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viernes, 28 de agosto de 2015

El sagrado vacío…, el éxtasis de la meditación…



 (“Diario N°1 de J. Krishnamurti)
Experiencias y reflexiones de de K. relatadas por él mismo

Octubre 3, de 1961

Las nubes eran magnificas, el horizonte estaba cubierto de ellas, salvo en el oeste donde el cielo se hallaba despejado. Algunas nubes eran negras, cargadas de truenos y lluvia; otras, de un blanco puro, llenas de luz y esplendor. Las había de todas las formas y tamaños, delicadas, amenazantes, como olas; se amontonaban las unas contra las otras, con inmenso poder y belleza. Parecían inmóviles pero había un impetuoso movimiento dentro de ellas y nada podía refrenar su arrasadora inmensidad. Un viento suave soplaba desde el oeste, conduciendo estas vastas montañas de nubes contra las colinas; las colinas daban forma a las nubes y las formas se movían con estas nubes de luz y oscuridad. Las colinas con sus aldeas desparramadas aquí y allá, esperaban por las lluvias que tanto estaban tardando en llegar; esas colinas pronto estarían verdes otra vez y los árboles perderían pronto sus hojas con el ya cercano invierno. La recta carretera estaba bordeada a cada lado con árboles de bellas formas y el automóvil la recorría a gran velocidad, aun en las curvas; había sido hecho para desarrollar grandes velocidades en carretera y se estaba comportando muy bien esa mañana(1). Lo habían modelado para acelerar, para bajar la velocidad bordeando la carretera. Muy pronto dejamos el campo y entramos en la ciudad [Roma] pero aquellas nubes estaban ahí, inmensas, furiosas y expectantes.
En medio de la noche [en Circeo], cuando todo estaba completamente quieto excepto por el ocasional grito de un búho que llamaba sin obtener respuesta, en una casita en los bosques(2), la meditación era un puro gozo, sin el aleteo de un solo pensamiento con sus interminables sutilezas; era un movimiento que no tenía fin, una observación desde el vacío en la que había cesado todo movimiento del cerebro. Era un vacío para el que nunca había existido el conocer; era un vacío que no había conocido el espacio; era un vacío de tiempo. Estaba más allá de todo ver, conocer y ser. En este vacío había furia, la furia de una tempestad, la furia del universo en explosión, la furia de la creación que nunca podría expresarse de ningún modo. Era la furia de toda la vida, la muerte y el amor… Pero no obstante era ‘el vacío’, un vasto, ilimitado vacío que nada podría llenar jamás, ni transformar, ni abarcar. La meditación era el éxtasis de este vacío…

La sutil relación que hay entre la mente(3), el cerebro y el cuerpo, es el complicado juego de la vida. Hay desdicha cuando uno predomina sobre el otro y la mente no puede dominar el cerebro o el organismo físico; cuando hay armonía entre ambos, entonces la mente puede consentir en obrar de acuerdo con ellos; ella no es un juguete de ninguno de los dos. Lo total puede contener lo particular, pero lo pequeño, la parte, jamás puede formular el todo. Es algo increíblemente sutil para ambos el vivir juntos en completa armonía, sin que el uno o el otro domine, opte, ejerza violencia.
El intelecto puede destruir el cuerpo y lo hace, y el cuerpo con su torpeza e insensibilidad puede pervertir al intelecto y ocasionar su deterioro. El descuido del cuerpo con su complacencia y sus gustos en reclamo permanente, con sus apetitos, puede volver al cuerpo pesado e insensible y así embotar el pensamiento. Y el pensamiento, cuando se torna más refinado, más sagaz, puede descuidar y de hecho descuida las exigencias del cuerpo, el que entonces comienza a pervertir al pensamiento (…).
El cuerpo y el cerebro han de ser sensibles y estar en armonía para acompañar la increíble sutileza de la mente, que siempre es explosiva y destructiva. La mente no es un juguete del cerebro, cuya función es mecánica.
Cuando se ve la absoluta necesidad de una armonía total del cerebro y del cuerpo, entonces el cerebro vigilará al cuerpo sin dominarlo, y este mismo vigilar agudiza al cerebro y hace que el cuerpo sea sensible. El ver es el hecho, y con el hecho no hay transacciones; el hecho podrá ser descartado, negado o eludido, pero seguirá siendo un hecho. Lo que es esencial es la comprensión del hecho y no su evaluación. Cuando el hecho es visto, entonces el cerebro está alerta a los hábitos, a los factores degenerativos del cuerpo. Entonces el pensamiento no impone una disciplina sobre el cuerpo ni lo controla. Porque la disciplina y el control contribuyen a la insensibilidad, y cualquier forma de insensibilidad es deterioro, marchitez.

De nuevo al despertar, automóviles rugiendo en la cuesta de la colina y en el aire se respiraba el aroma de un bosquecillo cercano, y la lluvia golpeaba sobre la ventana, ahí estaba otra vez «lo otro» llenando la habitación; era intenso y había en ello una sensación de furia; era la furia de una tormenta, de un río pletórico y rugiente, la furia de la inocencia. Estaba ahí en la habitación con tal plenitud, que toda forma de meditación llegó a su fin y el cerebro estaba mirando, sintiendo desde su propio vacío. Ello persistió por un tiempo considerable pese a la furia de su intensidad, o bien a causa de ella. El cerebro quedó vacío, lleno de «lo otro», que hacia trizas cuanto uno pensaba, sentía o veía; era un vacío en el que nada existía. Ese vacío era completa destrucción.



1.   En la ruta de regreso a Roma desde Circeo, donde pasó tres noches en el Hotel «La Baya d’argento».
2.-  Una de las pequeñas casas que pertenecen al hotel de Circeo, situado en un jardín boscoso. Hay allí mucha tranquilidad. Cada casa contenía dos
dormitorios, un cuarto de baño y una sala de estar.
3- La mente: Aquí K. habla de ‘la mente’ como lo inconmensurable, es decir, la mente sin barreras de tiempo, espacio y forma, el oc{eano de vida que lo compenetra todo…. La palabra “cerebro” la emplea para dar a entender el mecanismo del pensamiento, siempre limitado. K. no habla de ‘mente concreta’ o inferior y de ‘mente superior’, términos empleados por otros autores; sino que habla de ‘cerebro’ y ‘mente’.




Una gran Bienaventuranza…



Día 28-9-61.-  (Del “Diario N°1”, de J. Krishnamurti)

En raros e inesperados momentos, «lo otro»(1) ha venido súbita e imprevisiblemente y prosiguió su camino, sin invitación y sin que hubiera habido necesidad de ello. Toda necesidad y toda exigencia interna deben cesar por completo para que ello sea.
La meditación en las tranquilas horas de la madrugada, sin ningún automóvil cerca que metiera ruido, era el descubrimiento de ‘la belleza’. No era el pensamiento; no era ninguna sustancia externa o interna que estuviera expresándose a sí misma; no era el movimiento del tiempo, porque el cerebro estaba quieto. Era la negación total de todo lo conocido, no una reacción sino una negación que no tenía causa; era un movimiento en completa libertad, un movimiento que no tenía dirección ni medida; en ese movimiento había una energía ilimitada cuya misma esencia era silencio, quietud. Su acción era inacción total, y la esencia de esa inacción es libertad. Había una gran bienaventuranza, un gran éxtasis que pereció al ser tocado por el pensamiento.


1- “Lo otro”: Es una de las maneras de como K. se refería a “lo inmensurable”, a ‘La Presencia indescriptible’… Le llamaba “lo otro” por que es una manera de ‘no describir’ aquello que está más allá del plano del pensamiento, más allá de toda descripción.