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martes, 25 de noviembre de 2014

‘Como una hoja nueva, totalmente indefensa’…



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti, escrito en 1961)

4 de agosto.

Esta mañana uno despertó muy temprano; todavía estaba oscuro pero pronto amanecería; hacia el Este, a la distancia había una pálida luz. El cielo estaba bien despejado y era casi visible la forma de las montañas y de las colinas. Había mucha quietud. Desde este vasto silencio, súbitamente, en el momento en que uno se incorporó en la cama, cuando el pensamiento estaba quieto y ausente, cuando no había siquiera el susurro de un sentimiento, advino ‘aquello’ que ahora ya era una realidad sólida, inagotable. Era algo compactó sin peso, sin medida; estaba ahí y fuera de ello nada existía. Estaba ahí, y no había otra cosa. Las palabras sólido, inmóvil, imperecedero no transmiten en modo alguno esta condición de estabilidad intemporal. Ninguna de estas palabras ni palabra alguna podrían comunicar la naturaleza de ‘eso’ que estaba ahí. Sólo eso existía totalmente, en sí mismo, y nada más; eso que era la totalidad de todas las cosas, la esencia.
La pureza de ello persistió dejándolo a uno sin pensamiento, sin actividad. No es posible unirse a ello (1); no es posible unirse a un río que fluye rápidamente. Uno jamás puede unirse a lo que no tiene forma, ni medida, ni cualidad. Ello es; ‘eso’ es todo. Qué profundamente maduras y tiernas se han vuelto todas las cosas… y, extrañamente, la vida entera está en ello; como una hoja nueva, totalmente indefensa.



1-      Evidentemente aquí K. se refiere al ‘yo’, que es pensamiento. El ‘yo’, que es tiempo y pensamiento,  nunca puede unirse al ‘río atemporal de la Esencia’. El pensamiento debe cesar, naturalmente…, sin esfuerzo… Eso es: “meditación”.




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