Diario
n°1 de J. Krishnamurti
26-10-1961.- (2° parte).
(…) El tiempo es una
ilusión. Existe un mañana y han existido muchos ayeres; este tiempo no
es una ilusión. El pensamiento que utiliza al tiempo como un medio para
producir un cambio interno, un cambio psicológico, está persiguiendo un
no-cambio, porque un cambio semejante sólo es una continuidad modificada de lo
que ha sido; un pensamiento así es perezoso, pospone, encuentra refugio en la
ilusión de lo gradual, en los ideales, en el tiempo.
La
mutación no es posible a través del tiempo. La misma negación del tiempo es la
mutación; ésta tiene lugar cuando son negadas todas las cosas que han tenido su
origen en el tiempo: el hábito, la tradición, la reforma, los ideales. Uno
niega el tiempo y la mutación ha ocurrido, una mutación total, no la alteración
de los patrones o la sustitución de un patrón por otro. Pero adquirir
conocimiento, aprender una técnica requiere tiempo, que no puede ni debe ser
negado; estas cosas son esenciales para la existencia. El tiempo para ir desde
aquí hasta allá no es una ilusión, pero toda otra forma de tiempo es ilusoria.
En esta mutación hay atención, y gracias a esta atención existe una dase de
acción por completo diferente. Una acción así no se vuelve un hábito, una
sensación, una experiencia, un conocimiento que se repiten y que embotan el
cerebro y lo tornan insensible a una mutación.
‘La
virtud’, pues, no consiste en el hábito mejor, en la mejor conducta; la virtud
carece de un patrón, no esta limitada; no tiene el sello de la respetabilidad;
no es un ideal que pueda ser perseguido, materializado por el tiempo. La virtud
es, por eso, algo peligroso para la sociedad, no una cosa dócil y sumisa. Amar
implica, pues, destrucción, una revolución no económica o social, sino una
revolución de la totalidad de la conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario