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viernes, 27 de febrero de 2015

Meditación: completa quietud, sin centro ni periferia…



Diario N°1, de Krishnamurti

20-09-1961. (Segunda parte)

(…) Esta mañana temprano, poco antes de que saliera el sol, la meditación, en la que toda clase de esfuerzo había cesado hacia tiempo, se tornó en silencio, un silencio en el que no había un centro y, por consiguiente, no había periferia. Era sólo silencio… No tenía cualidad, ni movimiento, ni profundidad ni altura… Era completa quietud. Es esta quietud la que tenía un movimiento que se expandía infinitamente y cuya medida no estaba en el tiempo y el espacio. Esta quietud se hallaba en permanente estallido, siempre alejándose, expandiéndose… Pero no tenía un centro; si hubiera un centro ello no seria quietud, seria estancamiento y deterioro; esto no tenía nada que ver con las intrincadas complicaciones del cerebro. La cualidad de la quietud que el cerebro puede producir es por completo diferente, en todas sus formas, de la quietud que tenía lugar esta mañana. Era una quietud que nada podía perturbar porque en ella no había resistencia; todo estaba en esa quietud, y esa quietud estaba más allá de todo

El temprano tráfico matinal de los grandes camiones que traían productos alimenticios y otras cosas a la ciudad (París), no perturbaba en modo alguno esa quietud, ese silencio, ni lo turbaban los rayos giratorios de luz provenientes de la alta torre. ‘Ello’ estaba ahí, sin tiempo… Mientras el sol ascendía lo atrapó una nube magnifica, enviando rayos de luz azul a través del cielo. Era la luz jugando con la oscuridad, y el juego prosiguió hasta que la fantástica nube descendió tras de los miles de chimeneas…





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