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lunes, 22 de febrero de 2016

El miedo y la libertad


Osho (De: “Tao, los tres tesoros”)

“…El miedo tiene que ver con la vida no vivida… Tienes miedo de que no has sido capaz de vivir, de amar, y la muerte se acerca, y acabará con todo. Ya no existirás, y no has sido capaz de amar.
Es como un árbol que no ha florecido, y el leñador se acerca, así que el árbol se asusta, sin saber lo que va a suceder. El miedo no viene de la muerte, el miedo viene de algo que no ha sucedido. El árbol sabe muy bien que no han llegado sus frutos, que no han llegado las flores, que no ha florecido. El árbol aún no ha conocido la primavera; no ha bailado con los vientos; no ha amado y no ha vivido. La vida no vivida crea el miedo… y el leñador se acerca… Cuando llegue no habrá futuro (no habrá continuidad). Muerte significa no-futuro. El pasado se ha ido, no hay futuro, y el presente es tan estrecho… El miedo te invade, tiemblas…
El miedo siempre es ‘lo no vivido’. Si vives totalmente no tienes miedo a nada. Si la muerte llega ahora mismo, estoy listo. He vivido. Todo está completo, nada está incompleto. La muerte no puede destruir lo total. Si algo estuviese incompleto, entonces me gustaría que la muerte esperase un poco, pero todo está completo. He tomado mi baño esta mañana; os he hablado, todo lo que tenía que suceder, ha sucedido. Estoy completamente dispuesto. Si viene la muerte estoy dispuesto; no siquiera miraré hacia atrás una sola vez, porque no hay nada que mirar. Todo está completo. Y siempre que algo está completo te liberas de ello; con una vida vivida realmente, uno queda libre de ella; con una vida no vivida (o vivida fragmentariamente), nunca puedes quedar libre de ella. Puedes irte a las cuevas, a los Himalayas, al Tibet, puedes irte a cualquier sitio, pero nunca serás libre, y siempre tendrás miedo.
El miedo y la libertad no pueden existir juntos. Cuando llega la libertad - y “la libertad llega solo cuando has vivido, florecido, y todo está completo y acabado”-, entonces ¿para qué vas a anhelar vivir más tiempo? No necesitas ni un solo momento más. Entonces, el miedo se ha ido…”



Una respuesta de J. Krishnamurti. (Párrafo extraído de: “El Lector Pingüino”)

“…Si no reflexionas por ti mismo sobre la muerte y la comprendes, irás interminablemente de un predicador a otro, de una esperanza a otra, de una creencia a otra, tratando de hallar una solución a este problema de la muerte. ¿Comprendes? No sigas preguntando a algún otro, trata más bien de descubrir por ti mismo la verdad de ello. Formular innumerables preguntas sin tratar jamás de averiguar o descubrir es característico de una mente trivial.
Mira, tememos a la muerte sólo cuando nos aferrarnos a la vida. La comprensión de todo el proceso del vivir es también la comprensión del significado del morir. La muerte es meramente la extinción de la continuidad, y lo que tememos es no poder continuar; pero lo que continúa jamás puede ser creativo. Reflexiona sobre ello, descubre por ti mismo lo que es verdadero.
Es “la verdad”(1) la que te libera del miedo a la muerte, y no tus teorías religiosas ni tu creencia en la reencarnación o en la vida en el más allá.”



                1-  La verdad: Más allá de teorías y creencias; más allá del pensamiento. La verdad que es ‘vivencia directa’ de la esencia de la Vida. Tal libertad llega con la maduración de la conciencia, “cuando todo está completo”.





domingo, 14 de febrero de 2016

Meditación: quietud sin motivo…



Vivencias narradas por J. Krishnamurti en su “Diario n°1”

Día 18-10-1961.-  

Truenos y un gran chaparrón lo habían despertado a uno en medio de la noche [en Roma], con la lluvia golpeando contra la ventana y entre los árboles al otro lado de la carretera. El día había sido caluroso y el aire era agradablemente fresco; la ciudad dormía y la tormenta había cesado. Los caminos estaban húmedos y había escaso tránsito tan temprano en la mañana; el cielo todavía se hallaba cargado de nubes y había amanecida sobre la tierra. La iglesia [S. Giovanni in Luterano] con sus mosaicos dorados estaba brillantemente iluminada con luz artificial. El aeropuerto se encontraba muy lejos2 y el poderoso automóvil corría bellamente; estaba tratando de competir en carrera con las nubes. Pasó a los pocos automóviles que había en el camino, y abrazaba a gran velocidad la carretera en cada recodo. Lo habían retenido demasiado tiempo en la ciudad, y ahora estaba libre en la carretera. Y muy pronto estaría en el aeropuerto. En el aire se percibía el aroma del mar y de la tierra húmeda; los campos recientemente arados estaban oscuros y el verde de los árboles lucía muy vivo aun cuando el otoño había alcanzado ya unas pocas hojas; el viento soplaba del oeste y no habría sol durante todo el día. Cada hoja estaba limpia, lavada por la lluvia, y había belleza y paz sobre la tierra.

En medio de la noche, en la calma que siguió al trueno y al relámpago, el cerebro estaba totalmente quieto y la meditación era una apertura dentro del inmensurable vacío. La misma sensibilidad del cerebro lo aquietaba; estaba quieto pero sin motivo; la acción de la quietud que obedece a un motivo es desintegración. El cerebro estaba tan quieto que el espacio limitado de una habitación había desaparecido y había cesado el tiempo. Sólo existía una atención despierta sin un centro que estuviera atento; era la atención en la que el origen del pensamiento había cesado sin violencia alguna, naturalmente, fácilmente. Esa atención podía oír la lluvia y el movimiento en la habitación contigua; escuchaba sin ninguna interpretación y observaba sin el conocimiento. También el cuerpo estaba inmóvil. La meditación se rendía a «lo otro», que era de una pureza que todo lo deshacía sin dejar residuos; ello estaba ahí; eso es todo, y nada existía. Como nada existía, ello era. Era la pureza de toda esencia. Esta paz es un vasto, ilimitado espacio de inmensurable vacuidad…





‘Lo Otro’ estaba allí…



16-10-1961.-  (“Diario n°1”, de Krishnamurti)

Fue antes del amanecer, cuando no había ruido y la ciudad aún se hallaba dormida, que el cerebro al despertar se quedó inmóvil porque «lo otro» (lo inconsmensurable) estaba ahí. Entró muy quietamente y con tan vacilante cuidado porque en los ojos había sueño todavía, pero ello fue un gran gozo, de una admirable simplicidad y pureza.





Inconmensurable Paz…



15-10-1961.-  (Diario n°1 de Krishnamurti)

Ese día, K. experimentó una vez más la vivencia interna de “lo otro”, como él lo llamaba…, lo inconmensurable…, y lo describe así en su “Diario N°1”:

El sol de la mañana está sobre el bosquecillo al otro lado de la carretera; es una mañana tranquila, apacible, dulce bajo el sol no demasiado fuerte, y el aire es puro y fresco. Cada árbol está tan fascinantemente vivo, con tantos colores, y hay tantas sombras; todo es un llamado y una espera. Mucho antes de que el sol se levantara, cuando aún había quietud, sin ningún automóvil que subiera por la colina, la meditación era un movimiento en medio de la bendición. Este movimiento fluía dentro de «lo otro» que estaba ahí, en la habitación, colmándola y desbordándola hacia afuera y más allá, sin fin. Había en ello una profundidad inmensa e insondable y había paz.
Esta paz jamás conoció el conflicto, no estaba contaminada por el pensamiento y el tiempo. No era la paz de la finalidad última; era algo tremenda y peligrosamente vivo. Y no tenía defensas. Toda forma de resistencia es violencia y, por consiguiente, también es concesión. Esa no era la paz que engendra el conflicto; esa paz estaba más allá de todo conflicto y de sus opuestos. No era el fruto de la satisfacción y el descontento, en lo cual están las semillas del deterioro.