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sábado, 28 de febrero de 2015

El viaje hacia ‘uno mismo’… (Krishnamurti)




20-09-1961. (Del “Diario N°1”, de K.)

La luz del anochecer se reflejaba sobre el río, y el tráfico a través del puente era impetuoso y veloz. El pavimento se hallaba atestado de gente que volvía a sus casas después de una jornada de trabajo en las oficinas(1). El río centelleaba, había ondas pequeñas persiguiéndose unas a otras con gran deleite. Uno casi podía oírlas, pero la furia del tráfico era excesiva. Más lejos, en la parte baja del río, la luz sobre el agua cambiaba tornándose más profunda, y pronto se oscurecería del todo. La luna se hallaba al otro lado de la enorme torre, luciendo tan artificial, tan fuera de lugar; no tenía realidad, pero la alta torre de acero (Eiffel) sí la tenía; había gente en ella; el restaurante que hay en la parte superior estaba iluminado y uno podía ver multitudes entrando. Y como la noche era brumosa, los rayos de las luces giratorias eran más intensos que la luna. Todo parecía muy lejano, excepto la torre….
 Qué poco sabemos acerca de nosotros mismos. Parece que sabemos mucho acerca de otras cosas, la distancia a la luna, la atmósfera de Venus, cómo construir los más extraordinarios y complicados cerebros electrónicos, desintegrar los átomos y las más íntimas partículas de la materia. Pero conocemos tan poco acerca de nosotros mismos. Ir a la luna es mucho más excitante que penetrar en uno mismo; quizá se deba a que uno es perezoso o está atemorizado, o porque penetrar en uno mismo no rinde beneficios en el sentido de dinero o éxito. Ese es un viaje mucho más largo que el de ir a la luna; no hay máquinas disponibles para hacer ‘este viaje’, y nadie puede ayudarnos para ello, ningún libro, ni teorías ni gula de ninguna especie. Es un viaje que uno tiene que hacer por sí mismo. Es preciso tener para ello muchísima más energía que al inventar y armar las partes de una inmensa máquina. Esa ‘energía’ no puede lograrse por medio de ninguna droga, ni por la interacción en las relaciones, ni mediante el control o la negación. No hay dioses que puedan proveérsela a uno, ni rituales, ni creencias, ni plegarias. Por el contrario, en el acto mismo de descartar estas cosas, de estar lúcidamente alerta a su significación, esa energía adviene penetrando en la conciencia y más allá.
Uno no puede obtener esa energía canjeándola por la acumulación de conocimientos acerca de sí mismo. Toda forma de acumulación y el apegarse a ella, degrada y pervierte esa energía. El conocimiento acerca de uno mismo pesa, lo ata a uno, lo restringe; no hay libertad para moverse, y uno actúa y se mueve dentro de los límites de ese conocimiento. ‘Aprender’ acerca de uno mismo nunca es igual que acumular conocimientos acerca de uno mismo. Aprender implica el presente activo(2) y el conocimiento es el pasado; si uno está aprendiendo con el fin de acumular, ello deja de ser un aprender. El conocimiento es estático, puede sumársele o puede restársele, pero el aprender es activo, nada puede sumársele o restársele porque no hay acumulación en ningún momento.
El conocer, el aprender acerca te uno mismo ‘no tiene principio ni fin’, mientras que el conocimiento lo tiene. El conocimiento es finito, y el aprender, el conocer es infinito.(3)
Uno es el multado de la acumulación de muchos miles de siglos del hombre, sus esperanzas y deseos, sus culpas y ansiedades, sus creencias y sus dioses, sus realizaciones y frustraciones; uno es todo eso y los muchos agregados que a ello se han hecho en tiempos recientes. Aprender acerca de todo esto, tanto en lo profundo como en lo superficial, no implica meros enunciados verbales o intelectuales de lo obvio, las confusiones. Aprender es experimentar estos hechos, emocionalmente y de manera directa; entrar en contacto con ellos no teóricamente, verbalmente, sino realmente, como un hombre hambriento respecto de la comida.
Aprender no es posible si hay ‘un aprendedor’; el aprendedor es lo acumulado, el pasado, el conocimiento. Existe una división entre el que aprende y la cosa acerca de la cual él está aprendiendo y, por lo tanto, entre ellos hay conflicto. El conflicto destruye, degrada la energía necesaria para aprender, para seguir hasta su mismo fin los mecanismos que constituyen la conciencia. (…) La conciencia es limitada; su misma naturaleza es la restricción; funciona dentro de la estructura de su propia existencia, que es el conocimiento, la experiencia, la memoria. El aprender acerca de ‘este condicionamiento’ demuele la estructura; entonces el pensamiento y el sentimiento queda con la función limitada que les corresponde; no pueden interferir con las cuestiones más amplias y profundas de la vida. Donde el ‘yo’ llega a su fin con todas sus intrigas ocultas y evidentes, sus instintos compulsivos y sus exigencias, penas y alegrías, ahí comienza un movimiento de la vida que está más allá del tiempo con su esclavitud.




1-      Se recuerda que en este tiempo, K. estaba parando en París, dando conferencias.
2-      El Presente activo: El Ahora, Lo Intemporal.

3-      Aquí K. hace una diferencia entre “conocer” y “conocimiento”. El primero es ilimitado y sucede en ‘el Ahora’ (y no hay “conocedor”), el segundo está sujeto al tiempo, a la memoria, la acumulación, ‘lo conocido’, (y hay un centro, un “conocedor” o “aprendedor”, pero falso o ilusorio, claro está).



viernes, 27 de febrero de 2015

El cerebro y su limitación para llegar a La Verdad



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Tercera parte)

(…) Qué curiosamente insignificante es el cerebro por inteligentemente educado e ilustrado que sea. Él siempre permanecerá siendo insignificante, haga lo que hiciere; puede ir a la luna y más allá o puede bajar a las regiones más profundas de la tierra; puede inventar, construir las máquinas más complicadas, computadoras que inventarán computadoras; puede destruirse y reconstruirse a sí mismo, pero haga lo que hiciere siempre seguirá siendo insignificante. Porque el cerebro puede funcionar tan sólo en el tiempo y el espacio; sus filosofías están sujetas a su propio condicionamiento; sus teorías, sus especulaciones son una prolongación de su propia astucia. Cualquier cosa que haga, el cerebro no puede escapar de sí mismo. Sus ‘dioses’ y sus ‘salvadores’, sus maestros y líderes son tan pequeños e insignificantes como él mismo. Si él es torpe ‘trata de volverse’ talentoso, y su talento lo mide en términos de éxito. Está siempre persiguiendo o siendo perseguido. Su propio dolor es su sombra… Haga lo que haga, será siempre insignificante. (…) Nunca duerme, y sus sueños son la vigilia del pensamiento. Por activo, por noble o innoble que sea, siempre es insignificante. No hay fin para su insignificancia. Él no puede huir de sí mismo, su virtud es mezquina y es mezquina su moralidad. Hay sólo una cosa que el cerebro puede hacer: estar total y completamente quieto. Esta quietud no es sueño ni pereza. El cerebro es sensible y para permanecer sensible, sin sus familiares respuestas autoprotectoras, sin sus acostumbrados juicios, su condena y su aprobación, la única cosa que puede hacer es estar totalmente quieto, lo que implica permanecer en un estado de negación, completa negación de sí mismo y de sus actividades.

 En este modo de negación, el cerebro ya no es más insignificante; entonces ya no está acumulando para obtener, para realizar, para ‘llegar a ser’ esto o aquello. Entonces, es lo que es, mecánico, inventivo, autoprotector, calculador. Una máquina perfecta nunca es insignificante, y cuando funciona a ese nivel es una cosa admirable…
 Y como las máquinas, el cerebro se desgasta y muere. Se torna insignificante cuando procede a investigar ‘lo desconocido’, aquello que no es mensurable. Su función está en ‘lo conocido’ y no puede funcionar en ‘lo desconocido’. Sus creaciones están en el campo de lo conocido, pero la creación de lo incognoscible el cerebro no puede capturarla jamás, ni en pintura ni en palabras; él nunca puede conocer su belleza… Sólo cuando está totalmente sereno, silencioso, sin una sola palabra, y quieto, sin un solo gesto, sin un movimiento, sólo así existe Esa Inmensidad.




“La Verdad no está en el terreno de ‘lo conocido’
La Verdad es del Corazón…”

S. Ra.





Meditación: completa quietud, sin centro ni periferia…



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Segunda parte)

(…) Esta mañana temprano, poco antes de que saliera el sol, la meditación, en la que toda clase de esfuerzo había cesado hacia tiempo, se tornó en silencio, un silencio en el que no había un centro y, por consiguiente, no había periferia. Era sólo silencio… No tenía cualidad, ni movimiento, ni profundidad ni altura… Era completa quietud. Es esta quietud la que tenía un movimiento que se expandía infinitamente y cuya medida no estaba en el tiempo y el espacio. Esta quietud se hallaba en permanente estallido, siempre alejándose, expandiéndose… Pero no tenía un centro; si hubiera un centro ello no seria quietud, seria estancamiento y deterioro; esto no tenía nada que ver con las intrincadas complicaciones del cerebro. La cualidad de la quietud que el cerebro puede producir es por completo diferente, en todas sus formas, de la quietud que tenía lugar esta mañana. Era una quietud que nada podía perturbar porque en ella no había resistencia; todo estaba en esa quietud, y esa quietud estaba más allá de todo

El temprano tráfico matinal de los grandes camiones que traían productos alimenticios y otras cosas a la ciudad (París), no perturbaba en modo alguno esa quietud, ese silencio, ni lo turbaban los rayos giratorios de luz provenientes de la alta torre. ‘Ello’ estaba ahí, sin tiempo… Mientras el sol ascendía lo atrapó una nube magnifica, enviando rayos de luz azul a través del cielo. Era la luz jugando con la oscuridad, y el juego prosiguió hasta que la fantástica nube descendió tras de los miles de chimeneas…





Más allá de todo pensamiento…



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Primera parte)

Había sido un día muy caluroso y en ese salón caldeado, lleno de un gran gentío, el aire era sofocante(1). Pero a pesar de todo esto y del cansancio, uno despertó en medio de la noche con la presencia de «lo otro»(2) en la habitación. Estaba ahí con gran intensidad, no sólo llenando la habitación y mucho más lejos, sino muy profundamente dentro del cerebro, tan profundamente que parecía atravesarlo e ir más allá de todo pensamiento, del espacio y del tiempo… Era increíblemente fuerte, con una energía tal que se hacía imposible permanecer en la cama; y en la terraza, donde el aire era puro y soplaba un viento fresco, la intensidad de ello continuó. Continuó por cerca de una hora, con gran impulso y vigor; toda la mañana había estado ahí… Ello no es una artimaña, ni es el deseo tomando esta forma de sensación, de excitación; el pensamiento no lo ha construido en base a los incidentes del pasado; ninguna imaginación podría formular algo como «lo otro». Extrañamente, cada vez que esto ocurre es algo totalmente nuevo, inesperado y súbito. El pensamiento, habiéndolo intentado, se da cuenta de que ‘no puede recordar’ lo que ha ocurrido otras veces ni puede despertar el recuerdo de lo que ha sucedido esta misma mañana. Eso está fuera y más allá de todo pensamiento, deseo e imaginación. Es demasiado vasto para que el pensamiento o el deseo puedan evocarlo; es demasiado inmenso para que el cerebro pueda producirlo… Ello no es una ilusión. La parte extraña de todo esto es que uno ni siquiera está preocupado al respecto; si viene, está ahí sin invitación, y si no viene hay un modo de indiferencia… La belleza y la fuerza de eso no son cosa de juego; no hay invitación ni hay negación de ello. Viene y se va cuando quiere…




1-      En su plática del día anterior. Fue la séptima plática y estuvo relacionada en su mayor parte con la muerte. Al comenzarla, él sugirió cortésmente a su auditorio que deberían abstenerse de tomar notas.
2-      “Lo otro”: Una de las formas en que Krishnamurti se refería a ‘Lo Inconmensurable’, a lo que está más allá de lo conocido, más allá del terreno del pensamiento cerebral.




miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Quo Vadis…, Humanidad?


Diario N°1, de Krishnamurti

Día 19 de setiembre de 1961.

¿Existe un futuro? Hay un mañana ya planeado; ciertas cosas que deben ser hechas; también está el día de pasado mañana con todas las cosas que deben hacerse, la semana próxima, el año siguiente. Esto no puede alterarse, quizá modificarse o cambiarse por completo, pero los muchos mañanas están ahí; no pueden ser negados. Y existe el espacio, de aquí hasta allá, cerca y lejos; la distancia en kilómetros; el espacio entre entidades; la distancia que el pensamiento cubre en un relámpago; el otro lado del río… y la luna distante. El tiempo para recorrer el espacio, la distancia, y el tiempo para cruzar el río, de aquí hasta allá, el tiempo es necesario para recorrer el espacio, puede tomar un minuto, un día o un año. Este tiempo se mide por el sol y por el reloj, el tiempo es para llegar a algo, a alguna parte. Esto es bastante simple y claro. ¿Existe ‘un futuro’ aparte de este tiempo mecánico, cronológico? ¿Hay un llegar, existe un fin para el cual el tiempo sea necesario…?  
Las palomas estaban sobre los tejados, tan temprano en la mañana; se arrullaban, se limpiaban las plumas y se perseguían las unas a las otras. El sol aun no estaba en lo alto y había unas pocas nubes vaporosas desperdigadas por todo el cielo; todavía carecían de color, y el rugir del tráfico (París) no había comenzado. Faltaba aún muchísimo tiempo para que empezaran los ruidos habituales, y más allá de todos estos muros estaban los jardines… Ayer, en el anochecer, el césped que nadie tiene permiso para pisar -salvo, claro está, las palomas y los pocos gorriones, estaba muy verde, sobrecogedoramente verde, y el color de las flores resaltaba por su brillantez. En otras partes el hombre proseguía con sus actividades y su interminable faena… Ahí estaba la torre (Eiffel), tan sólida, tan delicadamente construida; pronto estaría inundada de brillante luz. El pasto se veía tan perecedero, y las flores se marchitarían porque el otoño ya estaba en todas partes. Pero mucho antes de que las palomas aparecieran sobre el tejado, mientras uno estaba en la terraza, la meditación era puro júbilo. No había ninguna razón para este éxtasis - si se tiene un motivo para el júbilo, éste ya no es más júbilo-; ello estaba simplemente ahí y el pensamiento no podía capturarlo y convertirlo en un recuerdo. Era demasiado fuerte y activo para que el pensamiento jugara con ello. Y tanto el pensamiento como el sentimiento se tornaron muy quietos y silenciosos… Ello venía en olas, una ola sobre otra, era algo viviente que no podía ser contenido por nada, y con este júbilo había una bendición. Todo estaba tan completamente más allá de cualquier pensamiento, de cualquier exigencia interna…

¿Existe un llegar? Llegar implica que uno sufre y está bajo la sombra del temor. ¿Existe, en lo interno, ‘un llegar’, una meta para ser alcanzada, “un fin que deba obtenerse”? El pensamiento ha fijado un fin, Dios, bienaventuranza, éxito, virtud, etc. Pero el pensamiento es tan sólo una reacción, una respuesta de la memoria, y el pensamiento engendra al tiempo a fin de recorrer el espacio entre lo que ‘es’ y lo que ‘debería ser’. Lo que debería ser, el ideal, es algo verbal, teórico, que carece de realidad. Lo real(1) es intemporal, no tiene un fin que alcanzar ni distancia que recorrer. El hecho ‘es’, y todo lo demás no es. El hecho no existe si no hay muerte para el ideal, para la realización, para un fin propuesto; el ideal, la meta, son un escape del hecho. El hecho no tiene tiempo ni espacio.
¿Existe entonces la muerte? Lo que hay es un marchitarse; la maquinaria del organismo físico se deteriora, sufre un desgaste, el cual es muerte. Pero eso es inevitable, tal como el grafito de este lápiz habrá de gastarse. ¿Es eso lo que origina el temor, o lo es la muerte del mundo que componen el devenir, el ganar, el realizar? Ese mundo carece de validez; es el mundo de los pretextos, de los escapes. El hecho -lo que es- y lo que debería ser, constituyen dos cosas por completo diferentes. Lo que deberla ser implica tiempo y distancia, dolor y miedo. La muerte de estos factores deja sólo el hecho, lo que es. No hay un futuro hacia lo que es; el pensamiento, que engendra al tiempo, no puede actuar sobre el hecho; el pensamiento no puede cambiar el hecho, sólo puede escapar de él, y cuando todo el impulso de escapar ha muerto, entonces el hecho experimenta una tremenda mutación. Pero tiene que haber muerte para el pensamiento, que es tiempo. Cuando el tiempo como pensamiento no existe, existe entonces el hecho, lo que es. Cuando hay destrucción del tiempo como pensamiento, no hay movimiento en ninguna dirección ni hay espacio que recorrer, sólo existe la inmovilidad del vacío. Esto es la total destrucción del tiempo como ayer, hoy y mañana, como memoria de la continuidad, del devenir.
Entonces el ser es intemporal, sólo existe el presente activo(2), pero ese presente no es del tiempo. Es atención sin las fronteras del pensamiento y sin las palabras, los símbolos no tienen en si mismos significado alguno. La vida está siempre en el presente activo; el tiempo pertenece siempre al pasado y, por lo tanto, al futuro. Y la muerte con respecto al tiempo es vida en el presente. Es esta vida la que es inmortal, no la que está dentro de l conciencia. El tiempo es el pensamiento en la conciencia, y la conciencia está contenida en su estructura. Hay siempre miedo y dolor dentro de la malla del pensamiento y del sentimiento. El fin del dolor es el cese del tiempo.



1-      Lo real: Hace referencia a “lo verdadero”. Krishnamurti utilizó la palabra ‘real’ como sinónimo de verdadero, hasta que más tarde, en sus pláticas comenzó a utilizar la palabra “verdadero” para referirse a la Esencia.

2-      El presente activo: No se refiere al ´presente’ del tiempo psicológico, el cual la mente divide entre “pasado-presente-futuro”, sino al Presente sin tiempo, el AHORA del que habla Eckhart Tolle. El Ahora intemporal.



martes, 10 de febrero de 2015

La madura soledad…



Diario 1 de Krishnamurti

Párrafos del día 18-09-61

“… La verdad no tiene opuesto, ni lo tiene el amor…”
… La negación existe únicamente cuando no hay recompensa ni trueque. Hay renunciamiento sólo cuando no hay ganancia en el acto de renunciar. Negar lo falso es liberarse de lo positivo, de lo positivo con su opuesto. Lo positivo es la autoridad con su aceptación, su conformismo, su imitación, y es la experiencia con su conocimiento.
Negar es estar solo; solo con respecto a toda influencia y tradición, solo respecto de la necesidad interna con su dependencia y su apego. Estar solo es negar el condicionamiento, el trasfondo. La estructura dentro de la cual la conciencia es y existe, es su condicionamiento. Estar solo es permanecer alerta, sin opción alguna, a este condicionamiento, negándolo por completo. Esta madura soledad no es aislamiento, no es ese estado de soledad que proviene de la separativa actividad egocéntrica. Esta soledad no es un apartarse de la vida; por el contrario, es la total libertad con respecto al conflicto y al dolor, al temor y a la muerte. Esta soledad es vacío, no el estado positivo del ser ni el no ser. Es vacío; en este ‘fuego del vacío’ la mente se rejuvenece, se torna fresca e inocente.

 Es sólo la inocencia la que puede recibir lo intemporal, lo nuevo que permanentemente está destruyéndose a si mismo. La destrucción es creación. Sin amor, la destrucción no existe…

Más allá de la enorme y desperdigada ciudad están los campos, los bosques y las colinas…






viernes, 6 de febrero de 2015

Meditación es destrucción



Párrafos del Diario 1 de Krishnamurti; día 18-09-61.

(…) En un día caluroso la gran ciudad resultaba casi intolerable; el cielo estaba despejado y el sol no tenía misericordia. Pero esta mañana muy temprano, cuando Orión estaba en lo alto y sólo uno o dos automóviles pasaban junto al río, en la terraza había quietud y meditación acompañada de una completa apertura de la mente y el corazón rayana con la muerte…
(…) En el parque ululaba un búho, y era un sonido grato, tan claro y tan primitivo; iba y venia con variados intervalos, y parecía gustar de su propia voz, ya que ningún otro replicaba.
La meditación derriba las fronteras de la conciencia; desbarata el mecanismo del pensamiento y del sentimiento que aquel despierta. La meditación que está atrapada en un método, en un sistema de recompensas y promesas, mutila y somete a la energía.
La meditación consiste en liberar energía en abundancia, y el control, la disciplina y la represión corrompen la pureza de esa energía. La meditación es la llama ardiendo intensamente sin dejar cenizas. Las palabras, el sentimiento, el pensamiento siempre dejan cenizas, y el mundo acostumbra a vivir de cenizas.
La meditación es un riesgo porque lo destruye todo, no deja absolutamente nada, ni siquiera el susurro de un deseo, y…

en este vasto e insondable ‘vacío’, hay creación y amor.





lunes, 2 de febrero de 2015

Una mañana completamente despejada…



Párrafo del día 16-09-61.- (Diario 1, de Krishnamurti)

(…) Era, a hora tan temprana, una mañana completamente despejada, y el tiempo parecía haberse detenido… Eran las cuatro y media pero el tiempo parecía haber perdido todo su significado, como si no hubiera ayer ni mañana, ni el instante siguiente. El tiempo permanecía inmóvil y la vida proseguía su marcha sin una sola sombra; la vida proseguía, sin pensamiento ni sentimiento. El cuerpo estaba ahí en la terraza, allá estaba la alta torre con su centelleante luz de advertencia, y las incontables chimeneas; el cerebro veía todas estas cosas pero no iba más lejos. El tiempo es medida, y el tiempo, como pensamiento y sentimiento, se había detenido. No existía el tiempo…; todo movimiento había cesado pero nada estaba estático. Por el contrario, había una extraordinaria intensidad y sensibilidad, un fuego que ardía, un fuego sin temperatura ni color.
 Arriba estaban las Pléyades y más abajo, hacia el este, Orión, y el lucero del alba asomaba sobre los tejados. Y con este ‘fuego’ había júbilo, bienaventuranza. No es que uno estuviera jubiloso, pero había un éxtasis. No una identificación con ello, no podía haberla porque el tiempo había cesado. El ‘fuego’ no podía identificarse con nada ni estar en relación con nada. Estaba ahí porque el tiempo se había detenido… Y ya llegaba el amanecer, y Orión y las Pléyades se desvanecían y dentro de poco el lucero del alba también habría de seguirlos…







El Vacío: una llama que está siempre ardiendo…



13-09-61.- (Diario 1, de K.)

El cielo estaba plateado, pulido y brillante y la brisa dibujaba figuras sobre el río. Las palomas se pusieron en movimiento temprano en la mañana, y apenas el sol calentó los tejados de zinc, ahí estaban ellas calentándose…
La mente, dentro de la cual están el cerebro, el pensamiento, el sentimiento y todas las sutiles emociones, la fantasía y la imaginación, es una cosa extraordinaria. Todos sus contenidos no constituyen la mente y, no obstante, sin ellos la mente no existe; ella es más que lo que contiene. Sin la mente no habría contenidos; éstos existen gracias a ella. En el total vacío de la mente tienen su existencia el intelecto, el pensamiento, la totalidad de la conciencia. Un árbol no es la palabra, ni la hoja, la rama o las raíces; la totalidad de ello es el árbol y, sin embargo, él no es ninguna de estas cosas…
La mente es ese vacío en el cual las cosas de la mente pueden existir, pero las cosas no son la mente. Es a causa de este ‘vacío’ que surgen el tiempo y el espacio. Pero el cerebro y las cosas del cerebro cubren todo un campo de la existencia; ésta se halla ocupada por sus múltiples problemas. El cerebro no puede aprehender la naturaleza de la mente, ya que funciona tan sólo en la fragmentación y ‘los muchos fragmentos no hacen lo total’. Y, no obstante, el cerebro está ocupado en reunir los fragmentos contradictorios para componer la totalidad. Lo total nunca puede ser el resultado de reunir y juntar las partes.
 La actividad de la memoria, el conocimiento en acción, el conflicto de los deseos opuestos, la búsqueda de libertad, están aun dentro de los confines del cerebro; el cerebro puede perfeccionar, aumentar, acumular sus deseos, pero el dolor ha de proseguir… No hay fin para el dolor en tanto el pensamiento sea meramente una respuesta de la memoria, de la experiencia. Existe un «pensar» que nace del total vacío de la mente; ese ‘vacío’ no tiene un centro y, por tanto, es capaz de un movimiento infinito. La ‘creación’ nace desde este vacío, pero no es la creación del hombre que produce cosas. Esa ‘creación’ que proviene del vacío(1) es amor y es muerte.

Ha sido nuevamente un extraño día. «Lo otro» ha estado presente cualquiera haya sido la actividad diaria o el lugar en el que uno se hubiera encontrado. Es como si el cerebro estuviera viviendo dentro de ello; el cerebro ha permanecido muy quieto sin dormirse, sensible y alerta. Hay un sentido de observación que actúa desde una profundidad infinita. Aunque el cuerpo está cansado, existe un estado peculiar de lucidez: Una llama que está siempre ardiendo…




1-      Vacío: La palabra vacío, a nivel espiritual, es una Presencia…