiene que ‘vivirla’. Cuando cada célula de su cuerpo esté tan presente que se sienta vibrar con la vida, y cuando usted pueda sentir en cada momento de la vida “la alegría de Ser”, entonces puede decirse que usted esta libre del tiempo.

Pregunta: Pero todavía tengo que pagar las cuentas mañana, y me volveré viejo y moriré como los demás… ¿Cómo puedo decir que estoy libre del tiempo…?

Respuesta: Las cuentas de mañana no son el problema… La disolución del cuerpo físico no es un problema. El problema es la pérdida del Ahora, o más bien: el engaño central que convierte una mera situación, evento o emoción en un problema personal y en sufrimiento. La pérdida del Ahora es la pérdida del Ser.

Ser libre del tiempo es ser libre de la necesidad psicológica del pasado para su identidad y del futuro para su realización. Representa la transformación más profunda de la conciencia que usted pueda imaginar. En algunos casos raros, este cambio en la conciencia ocurre dramática y radicalmente, de una vez por todas. Cuando ocurre, generalmente viene por una rendición total en medio de sufrimiento intenso. Pero la mayor parte de las personas, sin embargo, tiene que trabajar en ello.

Cuando usted ha tenido los primeros atisbos del estado intemporal de conciencia, comienza a avanzar y retroceder entre las dimensiones del tiempo y ‘la presencia’(1). Primero se vuelve consciente de cuán raramente su atención está realmente en el Ahora. Pero ‘saber’ que no está presente es un gran éxito: este conocimiento es ‘presencia’, incluso si inicialmente solo dura un par de segundos del reloj y se pierde de nuevo. Después, con frecuencia creciente, usted escoge tener la atención de su conciencia en el presente, más que en el pasado o en el futuro y cada vez que se da cuenta de que había perdido el Ahora, puede permanecer el él, no por un par de segundos, sino por períodos más largos percibidos desde la perspectiva externa del tiempo del reloj. Así que antes de estar establecido firmemente en ‘el estado de Presencia’, es decir, antes de ser plenamente consciente, usted fluctúa por un tiempo entre la conciencia y la inconsciencia, entre el estado de presencia y el de identificación con la mente. Usted pierde el Ahora y vuelve a él, una y otra vez. Eventualmente la Presencia se vuelve su estado predominante.



(Del libro: “El Poder del Ahora”, E. Tolle)




1-     La Presencia: Es el Ser, Lo Absoluto, La verdad, la esencia intemporal.

El vacío está ‘repleto’ (por decirlo de alguna manera…) de una “PRESENCIA”, que no es ‘forma’, ni tiempo, pero que subyace tras las infinitas formas y tras el espacio y el tiempo. Esa ‘Presencia en el vacío’ es ‘lo que somos’ (aunque sería erróneo hablar ‘en plural’…, por que la Presencia es UNA e indivisible).



martes, 13 de enero de 2015

La ‘negación’: la esencia de la libertad…



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

29-08-61.-

Más allá de los pocos chalets diseminados y de las granjas, hay un sendero que atraviesa los prados y las alambradas de púas; antes de que descienda, se aprecia una espléndida vista de las montañas con sus nieves y glaciares, del valle y del pequeño poblado con gran número de tiendas. Puede verse desde allí el origen de uno de los torrentes y los oscuros cerros cubiertos de pinares; las líneas de estos cerros contra el cielo del atardecer eran magnificas y parecían expresar infinidad de cosas. Era una bella tarde; no se había visto ni una nube durante todo el día, y ahora la pureza del cielo y de las sombras era sobrecogedora y era un deleite la luz del anochecer. El sol estaba descendiendo detrás de los cerros, y estos derramaban sus grandes sombras a través de otros cerros y prados. Al cruzar otro campo de hierba, el sendero bajaba algo empinadamente y se unía a un camino más grande y ancho que penetraba en los montes. En ese camino no había nadie, se hallaba desierto y en los montes había un gran silencio excepto por el torrente que pareció más ruidoso antes de apaciguarse para la noche. Había allí altos pinos y el aire estaba perfumado. Súbitamente, al dar el sendero una vuelta a través de un túnel de árboles, había un sector de césped y un pedazo recién cortado de madera de pino con el sol de la tarde sobre él. Era algo sobrecogedor en su intensidad y su júbilo. Uno lo vio y desaparecieron el tiempo y el espacio; sólo existía ese sector de luz y nada más. No era que uno se hubiera vuelto esa luz o que uno se identificara con esa luz; las agudas actividades del cerebro se habían detenido y todo el ser estaba ahí con esa luz… Los árboles, el sendero, el ruido del torrente habían desaparecido por completo, lo mismo que las quinientas y más yardas que separaban la luz del observador. ‘El observador’ había cesado y la intensidad de ese trozo de sol crepuscular era la luz de todos los mundos… Esa luz era todo el cielo y esa luz era la mente(1).
La mayoría de las personas niega ciertas cosas fáciles y superficiales; otros van más lejos en su negación y están aquellos que niegan totalmente. Negar(2) ciertas cosas es comparativamente fácil: la iglesia y sus dioses, la autoridad y el poder de quienes la tienen, el político y sus métodos, etc. Uno puede llegar bastante lejos en la negación de cosas que aparentemente carecen de importancia, las relaciones, los absurdos de la sociedad, la concepción de la belleza que establecen los críticos y aquellos que dicen que saben. Uno puede descartar todo esto y quedarse solo, solo no en el sentido de aislamiento y frustración, sino solo porque uno ha visto el significado de todo esto y eventualmente se ha apartado de ello sin ningún sentimiento de superioridad. Esas cosas se han terminado, están muertas y uno no vuelve a ellas. Pero ir hasta el mismo fin de la negación(3) es un asunto completamente distinto; la esencia de la negación es la libertad en soledad. Pero son pocos los que llegan tan lejos y hacen pedazos todo refugio psicológico, toda fórmula, toda idea, todo símbolo, quedando incólumes, desnudos e inocentes. Pero qué necesario es negar…; negar sin procurar obtener algo, negar sin la amargura de la experiencia y la esperanza del conocimiento. Negar y quedarse solo, sin mañana, sin un futuro.
La tormenta de la negación es la desnudez total. Es esencial que uno permanezca solo, sin estar comprometido con ningún curso de acción, con ninguna conducta en particular, con ninguna experiencia, porque solamente esto libera a la conciencia de la esclavitud del tiempo. Así, toda forma de influencia es comprendida y negada, lo cual impide que el pensamiento transcurra en el tiempo. La negación del tiempo es la esencia de la intemporalidad.
Negar el conocimiento, la experiencia, lo conocido, es invitar a ‘lo desconocido’. La negación es explosiva; no es un asunto de ideas, algo intelectual con lo que el cerebro pueda jugar. En el mismo acto de negar hay energía, la energía de la comprensión; y esta energía no es dócil, no puede ser domeñada por el temor o por la conveniencia. La negación es destructiva, no repara en las consecuencias; no es una reacción y, por tanto, no es el opuesto de la afirmación. Afirmar que algo existe o que no existe, es continuar en la reacción, y ‘la reacción no es negación’. La negación no escoge y, por consiguiente, no es el resultado del conflicto. La opción es conflicto, y el conflicto es inmadurez. Ver la verdad como verdad, lo falso como falso y la verdad en lo falso, es el acto de la negación. Es un acto y no una idea. La total negación del pensamiento, de la idea y la palabra trae libertad con respecto a lo conocido; con la total negación del sentimiento, de las emociones y sensaciones, hay amor. El amor está más allá y por encima del pensamiento y del sentimiento. La total negación de lo conocido es la esencia de la libertad.

Al despertar temprano esta mañana, faltando aún muchas horas para el amanecer, la meditación estaba más allá de las respuestas del pensamiento; era una saeta que penetraba en lo desconocido y el pensamiento no podía seguirla. Y llegó el alba para alegrar el cielo, y tan pronto como el sol tocó las cumbres más altas, había esa inmensidad cuya pureza está más allá del sol y de las montañas.



1-    La mente: Aquí la palabra “mente” la emplea K. como sinónimo de Luz eterna, mente absoluta e indivisa, en contraposición de ‘cerebro’ o ‘mente cerebral’, es decir, el confinado espacio de la mente donde se produce el pensamiento y todas sus actividades en el área de “lo conocido”.
2-    Negar: Una de las definiciones de “negar” según el diccionario es: “Dejar de reconocer una cosa, no admitir su existencia”. La “negación” es, para K., el proceso de conciencia necesario para la Libertad. Negar el tiempo psicológico (pasado y futuro) es conciencia del ‘Ahora eterno’, y esto es destrucción del ‘yo’ (el falso centro limitado) por que el ‘ego’ funciona en el tiempo, el ego es devenir... Pero la negación es un proceso que solamente sucede en la “madurez”, es decir, sin esfuerzo.
3-    Negación’ es destrucción, desilusión (un ‘ir desechando’), es extinción (del tiempo psicológico) y por lo tanto del pensamiento mecánico (el pensar dentro del campo de ‘lo conocido’). La “negación total”, o culminación del proceso de ‘nagación’ es nirvana.



viernes, 9 de enero de 2015

Descalzo y con el pecho desnudo…



Descalzo y con el pecho desnudo,
me mezclo con la gente del mundo.
Mi ropa está rota y polvorienta,
y yo soy siempre dichoso.
No utilizo magia para alargar mi vida;
Ahora, ante mí, los árboles se llenan de vida.

                                                                                  (del Zen)





La madurez y el “ver”…


(Del Diario N°1 de Krishnamurti)
17-08-1961 (2° parte)

La madurez no es cosa del tiempo ni de la edad. No hay intervalo entre ahora y la madurez; no existe un «mientras tanto». La madurez es ese estado en que cesa toda opción; es sólo el inmaduro el que escoge y conoce el conflicto de la opción. En la madurez no hay dirección, pero existe una dirección que no es la dirección que señalan las opciones. El conflicto a cualquier nivel, a cualquier profundidad, indica inmadurez. No existe eso que llaman “el ir madurando”, excepto orgánicamente -la inevitabilidad mecánica de que ciertas cosas maduren.
 ‘La comprensión’, que consiste en superar el conflicto con todas sus complejas variedades, es madurez. Por muy compleja y sutil que sea, por dentro y por fuera, la profundidad del conflicto, puede ser comprendida. El conflicto, la frustración, la realización, son un solo movimiento interno y externo. La marea que se retira debe volver, y para ese movimiento mismo llamado marea, no hay fuera ni dentro.
El conflicto tiene que ser comprendido en todas sus formas, no intelectualmente sino ‘de hecho’, poniéndose uno realmente en contacto emocional con el conflicto. El contacto emocional, la conmoción, no es posible si el conflicto es aceptado como algo necesario desde el punto de vista intelectual, verbal, o si es negado sentimentalmente. La aceptación o la negación no alteran un hecho, ni la razón ha de producir el impacto necesario. Lo que lo hace es el acto de «ver» el hecho.

El «ver» no existe si hay condena o justificación o identificación con el hecho. El «ver» sólo es posible cuando el cerebro no participa activamente sino que observa, absteniéndose de clasificar, juzgar o evaluar.

Tiene que haber conflicto cuando existe el impulso de realizarse, con todas sus inevitables frustraciones; hay conflicto cuando hay ambición con su sutil y despiadada competencia; la envidia es parte de este incesante conflicto por ‘llegar a ser’, por lograr, por triunfar. No hay comprensión en el tiempo. La comprensión no llega mañana; jamás llegará ‘mañana’; la comprensión es ahora o nunca. Sólo existe el ahora. El «ver» es instantáneo; cuando eventualmente se borra del cerebro el significado del «ver», del comprender, entonces el ‘ver’ es instantáneo.

El «ver» es explosivo, no razonado, no calculado. El temor es el que a menudo impide «ver», comprender. El temor con sus defensas y su coraje, es el origen del conflicto. Ver no es sólo ver con el cerebro, sino también más allá de él. Ver el hecho produce su propia acción, que es por completo diferente de la acción que se basa en la idea, en el pensamiento; la acción que procede de una idea, de un pensamiento, engendra conflicto; la acción es en tal caso una aproximación, una comparación con la fórmula, con la idea, y eso es lo que produce el conflicto. No hay fin para el conflicto -grande o pequeño- dentro del campo del pensamiento.

 Al despertar muy temprano en la mañana, la extraña bendición era meditación, y la meditación era esa bendición. Estaba ahí con gran intensidad mientras uno paseaba por un apacible monte.





La meditación, un silencio sin esfuerzo…


(Del “Diario N°1”,  de Krishnamurti)

27-08-1961 (1° parte)

El torrente, al que se incorporaban otros pequeños torrentes, serpenteaba ruidoso a través del valle, y el alboroto jamás era el mismo. Tenía sus propios estados de humor, pero éstos nunca eran desagradables. Jamás un mal humor. Los torrentes pequeños poseían una nota más aguda, había en ellos más rocas y cantos rodados; tenían lugares profundos y tranquilos en la penumbra, y trechos superficiales donde danzaban las sombras; y por la noche adquirían un sonido por completo diferente, suave, dulce y vacilante. Descendían a través de diferentes valles desde fuentes distintas, una mucho más lejana que la otra; uno venía desde un glaciar y una sinuosa cascada, mientras que el otro debía proceder de una fuente demasiado lejana como para llegar hasta ella caminando. Ambos se unían al torrente más grande, el cual tenía un tono profundamente sereno, grave, más dilatado y vívido. Los tres estaban totalmente bordeados por filas de árboles y la línea curva de los árboles mostraba el lugar de donde provenían estos torrentes y hacia donde iban; eran los ocupantes de los valles y todos los demás eran extraños, incluso los árboles. Uno pudo observarlos por una hora y escucharlos en su interminable parloteo; estaban muy alegres y divertidos, aun el más grande, pese a tener que conservar cierta dignidad. Pertenecían a las montañas, venían desde alturas de vértigo cercanas al cielo y así eran de puros y nobles; no eran esnobs pero conservaban su lugar y se mantenían más bien fríos y distantes. En la oscuridad de la noche, cuando pocos escuchaban, tenían su propio canto. Era un canto compuesto por muchos cantos.
Cruzando el puente, en lo alto del monte jaspeado por el sol, la meditación era una cosa por completo diferente. Era un silencio sin esfuerzo, sin deseo ninguno, sin búsqueda, sin requerimiento alguno del cerebro; los pajarillos se alejaban gorjeando, las ardillas se perseguían sobre los árboles, la brisa jugueteaba con las hojas y había silencio. El torrente pequeño, el que venía desde una gran distancia, estaba más alegre que nunca y, no obstante, había silencio, no afuera sino muy profundamente en lo interno. Había una completa quietud en la totalidad de la mente, la cual no tenía límites. No era el silencio que existe dentro de un espacio cercado, en un área que está dentro de los límites del pensamiento y que entonces se reconoce como silencio. No había fronteras ni medidas y, por lo tanto, el silencio no estaba contenido en la experiencia para ser reconocido y guardado. Podría no volver a ocurrir jamás, y de hacerlo seria por completo diferente. El silencio no puede repetirse a si mismo; sólo el cerebro por medio de la memoria y los recuerdos puede repetir lo que ha sido, pero lo que ha sido no es lo real.
La meditación era esta ausencia total de una conciencia acumulada por el tiempo y el espacio. El pensamiento, núcleo esencial de la conciencia, no puede, haga lo que haga, producir ‘este silencio’; el cerebro con todas sus sutiles y complicadas actividades debe aquietarse por su propia cuenta, sin la promesa de ninguna recompensa o seguridad. Sólo entonces puede ser sensible, vivo y silencioso. El cerebro que comprende sus propias actividades, las ocultas y las visibles, es parte de la meditación; constituye el fundamento de la meditación; sin eso la meditación es sólo autoengaño, autohipnosis, que carece en absoluto de significación. Tiene que haber silencio para que tenga lugar la explosión creadora.




martes, 6 de enero de 2015

El amor: la llama sin el humo…


26 de agosto de 1961. (Diario n°1 de Krishnamurti)

Había sido una mañana hermosa, soleada, llena de luz y de sombras; el jardín del hotel cercano rebosaba de colores, de todos los colores, y éstos eran tan brillantes y el pasto era tan verde que lastimaban los ojos y el corazón. Y más allá las montañas resplandecían destacándose frescas y nítidas bañadas por el rocío de la mañana.
Era una mañana encantadora, y había belleza por todas partes; sobre el estrecho puente, en lo alto de un sendero que está al otro lado del torrente y que penetra en el monte, donde la luz jugaba con las hojas que temblaban y cuyas sombras se movían; eran plantas comunes pero sobrepasaban con su verdor y frescura a todos los árboles que se encumbraban hacia el cielo azul. Uno no podía más que maravillarse de todo este encanto, este derroche, este estremecimiento; no se podía estar sino atónito ante la quieta dignidad de cada árbol, de cada planta, y ante la infinita alegría de esas negras ardillas con sus largas y peludas colas. Las aguas del torrente se veían claras y centelleantes al sol que llegaba a través de las hojas. Había humedad en el monte y se estaba bien.
Mientras uno permanecía ahí observando la constante danza de las hojas, súbitamente advino «lo otro», un suceso intemporal, y hubo quietud. Era una quietud en la que todo se movía, danzaba y gritaba; no era la quietud que viene cuando una máquina deja de trabajar; la quietud mecánica es una cosa y la quietud en el vacío es otra. Lo uno es repetitivo, habitual, corruptor, y es buscado como un refugio por el cerebro cansado y en conflicto; lo otro es explosivo, nunca es lo mismo, no puede ser buscado, jamás es repetitivo y, por lo tanto, no brinda refugio alguno. Una quietud así fue la que advino y permaneció mientras paseábamos sin rumbo, y la belleza del monte se intensificó y los colores estallaron para ser atrapados en las hojas y en las flores… No era una iglesia muy vieja, como de los comienzos del siglo diecisiete, al menos eso decía sobre la bóveda; había sido renovada y la madera era de pino ligeramente coloreado, y los clavos de acero se velan brillantes y pulidos, lo que era imposible, por supuesto; uno estaba casi seguro de que quienes se habían reunido allí para escuchar alguna música, nunca miraban esos Pavos que llenaban todo el techo. No era una iglesia muy ortodoxa, no había olor de incienso, velas ni imágenes. Estaba ahí y el sol penetraba a través de los ventanales. Había muchos chicos a quienes se les había dicho que no hablaran ni jugaran, lo que no les impedía estar inquietos…; se les veía terriblemente solemnes y con los ojos prontos para reír. Uno de ellos deseaba jugar y se aproximó, pero era demasiado tímido para acercarse más. Ensayaban para el concierto de esa noche; había interés y todos estaban respetuosamente solemnes. Afuera el pasto era brillante, el cielo de un claro azul y había innumerables sombras…

¿Por qué…, por qué esta eterna lucha para ser perfecto, para alcanzar la perfección, igual que las máquinas? La idea, el ejemplo, el símbolo de la perfección es algo maravilloso, ennoblecedor, pero, ¿existe la perfección? Por supuesto que existe el intento de imitar lo perfecto, ‘el ejemplo perfecto’. ¿Es perfección la imitación? ¿Existe la perfección o es ésta meramente una idea que el predicador le da al hombre para mantenerlo respetable? En la idea de perfección hay mucho bienestar y seguridad, y ella es siempre provechosa tanto para el sacerdote como para el que está tratando de llegar a ser perfecto. Un hábito mecánico repetido una y otra y otra vez, puede eventualmente ser perfeccionado; sólo el hábito puede perfeccionarse. Pensar, creer en la misma cosa una y otra vez sin ninguna desviación, se vuelve un hábito mecánico y tal vez sea ésta la clase de perfección que todos desean… Esto cultiva “un perfecto muro de resistencia”, el cual impedirá cualquier perturbación, cualquier incomodidad. Además, la perfección es una forma glorificada del triunfo, y la ambición es exaltada por la respetabilidad y los representantes y héroes del éxito.

La perfección no existe, es una cosa fea, salvo en una máquina. El intento de ser perfecto es, realmente, un intento de batir el récord, como en el golf; se santifica la competencia: competir con el prójimo y con Dios para alcanzar la perfección es lo que llaman fraternidad y amor. Pero cada intento de perfección sólo conduce a una confusión mayor y a más dolor, lo que únicamente da mayor ímpetu para tratar de ser más perfecto.
Es curioso, siempre queremos ser perfectos en algo o con relación a algo; esto provee los medios para la realización, y el placer de la realización es, desde luego, vanidad. Él en cualquiera de sus formas, es brutal y lleva al desastre. El deseo de perfección externa o interna niega el amor, y sin amor, haga uno lo que haga, siempre habrá frustración y dolor.

El amor no es perfecto ni imperfecto; sólo cuando no hay amor surgen la perfección y la imperfección. El amor jamás se esfuerza en pos de algo; no procura llegar a ser perfecto. El amor es la llama sin el humo…; en el esfuerzo por ser perfecto sólo hay muchísimo humo…; la perfección, pues, descansa únicamente en el esfuerzo que es mecánico, más y más perfecto por el hábito, por la imitación, por la acción de engendrar más temor. Todos somos educados para competir, para alcanzar el éxito; entonces el fin se torna importantísimo y el amor por la cosa misma desaparece. Entonces el instrumento musical se usa no por amor al sonido sino por lo que el instrumento ha de producir: fama, dinero, prestigio, etc.

El ‘ser’ es infinitamente más importante que el devenir. Ser no es lo opuesto de devenir; si es lo opuesto o está en oposición, entonces no es el ser. Cuando el devenir muere completamente, entonces existe el ser. Pero este ser no es estático; no es aceptación ni es mera negación; el devenir, el ‘llegar a ser’ esto o aquello, implica tiempo y espacio. Todo esfuerzo debe cesar; sólo entonces existe el ser. El ser no está dentro del campo de la virtud y la moralidad social. Hace pedazos la fórmula social de la vida. Este ‘ser’ es la vida, no el patrón de vida. Donde hay vida no existe la perfección; la perfección es una idea, una palabra; la vida, el ser, está más allá de toda fórmula del pensamiento. Cuando la palabra, el ejemplo y el patrón son destruidos, ahí está el ser.

Durante horas y por relámpagos, esta bendición había estado ahí. Al despertar esta mañana muchas horas antes de la salida del sol, cuando había eclipse de luna, ahí estaba, con tanta fuerza y poder que el sueño no fue posible por un par de horas. Hay en ello una extraña pureza e inocencia.