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lunes, 19 de enero de 2015

Dos palomas…


(Del ‘Diario N°1’, de Krisnamurti)

5-09-61.-

(…) Hay dos palomas que han hecho su nido bajo el tejado de pizarra al otro lado del patio. La hembra entra primero y después, lentamente, con gran dignidad el macho la sigue, y durante toda la noche permanecen allí. Esta mañana salieron temprano, primero el macho y después la hembra; extendieron las alas, compusieron sus plumas y se tendieron aplastándose contra el frío tejado. Pronto, como desde ninguna parte, llegaron otras palomas, una docena de ellas; se posaron alrededor de estas limpiándose las plumas, arrullándose, empujándose las unas a las otras de un modo amistoso. Después, súbitamente, todas se fueron volando excepto las primeras dos. El cielo estaba cargado de densas nubes, pero lleno de luz en el horizonte donde había una larga veta de cielo azul…

La meditación no tiene comienzo ni tiene fin; en ella no hay logro ni fracaso, no hay acumulación ni renunciamiento; es un movimiento que carece de finalidad y, por tanto, está más allá y por encima del tiempo y del espacio. Experimentar la meditación es negarla, porque ‘el experimentador’(1) está atado al tiempo y al espacio, a la memoria y al reconocimiento. La base fundamental de la verdadera meditación es ese estado pasivo de lúcida percepción que consiste en la libertad total con respecto a la autoridad y la ambición, la envidia y el temor. La meditación no tiene sentido ni significación alguna sin esta libertad, sin el conocimiento de uno mismo; en tanto haya opción, no habrá conocimiento de si mismo. La opción implica conflicto, el cual impide la comprensión de ‘lo que es’.
Perderse en alguna fantasía, en ciertas creencias románticas, no es meditación; el cerebro debe despojarse de todo mito, de toda ilusión y seguridad, y enfrentarse a la realidad de que todas esas cosas son falsas. Entonces no hay distracción, todo está dentro del movimiento de la meditación. La flor es la forma, el perfume, el color y la belleza que constituye la totalidad de la flor. Si uno la rompe en pedazos, de hecho o verbalmente, entonces no hay flor, sólo un recuerdo de lo que ha sido, el cual nunca es la flor. La meditación es toda la flor en su belleza, marchitándose y viviendo.




1-      El experimentador’: Es el ‘yo’, ese centro psicológico que acumula experiencia. Tal centro no existe verdaderamente, es decir, no es “verdadero”, sino que existe mientras hay energía de ‘identificación’ con el tiempo, la forma y la experiencia…




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