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jueves, 31 de diciembre de 2015

La transformación radical en el mundo


Del libro “Vivir de instante en instante”
Conferencias de J. K. en Bangalore, en 1948.


…En las últimas pláticas hemos considerado la importancia de la acción individual, que no es opuesta a la acción colectiva. El individuo es el mundo; él es a un tiempo la raíz y el resultado del proceso total, y sin la transformación del individuo no puede haber transformación radical en el mundo.

Lo importante, por consiguiente, no es la acción individual en oposición a la acción colectiva; sino el comprender que la verdadera acción colectiva sólo puede surgir por obra de la regeneración individual.
Es importante comprender la acción individual, que no es opuesta a lo colectivo. Porque lo individual, después de todo -vosotros y vuestro prójimo- forman parte de un proceso total; el individuo no es un proceso separado, aislado. Vosotros, en suma, sois el producto de la humanidad en su conjunto, aunque estéis condicionados por el clima, la religión y la sociedad.

Sois el proceso total del hombre, y por lo tanto, cuando os comprendéis a vosotros mismos como proceso total -no como proceso separado, opuesto a la masa o a lo colectivo- mediante esa comprensión de vosotros mismos puede haber una transformación radical.


La Virtud nace del Vacío



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

Día 7-10-1961.-

Había comenzado a llover y el cielo estaba cargado de nubes; antes de que estuviera completamente cubierto, nubes inmensas llenaban el horizonte, y era algo maravilloso verlas, tan vastas, tan pacificas, con la paz de un poder y una fuerza enormes. Y las colinas de la Toscana se hallaban muy cerca de esas nubes aguardando su furia. Ésta llegó durante la noche estallando en truenos y relámpagos que mostraban a cada hoja vibrante de viento y de vida. Era una noche espléndida, plena de tormenta, vida e inmensidad. Toda la tarde «lo otro» había estado presente en el automóvil y en la calle. Estuvo ahí la mayor parte de la noche y esta mañana temprano mucho antes del amanecer, cuando la meditación se abría paso en desconocidas profundidades y alturas; ahí estaba con furia insistente. La meditación se rindió a «lo otro». Ello estaba ahí, en la habitación, en las ramas de ese enorme árbol del jardín; estaba ahí con un poder tan increíble que los mismos huesos parecían presionar a través de todo el ser inmovilizando completamente el cuerpo y el cerebro. Había estado ahí toda la noche en una forma benigna y suave, y el sueño se tornó en algo muy liviano, pero a medida que el alba se aproximaba, ello se convirtió en un poder quebrantador, penetrante. El cuerpo y el cerebro estaban muy alertas, escuchando el crujir de las hojas y viendo la llegada del amanecer a través de las oscuras ramas de un alto y erguido pino. Había en ello una gran dulzura y belleza que estaban más allá y fuera de todo pensamiento y emoción. Estaba ahí, y con ello había una bendición.

La fuerza no es el opuesto de la debilidad; todos los opuestos engendran ulteriores opuestos. La fuerza no es un evento de la voluntad, y la voluntad es acción siempre contradictoria. Existe una fuerza que no tiene causa, que no es el producto de múltiples decisiones. Es esa fuerza que hay en la negación; esa fuerza que nace de la madura y total soledad. Es esa fuerza que adviene cuando han cesado completamente todo esfuerzo y conflicto. Está ahí cuando llegan a su fin todo pensamiento y sentimiento y solamente existe el ver. Está ahí cuando la ambición, la codicia, la envidia han cesado sin compulsión alguna, marchitándose con la comprensión. Esa fuerza existe cuando el amor es muerte y la muerte es vida. La esencia de esa fuerza es humildad.
¡Qué fuerte es la hoja recién nacida en primavera, tan vulnerable, tan fácil de destruir! La vulnerabilidad es la esencia de la virtud. La virtud nunca puede resistir el oropel de la respetabilidad y la vanidad del intelecto. La virtud no es la continuidad mecánica de una idea, de un pensamiento dentro del hábito. La fuerza de la virtud radica en que ésta es fácilmente destruida para renacer de nuevo cada vez. Fuerza y virtud van juntas porque ninguna de las dos puede existir sin la otra. Ambas pueden sobrevivir únicamente en el vacío.





martes, 1 de septiembre de 2015

Un ‘ver’ desde el vacío…


(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)
Día 8-10-1961.-

Había estado lloviendo todo el día; los caminos estaban fangosos, en el río había más agua pardusca y la pequeña cascada estaba metiendo más bulla. Era una noche tranquila, una invitación A las lluvias que no habían parado un momento hasta tempranas horas de la mañana. Y súbitamente salió el sol, y hacia el oeste el cielo estaba y lavado por la lluvia, con esas enormes nubes plenas de luz y esplendor. Era una bella mañana, y mirando hacia el oeste, con el cielo tan intensamente azul, desaparecieron todo pensamiento, toda emoción, y sólo existía ‘un ver desde el vacío’.

Antes del amanecer, la meditación era una inmensa apertura en lo desconocido. Nada puede abrir la puerta, salvo la destrucción completa de lo conocido. La meditación es comprensión explosiva. No hay comprensión sin el conocimiento de uno mismo; aprender acerca de sí mismo no es acumular conocimientos al respecto; la acumulación de conocimientos impide el ‘aprender’; el aprender no es un proceso aditivo; el aprender es de instante en instante, como lo es el comprender. Este proceso total del aprender es la cualidad explosiva que hay en la meditación.

El amor…


Vivencias y reflexiones de de K. relatadas por él mismo, en su “Diario N°1”.

Párrafo del día  4 de octubre de 1961


(…) El amor no tiene continuidad; no puede ser trasladado al mañana, no tiene futuro. Si lo tiene es memoria, recuerdos, y los recuerdos son cenizas de todo cuanto está muerto y sepultado. El amor no tiene mañana; no puede ser encerrado en el tiempo y convertido en algo ‘respetable’. El amor está ahí cuando el tiempo no está. El amor no tiene expectativas ni esperanzas; la esperanza engendra la desesperación. No pertenece a ningún dios y, por tanto, a ningún pensamiento ni sentimiento. No puede ser conjurado por el cerebro. Vive y muere a cada minuto. Es destrucción sin mañana. El amor es destrucción.


viernes, 28 de agosto de 2015

El sagrado vacío…, el éxtasis de la meditación…



 (“Diario N°1 de J. Krishnamurti)
Experiencias y reflexiones de de K. relatadas por él mismo

Octubre 3, de 1961

Las nubes eran magnificas, el horizonte estaba cubierto de ellas, salvo en el oeste donde el cielo se hallaba despejado. Algunas nubes eran negras, cargadas de truenos y lluvia; otras, de un blanco puro, llenas de luz y esplendor. Las había de todas las formas y tamaños, delicadas, amenazantes, como olas; se amontonaban las unas contra las otras, con inmenso poder y belleza. Parecían inmóviles pero había un impetuoso movimiento dentro de ellas y nada podía refrenar su arrasadora inmensidad. Un viento suave soplaba desde el oeste, conduciendo estas vastas montañas de nubes contra las colinas; las colinas daban forma a las nubes y las formas se movían con estas nubes de luz y oscuridad. Las colinas con sus aldeas desparramadas aquí y allá, esperaban por las lluvias que tanto estaban tardando en llegar; esas colinas pronto estarían verdes otra vez y los árboles perderían pronto sus hojas con el ya cercano invierno. La recta carretera estaba bordeada a cada lado con árboles de bellas formas y el automóvil la recorría a gran velocidad, aun en las curvas; había sido hecho para desarrollar grandes velocidades en carretera y se estaba comportando muy bien esa mañana(1). Lo habían modelado para acelerar, para bajar la velocidad bordeando la carretera. Muy pronto dejamos el campo y entramos en la ciudad [Roma] pero aquellas nubes estaban ahí, inmensas, furiosas y expectantes.
En medio de la noche [en Circeo], cuando todo estaba completamente quieto excepto por el ocasional grito de un búho que llamaba sin obtener respuesta, en una casita en los bosques(2), la meditación era un puro gozo, sin el aleteo de un solo pensamiento con sus interminables sutilezas; era un movimiento que no tenía fin, una observación desde el vacío en la que había cesado todo movimiento del cerebro. Era un vacío para el que nunca había existido el conocer; era un vacío que no había conocido el espacio; era un vacío de tiempo. Estaba más allá de todo ver, conocer y ser. En este vacío había furia, la furia de una tempestad, la furia del universo en explosión, la furia de la creación que nunca podría expresarse de ningún modo. Era la furia de toda la vida, la muerte y el amor… Pero no obstante era ‘el vacío’, un vasto, ilimitado vacío que nada podría llenar jamás, ni transformar, ni abarcar. La meditación era el éxtasis de este vacío…

La sutil relación que hay entre la mente(3), el cerebro y el cuerpo, es el complicado juego de la vida. Hay desdicha cuando uno predomina sobre el otro y la mente no puede dominar el cerebro o el organismo físico; cuando hay armonía entre ambos, entonces la mente puede consentir en obrar de acuerdo con ellos; ella no es un juguete de ninguno de los dos. Lo total puede contener lo particular, pero lo pequeño, la parte, jamás puede formular el todo. Es algo increíblemente sutil para ambos el vivir juntos en completa armonía, sin que el uno o el otro domine, opte, ejerza violencia.
El intelecto puede destruir el cuerpo y lo hace, y el cuerpo con su torpeza e insensibilidad puede pervertir al intelecto y ocasionar su deterioro. El descuido del cuerpo con su complacencia y sus gustos en reclamo permanente, con sus apetitos, puede volver al cuerpo pesado e insensible y así embotar el pensamiento. Y el pensamiento, cuando se torna más refinado, más sagaz, puede descuidar y de hecho descuida las exigencias del cuerpo, el que entonces comienza a pervertir al pensamiento (…).
El cuerpo y el cerebro han de ser sensibles y estar en armonía para acompañar la increíble sutileza de la mente, que siempre es explosiva y destructiva. La mente no es un juguete del cerebro, cuya función es mecánica.
Cuando se ve la absoluta necesidad de una armonía total del cerebro y del cuerpo, entonces el cerebro vigilará al cuerpo sin dominarlo, y este mismo vigilar agudiza al cerebro y hace que el cuerpo sea sensible. El ver es el hecho, y con el hecho no hay transacciones; el hecho podrá ser descartado, negado o eludido, pero seguirá siendo un hecho. Lo que es esencial es la comprensión del hecho y no su evaluación. Cuando el hecho es visto, entonces el cerebro está alerta a los hábitos, a los factores degenerativos del cuerpo. Entonces el pensamiento no impone una disciplina sobre el cuerpo ni lo controla. Porque la disciplina y el control contribuyen a la insensibilidad, y cualquier forma de insensibilidad es deterioro, marchitez.

De nuevo al despertar, automóviles rugiendo en la cuesta de la colina y en el aire se respiraba el aroma de un bosquecillo cercano, y la lluvia golpeaba sobre la ventana, ahí estaba otra vez «lo otro» llenando la habitación; era intenso y había en ello una sensación de furia; era la furia de una tormenta, de un río pletórico y rugiente, la furia de la inocencia. Estaba ahí en la habitación con tal plenitud, que toda forma de meditación llegó a su fin y el cerebro estaba mirando, sintiendo desde su propio vacío. Ello persistió por un tiempo considerable pese a la furia de su intensidad, o bien a causa de ella. El cerebro quedó vacío, lleno de «lo otro», que hacia trizas cuanto uno pensaba, sentía o veía; era un vacío en el que nada existía. Ese vacío era completa destrucción.



1.   En la ruta de regreso a Roma desde Circeo, donde pasó tres noches en el Hotel «La Baya d’argento».
2.-  Una de las pequeñas casas que pertenecen al hotel de Circeo, situado en un jardín boscoso. Hay allí mucha tranquilidad. Cada casa contenía dos
dormitorios, un cuarto de baño y una sala de estar.
3- La mente: Aquí K. habla de ‘la mente’ como lo inconmensurable, es decir, la mente sin barreras de tiempo, espacio y forma, el oc{eano de vida que lo compenetra todo…. La palabra “cerebro” la emplea para dar a entender el mecanismo del pensamiento, siempre limitado. K. no habla de ‘mente concreta’ o inferior y de ‘mente superior’, términos empleados por otros autores; sino que habla de ‘cerebro’ y ‘mente’.




Una gran Bienaventuranza…



Día 28-9-61.-  (Del “Diario N°1”, de J. Krishnamurti)

En raros e inesperados momentos, «lo otro»(1) ha venido súbita e imprevisiblemente y prosiguió su camino, sin invitación y sin que hubiera habido necesidad de ello. Toda necesidad y toda exigencia interna deben cesar por completo para que ello sea.
La meditación en las tranquilas horas de la madrugada, sin ningún automóvil cerca que metiera ruido, era el descubrimiento de ‘la belleza’. No era el pensamiento; no era ninguna sustancia externa o interna que estuviera expresándose a sí misma; no era el movimiento del tiempo, porque el cerebro estaba quieto. Era la negación total de todo lo conocido, no una reacción sino una negación que no tenía causa; era un movimiento en completa libertad, un movimiento que no tenía dirección ni medida; en ese movimiento había una energía ilimitada cuya misma esencia era silencio, quietud. Su acción era inacción total, y la esencia de esa inacción es libertad. Había una gran bienaventuranza, un gran éxtasis que pereció al ser tocado por el pensamiento.


1- “Lo otro”: Es una de las maneras de como K. se refería a “lo inmensurable”, a ‘La Presencia indescriptible’… Le llamaba “lo otro” por que es una manera de ‘no describir’ aquello que está más allá del plano del pensamiento, más allá de toda descripción.


lunes, 27 de abril de 2015

Mirar sin el pensamiento


30-9-1961.- (Diario N°1 de J.K.)

El sol se estaba poniendo entre grandes nubes coloreadas tras de las colinas de Roma; eran nubes brillantes, el cielo estaba salpicado de ellas, y toda la tierra se puso espléndida, aun los postes del telégrafo y las interminable filas de edificios. Pronto oscurecería y el automóvil corría velozmente. Las colinas se desvanecían y la campiña se aplanaba. Mirar con el pensamiento y mirar sin el pensamiento son dos cosas diferentes. Mirar con el pensamiento esos árboles al costado de la carretera y los edificios al otro lado de los áridos campos, mantiene al cerebro atado a sus propias amarras de tiempo, experiencia, memoria; la maquinaria del pensamiento trabaja interminablemente, sin descanso, sin frescor; el cerebro se vuelve torpe, insensible, sin el poder de recuperación. Está eternamente respondiendo al reto, y su respuesta es inapropiada, nunca es fresca, nueva. Mirar con el pensamiento mantiene al cerebro en ‘el surco del hábito’ y del reconocimiento; lo torna cansado y perezoso; vive dentro de las estrechas limitaciones de su propia hechura. Nunca es libre. Esta libertad tiene lugar cuando no es el pensamiento el que mira; mirar sin el pensamiento no significa una observación en blanco, estar ausente, distraído. Cuando el pensamiento no mira, entonces hay sólo observación, sin el proceso mecánico del reconocimiento y la comparación, la justificación y la condena. Este ver no fatiga al cerebro porque han cesado todos los procesos mecánicos del tiempo. Mediante el completo descanso, el cerebro se refresca a fin de responder sin reacción, de vivir sin deterioro, de morir sin la tortura de los problemas.
Mirar sin el pensamiento es ver sin la interferencia del tiempo, del conocimiento y el conflicto. Esta libertad para ver no es una reacción; todas las reacciones tienen causas; mirar sin reacción alguna no es indiferencia, ni aislamiento, ni separativa frialdad. Ver sin el mecanismo del pensamiento es el ver total sin particularización ni división, lo que no significa que la separación y la desigualdad no existan. El árbol no se transforma en una casa ni la casa en un árbol. Ver sin el pensamiento no adormece el cerebro; por el contrario, éste se halla totalmente despierto, atento, sin fricción ni dolor.


La atención sin las fronteras del tiempo es el florecimiento de la meditación.



“Lo Otro”… lo Sagrado



Día 27-9-61.-  (Diario N°1, de J. Krishnamurti)

Caminando a lo largo de la vía pavimentada que domina la basílica mayor y más abajo los famosos escalones que llevan a la fuente (Italia), con gran cantidad de flores selectas de variados y múltiples colores, y cruzando la atestada plaza seguimos por una estrecha calle de dirección única [vía Margutta], tranquila, con no demasiados automóviles; ahí, en esa calle oscuramente iluminada, súbitamente y del modo más inesperado advino «lo otro» con tan intensa ternura y belleza que el cuerpo y el cerebro quedaron inmóviles. Hasta ahora y por algunos días ello no había hecho sentir su inmensa ‘presencia’; estaba ahí vagamente, a la distancia, sólo un susurro y, no obstante, en él lo inmenso se manifestaba sutilmente, con expectante paciencia… El pensamiento y el habla se desvanecieron y había un júbilo peculiar acompañado de claridad. Ello prosiguió con menor intensidad por la larga y estrecha calle hasta que el rugir del tráfico y el atestado pavimento nos tragaron a todos.
Era una bendición que estaba más allá de todas las imágenes y pensamientos…


sábado, 11 de abril de 2015

El florecimiento de la comprensión



25 de setiembre de 1961.- (Del ‘Diario N°1’ de J. Krishnamurti)

La meditación es el florecimiento de la comprensión. La comprensión no está de las fronteras del tiempo; el tiempo nunca trae comprensión. La comprensión no es un proceso gradual para ser acumulado poco a poco, con solicitud y paciencia. La comprensión es ahora o nunca; es ‘un rayo que destruye’, no una cosa dócil y manejable; es a esto a lo que uno teme, a lo que destroza, y por eso lo evita consciente o inconscientemente.
La comprensión puede alterar el curso de la vida, el modo que uno tiene de pensar y actuar; puede ser agradable o no, pero el comprender es un riesgo para cualquier relación. Pero sin la comprensión no hay fin para el dolor. El dolor termina sólo a través del conocimiento propio, de la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y sentimiento, de cada uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto. La meditación es la comprensión de la conciencia, la recóndita y la visible, y del movimiento que se encuentra más allá de todo pensamiento y sentimiento.
El especialista no puede percibir lo total; su cielo es aquel en el que se especializa, pero su cielo es un asunto mezquino del cerebro, el cielo de la religión o el del técnico. La capacidad, el don es, evidentemente, perjudicial, porque fortifica el egocentrismo; es algo fragmentario y, por lo tanto, engendra conflicto. La capacidad tiene significación sólo en la percepción total de la vida, la que está en el campo de la mente y no del cerebro. La capacidad con su función está dentro de los límites del cerebro y por eso se torna despiadada, indiferente al proceso total de la vida. La capacidad engendra orgullo, envidia, y su realización se vuelve importantísima; así es como produce confusión, enemistad y dolor; ella tiene su significado únicamente en la percepción total de la vida.
La vida no está meramente en un nivel fragmentario -pan, sexo, prosperidad, ambición; la vida no es fragmentaria; cuando se la obliga a serlo se torna enteramente una cuestión de desesperación y desdicha sin fin. El cerebro funciona en la especialización del fragmento, en las actividades autoaislantes y dentro del campo limitado del tiempo; de ver la totalidad de la vida. El cerebro, por muy educado que esté es sólo una parte, no la totalidad. Sólo la mente(1) ve lo total, y dentro del campo de la mente está el cerebro; el cerebro no puede contener a la mente, haga lo que haga.
Para que haya un ver total, el cerebro tiene que estar en un estado de negación. La negación no es el opuesto de lo positivo; todos los opuestos están estrechamente relacionados entre sí. La negación no tiene opuesto. El cerebro ha de hallarse en estado de negación para que haya un ver total, no debe interferir con sus evaluaciones y justificaciones, con sus acusaciones y defensas. Tiene que estar quieto, no aquietado por compulsión de ninguna clase, porque en ese caso es un cerebro muerto que meramente imita o se amolda. Cuando se halla en estado de negación, está quieto sin preferencia alguna, sin opción. Sólo entonces existe un ver total. En este ver total, que es la cualidad de la mente, no hay uno que ve, un observador ni un experimentador; sólo existe el ver. La mente está entonces por completo despierta. En este estado de completo despertar no existen el observador y lo observado; sólo hay luz, claridad. Cesan la contradicción y el conflicto entre el pensador y el pensamiento.





1- La mente: K. utiliza a la palabra ‘mente’ para referirse a la mente ilimitada, como principio cósmico. El cerebro funciona dentro de la ilimitada mente y la limita, pero cuando el cerebro queda en total quietud (natural, no forzada) el hombre es capaz de VER con la mente ilimitada, siendo este ‘un ver total’; y allí desaparece ‘el observador’.





Hierba y flor…


Diario N°1 de J. Krishnamurti

24 de setiembre de 1961

Era un sector de césped bellamente conservado, no muy grande e increíblemente verde; estaba detrás de una vería de hierro, bien regado, cuidado con esmero, alisado y espléndidamente vivo, centelleante en su belleza. Debía tener muchos centenares de años; no había en él ni una silla, estaba aislado y guardado por una alta y estrecha cerca. Al terminar el césped había un único rosal con una sola rosa roja plenamente florecida. Ello era un milagro, el delicado césped y la única rosa; estaban ahí apartados de todo el mundo del ruido, el mundo del caos y la desdicha; aunque fuera el hombre quien las había puesto ahí, esas cosas eran bellísimas, bellísimas mucho más allá de los museos, las torres y la graciosa línea de los puentes. Eran espléndidas en su espléndida indiferencia. Eran lo que eran, hierba y flor y ninguna otra cosa. Había gran belleza y quietud en torno de ellas, y la dignidad de la pereza. Era una tarde calurosa sin la más pequeña brisa y con el aire impregnado del olor de los escapes de tantos automóviles, pero ahí la hierba tenía su aroma propio y uno podía casi oler el perfume de la solitaria rosa.
Al despertar muy temprano, con la luna llena penetrando en la habitación, la cualidad del cerebro era diferente. Este no estaba dormido ni pesado de sueño; se hallaba totalmente despierto, observando; no se observaba a sí mismo, sino algo que estaba más allá de él. Se hallaba lúcidamente atento, atento a sí mismo como parte de un movimiento total de la mente. El cerebro funciona en la fragmentación; funciona en partes, dividido. Se especializa. Nunca es lo total; trata de capturar lo total, de comprenderlo, pero no puede. Por su misma naturaleza el pensamiento es siempre incompleto, como lo es el sentimiento; el pensamiento, que es la respuesta de la memoria, puede funcionar únicamente con las cosas que conoce o que interpreta a partir de lo que ha conocido -el conocimiento; el cerebro es el producto de la especialización; no puede ir más allá de sí mismo. Él se divide y especializa -el científico, el artista, el sacerdote, el abogado, el técnico, el agricultor. Al funcionar, el cerebro proyecta el «status» que le es propio, los privilegios, el poder, el prestigio. La función y el «status» van juntos, porque el cerebro es un organismo autoprotector. De la exigencia de «status» se originan los elementos opuestos y contradictorios que hay en la sociedad. El especialista no puede ver ‘lo total’.




viernes, 10 de abril de 2015

La negación del poder: el comienzo de la virtud



Diario N°1 de K.

23-09-1961.- (1° parte)

Es muy singular cómo cada uno anhela el poder, el poder del dinero, de la posición, la capacidad, el conocimiento. En el ganar poder hay conflicto, confusión y dolor. El ermitaño y el político, la dueña de casa y el científico buscan el poder. Para obtenerlo se matarán y destruirán los unos a los otros. Los ascetas, por medio de la abnegación del yo, del control, de la represión, conquistan ese poder; el político logra ese poder gracias a su palabra, a su capacidad, a su destreza; la esposa y el marido sienten este poder mediante el dominio del uno sobre el otro; el sacerdote que ha asumido, que ha tomado a su cargo la responsabilidad de su dios, conoce este poder. Todos buscan este poder, o desean estar asociados con el poder divino o mundano. El poder engendra autoridad y con ésta llegan el conflicto, la confusión y el dolor. La autoridad corrompe a quien la tiene y a quienes están cerca de ella o la buscan. El poder del sacerdote y el de la dueña de casa, el del líder y el del organizador eficiente, el del santo y el del político local, es maligno; cuanto mayor es el poder, más grande es el mal que este poder implica. El poder es una enfermedad que todo hombre contrae, aprecia y a la que le rinde culto. Pero con el poder vienen siempre el conflicto interminable, la confusión y el infortunio. Sin embargo, nadie quiere rehusarlo, nadie quiere desecharlo. Este poder va acompañado de la ambición y el éxito, y de una crueldad que ha sido convertida en algo respetable y, por tanto, aceptable. Toda sociedad, templo o iglesia le conceden su bendición y así es como el amor se pervierte y destruye. Y la envidia es cultivada y la competencia se considera moral. Pero con todo esto vienen el temor, la guerra y el infortunio; sin embargo, ningún hombre rechazará estas cosas.
Negar el poder en todas sus formas es el comienzo de la virtud; la virtud es claridad, ella extirpa el conflicto y el dolor. Esta energía corruptora (el poder) con sus interminables y astutas actividades siempre trae consigo daño y desdicha; no hay fin para ella; por mucho que se la reforme y se le pongan vallas mediante la ley o las convenciones morales, siempre encontrará su camino oscuramente, sin ser invitada. Porque ella está ahí, oculta en los secretos rincones de los propios pensamientos y deseos. Son éstos los que deben ser examinados y comprendidos si es que ha de haber un vivir sin conflicto ni confusión ni dolor. Cada cual ha de hacer esto, no por medio de otro, no mediante un sistema de premios o castigos. Cada uno ha de estar lúcidamente atento a la compleja estructura de su propio ser. Ver lo que eso es, implica la terminación de eso que es. Con la completa terminación de este poder con su confusión, conflicto y dolor, cada uno se enfrenta a lo que es, un manojo de recuerdos y una soledad que se ahonda más y más. El deseo de poder y de éxito es un escape de esta triste soledad y de las cenizas que son los recuerdos. Para ir más allá de eso uno ha de verlo, ha de enfrentarse a ello, no eludirlo de ninguna manera, ni mediante la condenación ni por el miedo a lo que es. El miedo surge únicamente en el mismo acto de escapar del hecho, de lo que es.
Uno debe descartar el poder y el éxito de modo completo y total, voluntaria y fácilmente; entonces, en el acto de enfrentarse a ello, de verlo, de estar pasivamente atento sin preferencia alguna, las cenizas y la soledad tienen una significación por completo diferente. Vivir con algo es amarlo, no estar atado a ello. Para vivir con las cenizas de la soledad tiene que haber una gran energía, y esta energía adviene cuando ya no hay más temor. Cuando uno ha pasado por esta soledad, como pasaría por una puerta material, entonces comprende que uno y la soledad son una sola cosa, que uno no es el observador que observa ese sentimiento que está más allá de las palabras. Uno es eso, y no puede escapar de eso como antes lo hacía de muchos sutiles modos. Uno es esa soledad; no hay manera de eludirla y nada puede abarcarla ni llenarla. Sólo entonces está uno viviendo con ello; eso es parte de uno, es la totalidad de uno. Ni la desesperación ni la esperanza pueden ahuyentarlo, ni forma alguna de cinismo o de agudeza intelectual. Uno es esa soledad, las cenizas que alguna vez fueron fuego. Esta es completa, irremediable soledad más allá de toda acción. El cerebro ya no puede inventar más formas y medios de escape; él es el creador de esta soledad a través de sus incesantes actividades de autoaislamiento, de defensa y agresión. Cuando el cerebro se da cuenta de esto, negativamente, sin preferencia alguna, entonces está dispuesto a morir, a permanecer totalmente quieto, inmóvil. Desde esta aislante soledad, desde estas cenizas, nace un movimiento nuevo, el movimiento de lo que es libremente solo. Es ese estado en el que todas las influencias, toda compulsión, toda forma de búsqueda y realización han cesado natural y completamente. Es la muerte de lo conocido. Sólo entonces tiene lugar el eterno viaje de lo incognoscible. Entonces hay un poder cuya pureza es creación.




El amor: la llama que quema los límites



Diario N°1 de Jiddu Krishanurti

23-09-1961.- (1° parte)

Hacia calor y el aire era más bien sofocante aun en los jardines; había estado así de caluroso por mucho tiempo, lo que no era habitual. Serán agradables una buena lluvia y un tiempo más fresco. En los jardines estaban regando el césped y, a pesar del calor y de la falta de lluvia, el pasto se veía lustroso y centelleante y las flores lucían espléndidas; había algunos árboles en flor, fuera de estación porque ya pronto el invierno estaría aquí. Las palomas se encontraban todas en la plaza eludiendo tímidamente a los niños, y algunos de éstos las perseguían por diversión y las palomas lo sabían… El sol brillaba rojo en un cielo apagado y denso; no había color excepto en las flores y en el pasto. El río se mostraba opaco e indolente. La meditación a esa hora era libertad, y era como penetrar en un mundo desconocido de belleza y quietud; un mundo sin imagen, símbolo ni palabra, sin las ondas de la memoria. El amor era la muerte de cada minuto y cada muerte era la renovación del amor. Éste no era apego ni tenia raíces; florecía sin causa y era la llama que quemaba los limites, las defensas cuidadosamente construidas por la conciencia. Era belleza, belleza más allá del pensamiento y del sentimiento. La meditación era júbilo y con ella advino una bendición.




martes, 7 de abril de 2015

La virtud... (por K.)



Diario N°1 de Krishnamurti
22-09-1961.- (2° parte)

(…) No hay virtud, sólo humildad; donde está la humildad, está toda la virtud. La moralidad social no es virtud; es meramente un ajuste a un patrón, y el patrón varía y cambia de acuerdo con el tiempo y el clima. La sociedad y la religión organizada hacen de ello algo respetable, pero eso no es virtud. La moralidad, tal como es reconocida por la iglesia, por la sociedad, no es virtud; la moralidad es algo compuesto, se amolda; puede ser enseñada y practicada; puede inducirse mediante el premio y el castigo, mediante la compulsión. La influencia moldea la moralidad, como lo hace la propaganda. En la estructura de la sociedad existen grandes variables de moralidad con diferentes matices. Pero eso no es virtud. La virtud no es cosa del tiempo ni de la influencia; no puede ser cultivada; no es el resultado del control o la disciplina; no es en absoluto un resultado, y no tiene causa. No puede hacerse de ella algo respetable. La virtud no es divisible como bondad, caridad, amor fraternal, etc. No es el producto de un medio determinado, de la opulencia o pobreza social, del monasterio ni de dogma alguno. La virtud no nace de un cerebro sagaz; no es el multado del pensamiento y la emoción; ni es una rebelión contra la moralidad social con su respetabilidad, una rebelión es una reacción y una reacción es una continuidad modificada de lo que ha sido.
La humildad no puede ser cultivada; cuando se la cultiva, es la soberbia que se pone el manto de la humildad, la cual se ha vuelto respetable. La vanidad nunca puede convertirse en humildad, así como el odio no puede convertirse en amor. La violencia no puede transformarse en no-violencia; la violencia debe cesar. La humildad no es un ideal para ser perseguido; los ideales carecen de realidad; sólo ‘lo que es’ tiene realidad(1).
La humildad no es el opuesto de la soberbia; ella no tiene opuesto. Todos los opuestos están relacionados entre sí, y la humildad no tiene relación alguna con la soberbia. La soberbia debe terminar, no por alguna decisión o disciplina, o en virtud de algún beneficio; ella toca a su fin solamente en la llama de la atención, no en las contradicciones y confusiones de la concentración. Ver la soberbia, externa e internamente, en sus múltiples formas, es el fin de la soberbia. Verla es estar atento a cada uno de sus movimientos; en la atención no hay preferencia. La atención existe sólo en el presente activo; no puede ser entrenada; si lo es, se convierte en otra astuta cualidad del cerebro, y la humildad no es un producto del cerebro. Hay atención cuando el cerebro está completamente quieto; vivo y sensible, pero quieto. Ahí no hay un centro desde el cual atender, mientras que la concentración tiene un centro con sus exclusiones. La atención, el ver completo e instantáneo de toda la significación de la soberbia, termina con la soberbia. Este «estado» despierto es humildad. La atención es virtud, porque en ella florecen la bondad y la caridad. Sin humildad no hay virtud.




            1- Aquí Krishnamurti utiliza la palabra “realidad” como sinónimo de “verdad”, aunque no son lo mismo. Verdad (‘vera’) significa “lo que es”, es decir, la esencia, sin interpretaciones; mientras que la realidad es la verdad interpretada. Por eso la VERDAD es siempre una sola, “es lo que es”; pero existen tantas realidades como interpretaciones de la verdad.






Una fuerza de inaccesible pureza…



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

22-09-1961.- (1° parte)


Hay un pequeño puente que cruza el río y que fue proyectado exclusivamente para peatones; se está bastante tranquilo ahí. Una gran barcaza cargada de arena de las playas, venía remontando el río plenamente iluminado; era una arena fina, limpia. En el parque había un montón de esa arena, puesta ahí con el propósito de que los niños jugaran con ella. Algunos estaban construyendo profundos túneles y un gran castillo con un foso alrededor; se divertían muchísimo. Era un día agradable, bastante fresco, el sol no estaba demasiado fuerte y había humedad en el aire; más árboles se estaban tornando castaños y amarillos y se sentía el aroma del otoño. Los árboles se preparaban ya para el invierno; muchas ramas se destacaban desnudas contra el claro cielo; cada árbol tenía su propio patrón de color con intensidad variable, desde bermejo al amarillo pálido. Aun en la muerte eran bellos. Era un grato anochecer lleno de luz y de paz pese al rugido del tráfico…
En la terraza hay unas pocas flores, y esta mañana las amarillas estaban más vivas y ansiosas que nunca; a la temprana luz parecían más despiertas y tenían más color, mucho más que sus vecinas. El este comenzaba a ponerse más brillante y «lo otro» estaba en la habitación; había estado ahí por algunas horas. Al despertar en medio de la noche, estaba ahí, algo completamente objetivo que ningún pensamiento o imaginación podrían producir. Otra vez, al despertar, el cuerpo estaba perfectamente quieto sin ningún movimiento, al igual que el cerebro. El cerebro no estaba inactivo sino muy, pero muy despierto, observando sin interpretación alguna. Era una fuerza de inaccesible pureza, con una energía que resultaba sobrecogedora. Estaba ahí, siempre nueva, siempre penetrante. No estaba sólo afuera, allí en la habitación o en la terraza, estaba adentro y afuera pero no había división. Era algo en lo cual estaban atrapados en su totalidad la mente y el corazón; y la mente y el corazón cesaron de existir…




sábado, 4 de abril de 2015

En la cavidad del corazón…



En la cavidad del corazón,
situado dentro del cue
rpo,
vive un no-nacido eterno.

La tierra es su cuerpo; mora dentro de la tierra
pero la tierra no le conoce.
El agua es su cuerpo; mora dentro del agua, pero el agua no le conoce.
La luz es su cuerpo; mora dentro de la luz, pero la luz no le conoce.
El aire es su cuerpo; mora dentro del aire, pero el aire no le conoce.
El cielo es su cuerpo; mora dentro del cielo, pero el cielo no le conoce.
La mente es su cuerpo; mora dentro de la mente, pero la mente no le conoce.
El intelecto es su cuerpo; mora dentro del intelecto,
pero el intelecto no le conoce.
El ego es su cuerpo; mora dentro del ego pero el ego no le conoce.
La mente que razona es su cuerpo; mora dentro de la mente que razona,
pero la mente que razona no le conoce.
Lo inmanifestado es su cuerpo; mora dentro de lo inmanifestado,
pero lo inmanifestado no le conoce.
Lo indestructible es su cuerpo; mora dentro de lo indestructible,
pero lo indestructible no le conoce.
La muerte es su cuerpo; mora dentro de la muerte,
pero la muerte no le conoce.

Es el Yo más interior de todos esos elementos,
no tiene pecados,
y es el único y divino Dios
, Narayana (1)
el sustentador de todos los seres humanos.
(…)

(Párrafo extraído del “ADHYATMA UPANISHAD”)

 


1- Narayana: (Palabra de idioma sánscrito). Significa “El que se mueve sobre las aguas” del Espacio. Representa al Espíritu Divino o Espíritu Santo que se mueve sobre las Aguas de La Creación. A las aguas se les ha llamado ‘naras’ porque fueron producción de “Nara”, el Espíritu Divino, nacido de sí mismo (o bien, ‘no-nacido’); ‘ayana significa “movimiento”. De allí que Narayana signifique “El Espíritu Divino que se mueve sobre las aguas”. (Glosario Teosófico).





sábado, 28 de febrero de 2015

El viaje hacia ‘uno mismo’… (Krishnamurti)




20-09-1961. (Del “Diario N°1”, de K.)

La luz del anochecer se reflejaba sobre el río, y el tráfico a través del puente era impetuoso y veloz. El pavimento se hallaba atestado de gente que volvía a sus casas después de una jornada de trabajo en las oficinas(1). El río centelleaba, había ondas pequeñas persiguiéndose unas a otras con gran deleite. Uno casi podía oírlas, pero la furia del tráfico era excesiva. Más lejos, en la parte baja del río, la luz sobre el agua cambiaba tornándose más profunda, y pronto se oscurecería del todo. La luna se hallaba al otro lado de la enorme torre, luciendo tan artificial, tan fuera de lugar; no tenía realidad, pero la alta torre de acero (Eiffel) sí la tenía; había gente en ella; el restaurante que hay en la parte superior estaba iluminado y uno podía ver multitudes entrando. Y como la noche era brumosa, los rayos de las luces giratorias eran más intensos que la luna. Todo parecía muy lejano, excepto la torre….
 Qué poco sabemos acerca de nosotros mismos. Parece que sabemos mucho acerca de otras cosas, la distancia a la luna, la atmósfera de Venus, cómo construir los más extraordinarios y complicados cerebros electrónicos, desintegrar los átomos y las más íntimas partículas de la materia. Pero conocemos tan poco acerca de nosotros mismos. Ir a la luna es mucho más excitante que penetrar en uno mismo; quizá se deba a que uno es perezoso o está atemorizado, o porque penetrar en uno mismo no rinde beneficios en el sentido de dinero o éxito. Ese es un viaje mucho más largo que el de ir a la luna; no hay máquinas disponibles para hacer ‘este viaje’, y nadie puede ayudarnos para ello, ningún libro, ni teorías ni gula de ninguna especie. Es un viaje que uno tiene que hacer por sí mismo. Es preciso tener para ello muchísima más energía que al inventar y armar las partes de una inmensa máquina. Esa ‘energía’ no puede lograrse por medio de ninguna droga, ni por la interacción en las relaciones, ni mediante el control o la negación. No hay dioses que puedan proveérsela a uno, ni rituales, ni creencias, ni plegarias. Por el contrario, en el acto mismo de descartar estas cosas, de estar lúcidamente alerta a su significación, esa energía adviene penetrando en la conciencia y más allá.
Uno no puede obtener esa energía canjeándola por la acumulación de conocimientos acerca de sí mismo. Toda forma de acumulación y el apegarse a ella, degrada y pervierte esa energía. El conocimiento acerca de uno mismo pesa, lo ata a uno, lo restringe; no hay libertad para moverse, y uno actúa y se mueve dentro de los límites de ese conocimiento. ‘Aprender’ acerca de uno mismo nunca es igual que acumular conocimientos acerca de uno mismo. Aprender implica el presente activo(2) y el conocimiento es el pasado; si uno está aprendiendo con el fin de acumular, ello deja de ser un aprender. El conocimiento es estático, puede sumársele o puede restársele, pero el aprender es activo, nada puede sumársele o restársele porque no hay acumulación en ningún momento.
El conocer, el aprender acerca te uno mismo ‘no tiene principio ni fin’, mientras que el conocimiento lo tiene. El conocimiento es finito, y el aprender, el conocer es infinito.(3)
Uno es el multado de la acumulación de muchos miles de siglos del hombre, sus esperanzas y deseos, sus culpas y ansiedades, sus creencias y sus dioses, sus realizaciones y frustraciones; uno es todo eso y los muchos agregados que a ello se han hecho en tiempos recientes. Aprender acerca de todo esto, tanto en lo profundo como en lo superficial, no implica meros enunciados verbales o intelectuales de lo obvio, las confusiones. Aprender es experimentar estos hechos, emocionalmente y de manera directa; entrar en contacto con ellos no teóricamente, verbalmente, sino realmente, como un hombre hambriento respecto de la comida.
Aprender no es posible si hay ‘un aprendedor’; el aprendedor es lo acumulado, el pasado, el conocimiento. Existe una división entre el que aprende y la cosa acerca de la cual él está aprendiendo y, por lo tanto, entre ellos hay conflicto. El conflicto destruye, degrada la energía necesaria para aprender, para seguir hasta su mismo fin los mecanismos que constituyen la conciencia. (…) La conciencia es limitada; su misma naturaleza es la restricción; funciona dentro de la estructura de su propia existencia, que es el conocimiento, la experiencia, la memoria. El aprender acerca de ‘este condicionamiento’ demuele la estructura; entonces el pensamiento y el sentimiento queda con la función limitada que les corresponde; no pueden interferir con las cuestiones más amplias y profundas de la vida. Donde el ‘yo’ llega a su fin con todas sus intrigas ocultas y evidentes, sus instintos compulsivos y sus exigencias, penas y alegrías, ahí comienza un movimiento de la vida que está más allá del tiempo con su esclavitud.




1-      Se recuerda que en este tiempo, K. estaba parando en París, dando conferencias.
2-      El Presente activo: El Ahora, Lo Intemporal.

3-      Aquí K. hace una diferencia entre “conocer” y “conocimiento”. El primero es ilimitado y sucede en ‘el Ahora’ (y no hay “conocedor”), el segundo está sujeto al tiempo, a la memoria, la acumulación, ‘lo conocido’, (y hay un centro, un “conocedor” o “aprendedor”, pero falso o ilusorio, claro está).



viernes, 27 de febrero de 2015

El cerebro y su limitación para llegar a La Verdad



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Tercera parte)

(…) Qué curiosamente insignificante es el cerebro por inteligentemente educado e ilustrado que sea. Él siempre permanecerá siendo insignificante, haga lo que hiciere; puede ir a la luna y más allá o puede bajar a las regiones más profundas de la tierra; puede inventar, construir las máquinas más complicadas, computadoras que inventarán computadoras; puede destruirse y reconstruirse a sí mismo, pero haga lo que hiciere siempre seguirá siendo insignificante. Porque el cerebro puede funcionar tan sólo en el tiempo y el espacio; sus filosofías están sujetas a su propio condicionamiento; sus teorías, sus especulaciones son una prolongación de su propia astucia. Cualquier cosa que haga, el cerebro no puede escapar de sí mismo. Sus ‘dioses’ y sus ‘salvadores’, sus maestros y líderes son tan pequeños e insignificantes como él mismo. Si él es torpe ‘trata de volverse’ talentoso, y su talento lo mide en términos de éxito. Está siempre persiguiendo o siendo perseguido. Su propio dolor es su sombra… Haga lo que haga, será siempre insignificante. (…) Nunca duerme, y sus sueños son la vigilia del pensamiento. Por activo, por noble o innoble que sea, siempre es insignificante. No hay fin para su insignificancia. Él no puede huir de sí mismo, su virtud es mezquina y es mezquina su moralidad. Hay sólo una cosa que el cerebro puede hacer: estar total y completamente quieto. Esta quietud no es sueño ni pereza. El cerebro es sensible y para permanecer sensible, sin sus familiares respuestas autoprotectoras, sin sus acostumbrados juicios, su condena y su aprobación, la única cosa que puede hacer es estar totalmente quieto, lo que implica permanecer en un estado de negación, completa negación de sí mismo y de sus actividades.

 En este modo de negación, el cerebro ya no es más insignificante; entonces ya no está acumulando para obtener, para realizar, para ‘llegar a ser’ esto o aquello. Entonces, es lo que es, mecánico, inventivo, autoprotector, calculador. Una máquina perfecta nunca es insignificante, y cuando funciona a ese nivel es una cosa admirable…
 Y como las máquinas, el cerebro se desgasta y muere. Se torna insignificante cuando procede a investigar ‘lo desconocido’, aquello que no es mensurable. Su función está en ‘lo conocido’ y no puede funcionar en ‘lo desconocido’. Sus creaciones están en el campo de lo conocido, pero la creación de lo incognoscible el cerebro no puede capturarla jamás, ni en pintura ni en palabras; él nunca puede conocer su belleza… Sólo cuando está totalmente sereno, silencioso, sin una sola palabra, y quieto, sin un solo gesto, sin un movimiento, sólo así existe Esa Inmensidad.




“La Verdad no está en el terreno de ‘lo conocido’
La Verdad es del Corazón…”

S. Ra.





Meditación: completa quietud, sin centro ni periferia…



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Segunda parte)

(…) Esta mañana temprano, poco antes de que saliera el sol, la meditación, en la que toda clase de esfuerzo había cesado hacia tiempo, se tornó en silencio, un silencio en el que no había un centro y, por consiguiente, no había periferia. Era sólo silencio… No tenía cualidad, ni movimiento, ni profundidad ni altura… Era completa quietud. Es esta quietud la que tenía un movimiento que se expandía infinitamente y cuya medida no estaba en el tiempo y el espacio. Esta quietud se hallaba en permanente estallido, siempre alejándose, expandiéndose… Pero no tenía un centro; si hubiera un centro ello no seria quietud, seria estancamiento y deterioro; esto no tenía nada que ver con las intrincadas complicaciones del cerebro. La cualidad de la quietud que el cerebro puede producir es por completo diferente, en todas sus formas, de la quietud que tenía lugar esta mañana. Era una quietud que nada podía perturbar porque en ella no había resistencia; todo estaba en esa quietud, y esa quietud estaba más allá de todo

El temprano tráfico matinal de los grandes camiones que traían productos alimenticios y otras cosas a la ciudad (París), no perturbaba en modo alguno esa quietud, ese silencio, ni lo turbaban los rayos giratorios de luz provenientes de la alta torre. ‘Ello’ estaba ahí, sin tiempo… Mientras el sol ascendía lo atrapó una nube magnifica, enviando rayos de luz azul a través del cielo. Era la luz jugando con la oscuridad, y el juego prosiguió hasta que la fantástica nube descendió tras de los miles de chimeneas…





Más allá de todo pensamiento…



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Primera parte)

Había sido un día muy caluroso y en ese salón caldeado, lleno de un gran gentío, el aire era sofocante(1). Pero a pesar de todo esto y del cansancio, uno despertó en medio de la noche con la presencia de «lo otro»(2) en la habitación. Estaba ahí con gran intensidad, no sólo llenando la habitación y mucho más lejos, sino muy profundamente dentro del cerebro, tan profundamente que parecía atravesarlo e ir más allá de todo pensamiento, del espacio y del tiempo… Era increíblemente fuerte, con una energía tal que se hacía imposible permanecer en la cama; y en la terraza, donde el aire era puro y soplaba un viento fresco, la intensidad de ello continuó. Continuó por cerca de una hora, con gran impulso y vigor; toda la mañana había estado ahí… Ello no es una artimaña, ni es el deseo tomando esta forma de sensación, de excitación; el pensamiento no lo ha construido en base a los incidentes del pasado; ninguna imaginación podría formular algo como «lo otro». Extrañamente, cada vez que esto ocurre es algo totalmente nuevo, inesperado y súbito. El pensamiento, habiéndolo intentado, se da cuenta de que ‘no puede recordar’ lo que ha ocurrido otras veces ni puede despertar el recuerdo de lo que ha sucedido esta misma mañana. Eso está fuera y más allá de todo pensamiento, deseo e imaginación. Es demasiado vasto para que el pensamiento o el deseo puedan evocarlo; es demasiado inmenso para que el cerebro pueda producirlo… Ello no es una ilusión. La parte extraña de todo esto es que uno ni siquiera está preocupado al respecto; si viene, está ahí sin invitación, y si no viene hay un modo de indiferencia… La belleza y la fuerza de eso no son cosa de juego; no hay invitación ni hay negación de ello. Viene y se va cuando quiere…




1-      En su plática del día anterior. Fue la séptima plática y estuvo relacionada en su mayor parte con la muerte. Al comenzarla, él sugirió cortésmente a su auditorio que deberían abstenerse de tomar notas.
2-      “Lo otro”: Una de las formas en que Krishnamurti se refería a ‘Lo Inconmensurable’, a lo que está más allá de lo conocido, más allá del terreno del pensamiento cerebral.