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sábado, 29 de noviembre de 2014

Más allá de las palabras…



9 de agosto, 1961. (“Diario N°1, de Krishnamurti)

Esta mañana, al despertar, uno sintió otra vez que había sido una noche vacía; el cuerpo había estado sometido a un esfuerzo excesivo a causa de la plática [del día anterior] y de las entrevistas personales, y estaba cansado. Al sentarse uno en la cama como era habitual, se hallaba en calma; la ciudad dormía, no se escuchaba un sonido y la mañana estaba cargada de nubes. Desde dondequiera que tenga ella su existencia, esta bendición advino súbita y plenamente con su fuerza y su poder. Permaneció llenando la habitación y expandiéndose fuera de ella; luego desapareció dejando tras de sí un sentimiento de vastedad cuya dimensión estaba más allá de las palabras.
Ayer, caminando en medio de las colinas, prados y torrentes, entre tanta agradable quietud y belleza, uno fue consciente otra vez de esa extraña y hondamente conmovedora inocencia. Calladamente, sin resistencia alguna, penetraba en cada rincón y recodo de la mente purificándola de todo pensamiento y sentimiento. Lo dejó a uno vacío y pleno. Cada uno de nosotros advirtió su paso... Súbitamente, todo el tiempo se había detenido.
‘El proceso’ continúa…, pero más suave y profundamente.



10 de agosto.

Había llovido muy intensamente, y la penetrante lluvia lavó el blanco polvo depositado sobre las grandes hojas que abundan junto al camino sin pavimentar que llega profundamente hasta el interior de las montañas. El aire era suave y dulce, liviano a esa altitud; era un aire limpio y agradable y había un olor a tierra lavada por la lluvia. Subiendo por el camino uno advertía la belleza de la tierra y la delicada línea de los empinados cerros contra el cielo del anochecer, la maciza montaña rocosa con su glaciar y su vasta extensión de nieve, la abundancia de las flores. Era un anochecer de gran belleza y serenidad. La reciente y fuerte lluvia había enlodado el ruidoso torrente; éste había perdido esa peculiar claridad brillante que tiene el agua de la montaña, pero en unas pocas horas volvería a estar clara de nuevo. Mientras uno miraba las formas y curvas de las macizas rocas y la nieve fulgurante, como entre sueños, sin pensamiento alguno en la mente, de pronto ‘ahí estaba’, una fuerza, una bendición de inmensa y sólida dignidad. En un instante llenó el valle y la mente no podía medirla; ello estaba muchísimo más allá de la palabra. Era, otra vez, inocencia. Al despertar esta mañana temprano, ello estaba ahí y la meditación era muy poca cosa; todo pensamiento había muerto y había cesado todo sentimiento; el cerebro se hallaba absolutamente silencioso. Su registro no es lo real. Ello estaba ahí, intangible e incognoscible. Ya jamás sería lo que ha sido; su belleza es inextinguible.
Fue una mañana extraordinaria. Esto ha estado prosiguiendo por cuatro meses completos, cualquiera fuera el medio circundante, cualquiera la condición del cuerpo. Jamás es lo mismo y, no obstante, es lo mismo; es destrucción y es creación que nunca cesa. Su poder y su fuerza están más allá de toda comparación y palabras. Y ello jamás continúa, es muerte y es vida.
‘El proceso’(1) ha sido algo agudo y todo él parece más bien de poca importancia…




1-      El proceso”: Los cambios y dolores que K. experimentaba en su cuerpo continuamente.





jueves, 27 de noviembre de 2014

Una pequeña historia…



            Cierto hombre santo aceptó un discípulo y le dijo: “Sería bueno que intentaras escribir todo lo que comprendes sobre la vida religiosa y lo que te ha llevado a ella”.

            El discípulo se fue y comenzó a escribir. Un año más tarde volvió al Maestro y dijo: “He trabajado duramente en esto, y aunque dista mucho de estar completo, éstas son las principales razones de mi lucha”.

            El Maestro leyó la obra –muchos miles de palabras- y luego dijo al joven: “Está admirablemente razonado y claramente expuesto, pero es un poco largo. Trata de acortarlo un poco”. Así que el novicio se fue y, después de cinco años, volvió con solamente cien páginas.

            El Maestro sonrió, y después de haberlo leído le dijo: “Ahora te estás aproximando verdaderamente al corazón de la cuestión. Tus pensamientos tienen claridad y fuerza. Pero aún es un poco largo; intenta condensarlo, hijo mío”.

            El novicio se fue muy triste, porque había trabajado duramente para alcanzar la esencia. Pero volvió al cabo de diez años, e inclinándose frente al Maestro le ofreció tan solo cinco páginas y dijo: “Este es el núcleo de mi fe, el centro de mi vida, y pido tus bendiciones por haberme llevado a ello”.
            El Maestro lo leyó lenta y cuidadosamente. “Es verdaderamente maravilloso, en su simplicidad y belleza”, dijo, “pero aún no es perfecto. Intenta alcanzar una clarificación definitiva”.

            Y cuando el Maestro, llegado el tiempo señalado, estaba preparándose para su fin, el discípulo regresó de nuevo y arrodillándose ante él para recibir sus bendiciones, le ofreció una sola hoja de papel, en la que no había nada escrito.
            Entonces el Maestro puso las manos en la cabeza de su amigo y dijo:


Ahora…, ahora has comprendido



(Del libro: “El Sutra del corazón”,
sutras del Budismo, comentados por Osho)




“Como un río que fluye”…


8 de agosto, 1961 (“Diario N°1, de Krishnamurti)

Al despertar todo estaba tranquilo, mientras que el día anterior había resultado agotador. La serenidad era sorprendente, y uno se sentó para efectuar la habitual meditación. Inesperadamente, de la misma manera en que uno oye un sonido distante, ‘ello’ comenzó quietamente, dulcemente, y de pronto estaba ahí en toda su fuerza. Debe haber permanecido por unos minutos. Al desaparecer dejó su perfume en lo hondo de la conciencia y la visión de ello en los ojos. Esa inmensidad con su bendición estuvo ahí durante la plática de esta mañana. Cada cual debe haberlo ‘interpretado’ a su manera, destruyendo así su indescriptible naturaleza. Toda ‘interpretación’ deforma.
“El proceso” ha sido agudo y el cuerpo se ha tornado un poco frágil. Pero más allá de todo esto hay una pureza de belleza increíble, una belleza que no es de las cosas…, que ni el pensamiento ni el sentimiento han producido, que no es el don de un artesano, sino que es como un río que fluye, nutrido e indiferente; está ahí, completa y rica en sí misma. Es un poder que no puede valorarse en la estructura social y en la conducta del hombre. Pero está ahí, impasible, inmenso, inalcanzable. Gracias a esto, existen todas las cosas.


12 de agosto.

Uno despertó mucho antes del amanecer, cuando el aire se halla muy quieto y la tierra aguarda al sol. Despertó con una claridad peculiar y una ‘urgencia’ que exigía atención plena. El cuerpo estaba completamente inmóvil; era una inmovilidad sin tirantez, sin tensión. Y dentro de la cabeza tenía lugar un singular fenómeno. Un río anchísimo fluía con la presión de un inmenso caudal de agua, fluía entre altas y bruñidas rocas de granito. A cada lado de este anchísimo río estaba el bruñido, reluciente granito en el cual nada crecía, ni siquiera una brizna de hierba; no había nada excepto pura roca pulida remontándose más allá del mensurable alcance de la vista. El río se abría paso silenciosamente, sin un susurro, indiferente, majestuoso. Ello ocurría realmente, no era un sueño, una visión o un símbolo que deba ser interpretado. Ahí estaba sucediendo, más allá de cualquier duda; no era cosa de la imaginación. Ningún pensamiento puede inventar eso; era demasiado inmenso y real para que el pensamiento pudiera formularlo.

La inmovilidad del cuerpo y este gran río fluyendo entre los bruñidos muros de granito del cerebro, continuaron por una hora y media del reloj. A través de la ventana los ojos podían ver la llegada del alba. No había error con respecto a la realidad de lo que estaba sucediendo. Por una hora y media todo el ser estuvo atento sin esfuerzo y sin desviarse. Y súbitamente ello se terminó y comenzó el día.



martes, 25 de noviembre de 2014

“Aquello”



(‘Diario N°1’, de Krishnamurti)
7 de agosto, 1961.

Uno estaba fatigado después de la plática y de las entrevistas con la gente, y hacia el anochecer salimos a dar un corto paseo. Después de un día brillante se estaban concentrando nubes y llovería durante la noche. Las nubes rodeaban las montañas y el torrente hacía mucho ruido. El camino estaba polvoriento a causa de los automóviles, y al otro lado del torrente había un estrecho puente de madera. Lo cruzamos y subimos por un sendero de hierba, y la verde ladera estaba toda cubierta de flores e intensamente coloreada. El sendero subía suavemente hasta pasar un cobertizo para vacas, pero éste se hallaba vacío; el ganado había sido llevado a pastar más arriba. Ahí en lo alto todo era muy tranquilo, no había nadie, pero estaba el ruido del impetuoso torrente. ‘Aquello’(1) llegó calladamente, con tanta suavidad, tan próximo a la tierra, entre las flores, que uno no se dio cuenta. Se extendía cubriendo la tierra, y uno estaba en ello, no como un observador sino que era parte de ello. No había pensamiento ni sentimiento, el cerebro se hallaba absolutamente quieto. De pronto estaba ahí, una inocencia muy simple, clara. Era una pradera de inocencia más allá de todo placer y dolor, más allá de toda la tortura de la esperanza y la desesperación. Estaba ahí, y hacía que la mente, que todo el ser de uno fuera inocente; uno era parte de ello, más allá de toda medida, más allá de la palabra; la mente era toda transparencia y el cerebro era intemporalmente joven. Ello continuó por algún tiempo y ya era tarde y teníamos que regresar.
Esta mañana, al despertar, pasó un rato antes de que esa inmensidad llegara, pero ahí estaba y el pensamiento y el sentimiento fueron aquietados. Mientras uno se lavaba los dientes, la intensidad de ello era aguda y clara. Llegó tan súbitamente como se fue, nada puede sujetarlo y nada puede atraerlo.
‘El proceso’ ha sido algo agudo y el dolor penetrante.



1-    “Aquello” y “lo otro”, o “ello”,  eran términos utilizados por Krishnamurti para referirse a “la bendición de lo desconocido”, a ‘la esencia’, o también: “lo atemporal”.

No lo nombraba de ninguna manera que pudiese ser ‘cristalizado’ por el pensamiento, en la memoria…



“VER”



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)
5 de agosto.

Esta mañana, al despertar temprano, hubo un relámpago de «ver», de «mirar» que parece proseguir y proseguir para siempre. Ello se inició en ninguna parte y fue hacia ninguna parte, pero en ese ‘ver’ estaba incluida toda visión, ese ‘ver’ contenía todas las cosas. Era un ‘ver’ que iba más allá de los ríos, las colinas, las montañas, más allá de la tierra y el horizonte y la gente. En este ‘ver’ había una luz penetrante y una increíble velocidad. El cerebro no podía seguirlo ni la mente podía contenerlo. Era pura luz, una velocidad que no conocía resistencia.
Durante el paseo de ayer, la belleza de la luz entre los árboles y sobre la hierba fue tan intensa, que lo dejó a uno realmente sin aliento y con el cuerpo debilitado. Más tarde en esta mañana, justo cuando uno estaba a punto de desayunarse, tal como un cuchillo se introduce en tierra blanda, ahí estaba ‘la bendición’ con su poder y su fuerza. Llegó como lo hace el relámpago y con igual rapidez se había ido.
‘El proceso’(1) fue más bien intenso ayer en la tarde y un poco menos esta mañana. Hay una condición de fragilidad en el cuerpo.



1-     “El proceso”: Como se sabe, es la manera como llamaba K. a sus presiones, tiranteces y dolores en su cuerpo (especialmente en la espina dorsal y en la cabeza).

‘Como una hoja nueva, totalmente indefensa’…



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti, escrito en 1961)

4 de agosto.

Esta mañana uno despertó muy temprano; todavía estaba oscuro pero pronto amanecería; hacia el Este, a la distancia había una pálida luz. El cielo estaba bien despejado y era casi visible la forma de las montañas y de las colinas. Había mucha quietud. Desde este vasto silencio, súbitamente, en el momento en que uno se incorporó en la cama, cuando el pensamiento estaba quieto y ausente, cuando no había siquiera el susurro de un sentimiento, advino ‘aquello’ que ahora ya era una realidad sólida, inagotable. Era algo compactó sin peso, sin medida; estaba ahí y fuera de ello nada existía. Estaba ahí, y no había otra cosa. Las palabras sólido, inmóvil, imperecedero no transmiten en modo alguno esta condición de estabilidad intemporal. Ninguna de estas palabras ni palabra alguna podrían comunicar la naturaleza de ‘eso’ que estaba ahí. Sólo eso existía totalmente, en sí mismo, y nada más; eso que era la totalidad de todas las cosas, la esencia.
La pureza de ello persistió dejándolo a uno sin pensamiento, sin actividad. No es posible unirse a ello (1); no es posible unirse a un río que fluye rápidamente. Uno jamás puede unirse a lo que no tiene forma, ni medida, ni cualidad. Ello es; ‘eso’ es todo. Qué profundamente maduras y tiernas se han vuelto todas las cosas… y, extrañamente, la vida entera está en ello; como una hoja nueva, totalmente indefensa.



1-      Evidentemente aquí K. se refiere al ‘yo’, que es pensamiento. El ‘yo’, que es tiempo y pensamiento,  nunca puede unirse al ‘río atemporal de la Esencia’. El pensamiento debe cesar, naturalmente…, sin esfuerzo… Eso es: “meditación”.




sábado, 22 de noviembre de 2014

Sensibilidad, ‘un cielo sin nubes’…



(Del “Diario N° 1 de K.)

3 de agosto de 1961

Uno despertó temprano con ese fuerte sentimiento de «lo otro», de otro mundo que está más allá de todo pensamiento; era muy intenso y tan claro y puro como la madrugada, como el cielo sin nubes. La mente está limpia de toda imaginación e ilusión, porque no hay continuidad. Todo es y jamás ha sido antes. Donde la continuidad es posible, hay ilusión.
Era una mañana despejada, aunque pronto habrían de juntarse nubes. Al mirar por la ventana, los árboles, los campos se destacaban muy nítidamente. Está sucediendo algo muy curioso: hay una intensificación de la sensibilidad. Sensibilidad no sólo a la belleza sino a todas las otras cosas. La brizna de hierba estaba asombrosamente verde; esa sola brizna contenía en sí todo el espectro de los colores; era algo intenso, deslumbrante en una cosa tan pequeña, tan fácil de destruir. Esos árboles, con su altura y su profundidad, estaban llenos de vida; las líneas de aquellas arrebatadoras colinas y los árboles solitarios eran la expresión de todo tiempo y espacio; y las montañas contra el pálido cielo estaban más allá de todos los dioses del hombre. Era increíble va, sentir todo esto con sólo mirar afuera por la ventana. Los ojos se purificaban. Es extraño cómo durante una o dos entrevistas, esa fuerza, ese poder llenó la estancia. Parecía estar en los propios ojos y en la respiración. Eso surge a la vida súbitamente, de la manera más inesperada, con una fuerza e intensidad completamente abrumadoras, y otras voces está ahí quieta y serenamente. Pero está ahí, quiéralo uno o no. No hay posibilidad de acostumbrarse a ello porque jamás ha sido antes ni jamás será. Pero está ahí.
‘El proceso’ (1) ha sido leve, tal vez debido a estas pláticas y a las entrevistas con la gente.



1-     “El proceso”: Krishnamurti llamaba así a los constantes dolores y cambios internos que sufría a diario, que evidentemente estaban relacionados con sus vivencias místicas.







viernes, 21 de noviembre de 2014

La bendición de Lo Desconocido



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)

20-07-61

El cuarto se llenó con esa bendición. Lo que siguió entonces es casi imposible de registrar en palabras; las palabras son cosas tan muertas…, con un significado tan definitivamente establecido, y lo que ocurrió estaba más allá de todas las palabras y no puede ser descrito. Ello era el centro de toda creación; era una purificadora seriedad que limpiaba el cerebro de todo pensamiento y sentimiento; esa seriedad era como un relámpago que destruye y quema; su profundidad no tenía medida, ahí estaba inmutable, impenetrable, una solidez que era tan leve como los cielos. Estaba en los ojos, en la respiración. Estaba en los ojos y los ojos podían ver. Los ojos que veían, que miraban, aun totalmente diferentes de los ojos orgánicos y, sin embargo, eran los mismos ojos. Sólo existía el ver de los ojos que veían más allá del tiempo-espacio. Había una impenetrable dignidad y una paz que era la esencia de todo movimiento, de toda acción. Ninguna virtud la alcanzaba porque estaba más allá de toda virtud y de todas las sanciones humanas. Era el amor, el amor que es totalmente perecedero y que por eso tiene la delicadeza de todo lo que es nuevo, vulnerable, destructible; no obstante, aquello estaba más allá de todo esto. Ahí estaba, imperecedero, innominable, ‘lo desconocido’. Ningún pensamiento podría jamás penetrarlo, ninguna acción podría jamás alcanzarlo. Era «puro», incontaminado y, por eso, siempre bello, como la muerte. Todo esto pareció afectar el cerebro; éste no era como había sido antes. (El pensamiento es algo tan trivial, necesario pero trivial). A causa de ello ‘la relación’ parece haber cambiado. Tal como una terrible tormenta, como un destructivo terremoto da un curso nuevo a los ríos, cambia el paisaje y cava profundamente la tierra, así ello ha arrasado los contornos del pensamiento, ha cambiado la forma del corazón.



21-07-61

Todo el proceso continúa como es habitual a pesar del frío y del estado febril. Se ha vuelto más agudo y persistente. Uno se pregunta hasta cuándo podrá el cuerpo aguantarlo. (Se refiere a los síntomas por los que atravesó el cuerpo de K.)
Ayer, mientras subíamos por un hermoso, angosto valle, con sus empinadas laderas sombreadas de pinos y los verdes campos llenos de flores silvestres, súbitamente, de la manera más inesperada porque estábamos hablando de otras cosas, una bendición descendió como suave lluvia sobre nosotros. Nos convertimos en el centro de ella. Era dulce, apremiante, infinitamente tierna y pacifica, nos envolvía en un poder que estaba más allá de toda tacha y razón.
Esta mañana temprano, al despertar, había una inmutable seriedad purificadora transformándolo todo y un éxtasis que no tenía causa; simplemente estaba allí. Y durante el día, ante cualquier cosa que uno hiciera, ahí permaneció como un trasfondo y avanzaba directa e instantáneamente cuando uno estaba quieto. Hay en ello urgencia, y hay belleza. Ninguna imaginación ni deseo alguno podrían jamás formular una profunda seriedad semejante.



17-07-61

Estábamos subiendo por el sendero de una boscosa ladera de la montaña y pronto nos sentamos en un banco. Súbitamente, de la manera más inesperada, esa sacra bendición descendió sobre nosotros; el otro también la sintió sin que nos hubiéramos dicho nada. Tal como en diversas oportunidades llenó una habitación, esta vez pareció cubrir toda la amplitud de la ladera, extendiéndose sobre el valle y más allá de las montañas. Estaba en todas partes. El espacio entero pareció desaparecer; lo que se encontraba lejos, la ancha quebrada, los distantes picos nevados y la persona sentada en el banco, todo se desvaneció. No había uno, ni dos, ni muchos, sino sólo esta inmensidad. El cerebro había perdido todas sus respuestas; era sólo un instrumento de observación que estaba viendo, no como el cerebro que pertenece a una persona en particular, sino como un cerebro que no está condicionado por el tiempo-espacio, como la esencia de todos los cerebros.
Fue una noche tranquila y ‘el proceso’ en general no fue tan intenso. Al despertar esta mañana hubo una experiencia que duró quizás un minuto, una hora, o tal vez fue ‘algo intemporal’. (…). Al despertar, había en las mismas profundidades, en la inmensurable hondura de la mente total, ardiendo furiosamente, una intensa llama viva de atención, de percepción lúcida, de creación. “La palabra no es la cosa, el símbolo no es ‘lo real’”. Los fuegos que arden en la superficie de la vida pasan, se apagan dejando dolor, cenizas, recuerdos. Estos fuegos son llamados ‘vida’, pero eso no es vida. Es decadencia. Vida es el fuego de la creación, que es destrucción. En ello no hay comienzo ni final, no hay mañana ni ayer. Eso está ahí y ninguna actividad superficial podrá jamás ponerlo al descubierto. El cerebro debe morir para que esta vida sea.





Esa Sacra Bendición



(Notas del “Diario N°1” de Krishnamurti)

16-07-61

‘El proceso’ (los dolores que K. padecía) continuó durante la mayor parte de la noche; fue más bien intenso. ¡Cuánto puede el cuerpo resistir! El cuerpo entero estuvo estremeciéndose y, esta mañana, uno despertó con la cabeza cimbreando. Había esta mañana esa peculiar cualidad de lo sagrado llenando la habitación. Tenía un gran poder penetrante, entraba en cada rincón del propio ser llenándolo, purificándolo, haciéndolo todo por sí misma. El otro también lo sintió. ‘Esa cosa’ es lo que todos los seres humanos desean con vehemencia, y porque la desean ella los elude. El monje, el sacerdote, el sannyasi torturan sus cuerpos y su carácter anhelando esto, pero ella los evade. Porque esa cosa no puede ser comprada; ni el sacrificio, ni la virtud, ni la plegaria pueden producir ‘este amor’. Esta vida, ese amor no pueden ser si la muerte se utiliza como medio para ello. Toda búsqueda, toda súplica deben cesar completamente. La verdad no puede ser exacta. Lo que puede medirse(1) no es la verdad. Lo que no es vida puede ser medido y puede encontrarse su altura.


1-      “Lo medible” es lo que los hindúes llaman “maya” (ilusión). La Verdad, la Vida, es inconmensurable, es decir, no mensurable, no tiene medida, ni tiempo.



17-07-61

Estábamos subiendo por el sendero de una boscosa ladera de la montaña y pronto nos sentamos en un banco. Súbitamente, de la manera más inesperada, esa sacra bendición descendió sobre nosotros; el otro también la sintió sin que nos hubiéramos dicho nada. Tal como en diversas oportunidades llenó una habitación, esta vez pareció cubrir toda la amplitud de la ladera, extendiéndose sobre el valle y más allá de las montañas. Estaba en todas partes. El espacio entero pareció desaparecer; lo que se encontraba lejos, la ancha quebrada, los distantes picos nevados y la persona sentada en el banco, todo se desvaneció. No había uno, ni dos, ni muchos, sino sólo esta inmensidad. El cerebro había perdido todas sus respuestas; era sólo un instrumento de observación que estaba viendo, no como el cerebro que pertenece a una persona en particular, sino como un cerebro que no está condicionado por el tiempo-espacio, como la esencia de todos los cerebros.
Fue una noche tranquila y ‘el proceso’ en general no fue tan intenso. Al despertar esta mañana hubo una experiencia que duró quizás un minuto, una hora, o tal vez fue ‘algo intemporal’. (…). Al despertar, había en las mismas profundidades, en la inmensurable hondura de la mente total, ardiendo furiosamente, una intensa llama viva de atención, de percepción lúcida, de creación. “La palabra no es la cosa, el símbolo no es ‘lo real’”. Los fuegos que arden en la superficie de la vida pasan, se apagan dejando dolor, cenizas, recuerdos. Estos fuegos son llamados ‘vida’, pero eso no es vida. Es decadencia. Vida es el fuego de la creación, que es destrucción. En ello no hay comienzo ni final, no hay mañana ni ayer. Eso está ahí y ninguna actividad superficial podrá jamás ponerlo al descubierto. El cerebro debe morir para que esta vida sea.




miércoles, 19 de noviembre de 2014

EL VACÍO



            El vacío es una de las palabras clave de Lao Tse (1), habla de lo vacío una y otra vez. Vacío(2) significa espacio; vacío significa amplitud, vacío significa inagotabilidad.
            Vives en una casa, pero tu concepto de una casa son las paredes. Dice: “Las paredes no son la casa. ¿Cómo vas a vivir en las paredes? Vives en el vacío, no en las paredes – lo hueco. Esa es la verdadera casa”. Pero cuando tú piensas en la casa, piensas en la estructura que rodea al vacío. Por eso te parecen distintos un palacio y una choza. Pero no a Lao Tse, porque el vacío es el mismo. Si miras las paredes, entonces, por supuesto, una choza es una choza y un palacio es un palacio. Pero si miras la cavidad interior, que es la verdadera casa, ya que solo lo que está vacío puede albergarte, no las paredes, entonces no existe diferencia entre una choza y un palacio. No existe un vacío rico y un vacío pobre: todos los vacíos son lo mismo, son iguales. Pero hay paredes ricas y paredes pobres.
            Una vez que comprendas esto, muchas cosas se harán posibles, porque esta es una analogía con infinito potencial y significado. Cuando miras a una persona ¿miras su cuerpo…? Entonces estás mirando las paredes. Ese no es el verdadero hombre –el verdadero hombre está en el vacío interior. Un cuerpo puede ser bello, feo, sano, enfermo, joven, viejo, pero el vacío interior siempre es el mismo. Y entonces no miras los cuerpos, entonces miras el vacío que hay dentro.

            Puedes encontrar la analogía en todas partes. Vas al mercado a comprar una vasija de barro, o una vasija de oro. La vasija oro se diferencia de la vasija de barro, sus paredes se diferencian, pero el vacío interior es el mismo. Y cuando un pobre va con su vasija de barro a un pozo y un rico va con su vasija de oro al mismo pozo, van con el mismo vacío. Ambos llenan sus copas con la misma agua, y cuando llenan sus vasijas, no son las paredes las que usan, sino la cavidad interior, el vacío.

            Lao Tse dice: “Mira lo interno, no mires lo externo. La cavidad interna es tu ser, la cavidad interna, el vacío interno es tu ser”. Eso significa que tu ser es un ‘no-ser’, porque la palabra “ser” te da la sensación de que hay algo dentro. No… No hay nadie dentro. Todo ese “ser alguien” está en el exterior; dentro está el “nadie”, el vacío. Todo el ego está solo en la superficie, dentro hay un estado de no-ego. ¿Quién está dentro? Cuando lo sepas, te reirás; dirás que la pregunta está fuera de lugar.
No hay nadie, exactamente nada; por eso eres amplio; por eso eres de la cualidad de Brahma; por eso no puedes encontrar a Dios en ningún sitio; porque Él es la cavidad de la Totalidad, y tú sigues buscando ‘el cuerpo’, la figura…: Unos buscan a Krishna, otros buscan a Cristo, otros buscan a Mahavir, todos buscan cuerpos, figuras, “paredes”… Nadie está buscando la cavidad. Y si buscas la cavidad, ¿a dónde necesitas ir para encontrarla…? Te rodea el espacio por todas partes… No necesitas ir a ningún lado, el espacio está en todos lados. Esto es Dios: “el espacio”; el espacio en el que naces, el espacio en el que vives, el espacio en el que te disolverás.
            Un pez nace en el mar, el pez vive en el mar, el pez muere y se disuelve en el mar. El pez no es otra cosa que agua de mar. Exactamente lo mismo eres tú. El vacío está por todo alrededor y el mismo vacío está dentro. ¿Cómo podría haber dos tipos de vacío? Imposible. El vacío siempre es el mismo. En un pecador existe el mismo vacío que en un santo: el pecador tiene la etiqueta, en el exterior,  de ser un pecador, y el santo tiene la etiqueta, en el exterior, de ser un santo. Estás demasiado apegado a las paredes y no ves que las paredes no son significativas. ¿Por qué llamas santo a un hombre? Porque hace algo que tu llamas bueno. ¿Por qué llamas pecador a un hombre? Porque hace algo que llamas malo. Pero todo hacer es externo; todas las acciones son externas; son solo pinturas en las paredes. Pero el vacío interno: ¿puede volverse impuro el vacío interno a través de tus actos? ¿Puedes volver impuro al vacío? ¿Puedes hacer puro al vacío? El vacío es simplemente vacío. ¿Cómo vas a hacerlo puro o impuro…? El vacío permanece intacto, inmodificable, tal como es; nada puede cambiar la naturaleza del vacío. Es lo que es… Si me cortas con una espada, cortas mi cuerpo, pero no a mí, porque “mi” significa el vacío interno. Si hago algo, lo hago con las paredes, pero el vacío interno no es un hacedor. Recuerda siempre esta analogía. Es clave en la enseñanza de Lao Tse.

“El Tao (3) es una vasija vacía,
Y su uso es inagotable.
Insondable.”


(Del libro: “Tao, los tres tesoros”, Osho)



1-      Lao Tse: Gran sabio, en China, que precedió a Confucio. Se dice que fue el autor del “Tao Te King”, base del Taoísmo.
2-      Vacío: La palabra “vacío” se entiende corrientemente (especialmente en la cultura occidental) como ‘ausencia’ de cosas y objetos en un espacio determinado, pero en lugar de ser entendido como “ausencia” también puede ser entendido como una “presencia”: la Presencia del silencio, la Presencia de la quietud, la Presencia de la nada… Por lo tanto, espiritualmente, el “Vacío” no es una ‘ausencia’ sino una inagotable e infinita “Presencia”.
3-      Tao: Literalmente “curso”, “vía”. También se entiende como la Verdad, la Esencia, la Fuente inagotable de la felicidad y la bienaventuranza. Tao es el camino de la Armonía. (Sin olvidar que al principio del Tao Te King, dice: “El Tao que puede ser dicho, no es el Tao verdadero”).






viernes, 14 de noviembre de 2014

El poder de la Esencia



(Del Diario N°1, de Krishnamurti)

13-07-1961

La noche anterior, después del largo y bello paseo en automóvil a través de la región montañosa, al entrar en la habitación, esa extraña bendición sagrada estaba ahí. El otro también la sintió (se refiere a otra persona que estaba con Krishnashi). Sintió también esa quieta, penetrante atmósfera. Hay un sentimiento de gran belleza y amor y de una madura plenitud.
El poder se deriva del ascetismo, de la acción, de la posición, la virtud, la dominación, etc. Todas esas formas de poder son malignas. Ese poder corrompe y pervierte. El empleo del dinero, del talento, de la destreza, para obtener poder o derivar poder de ello, cualquiera sea el uso que se le dé, es corruptor, nocivo.
Pero existe un poder que en manera alguna está relacionado con ese poder que es el mal. Este poder no es para ser comprado por medio del sacrificio, de la virtud, de las buenas obras y creencias, ni puede comprarse con la adoración, las plegarias y la abnegación del yo o con las meditaciones destinadas a destruir al yo. Todo esfuerzo para ser o llegar a ser, debe cesar completa y naturalmente. Sólo entonces puede existir ese poder que no es el mal.


15-07-1961

Al despertar en medio de la noche había una sensación de inmensa e inmensurable fuerza. No era la fuerza que han producido la voluntad o el deseo, sino la fuerza que hay en un río, en una montaña, en un árbol. Esa fuerza está en el hombre cuando toda forma de deseo o voluntad han cesado completamente. No puede ser valorada ni significa provecho alguno para un ser humano, pero sin ella no hay ser humano, ni hay árbol.
La acción del hombre es opción y voluntad, y en una acción así hay contradicción y conflicto; por lo tanto, hay dolor. Toda acción semejante tiene una causa, un motivo y, en consecuencia, es una reacción. La acción de esta fuerza no tiene causa ni motivo y, por consiguiente, es inmensurable y es “la esencia”.






La esencia más profunda del ser



La esencia más profunda del ser es ‘no-ser’, la base del “ser” es la nada. Y cuando digo nada no quiero decir “nada” –solo quiero decir ‘no-cosa’. (Eso quiere decir, ningún objeto, nada ‘medible’, y por lo tanto, “ningún centro”).

            En la India existe una parábola muy antigua y muy hermosa en los Upanishads. A un gran sabio, Udalak, le preguntó su hijo, Svetketu: -“Padre, ¿quién soy? ¿Qué existe en mi? Lo intento e intento, medito y medito, pero no puedo encontrarlo”.
            Svetketu era un niño pequeño (pero un alma grande), e hizo una pregunta muy, muy difícil. Si la pregunta la hubiera hecho otra persona, Udalak podría haberla contestado fácilmente, pero ¿cómo ayudar a comprender a un niño? Estaba preguntando el mayor problema que existe. Udalak tuvo que crear una estratagema. Le dijo: “Vete allí, a lo lejos, donde ves ese árbol, y trae uno de sus frutos”. El niño corrió y trajo un pequeño fruto del árbol. El padre dijo: “Ahora córtalo. ¿Qué ves dentro?”. El niño dijo: “Millones de semillitas”. El padre dijo: “Ahora elije una semilla y rómpela. ¿Qué ves dentro de ella?”. El niño dijo: “La nada”. El padre dijo: “De esa nada surge este gran árbol. Lo mismo sucede contigo, Svetketu”. Y así nació una de las más grandes frases más grandes que alguna vez ha pronunciado un ser humano:

Tat-tuan-asi, Svetketu
Tu eres eso, eso eres tú, Svetketu”

Tú también eres eso que existe en el corazón de la semilla…



(Extraído del libro: “TAO, los tres tesoros”)


Reflexión:
Si se profundiza aún más, en la pregunta “¿Quién soy?”, se llegará a ver que inclusive tal pregunta, está fuera de lugar; porque esa pregunta surge de un ego limitado y confundido, de un ‘yo’ que busca… Es decir que la pregunta, aunque es filosóficamente auténtica (como parte de un camino de búsqueda), proviene, o es generada, desde un centro de conciencia limitado, es una pregunta enraizada todavía en el egocentrismo…
El verdadero Ser no se pregunta ‘quien es’, solo “ES”.




viernes, 7 de noviembre de 2014

Ser común y corriente


Pregunta: “¿Me he equivocado de sitio? Tan solo quiero ser ordinario y feliz. Quiero una mujer a la que amar, y que me ame; amigos con los que pasar el tiempo y disfrutar. No quiero ‘iluminación’. ¿Me he equivocado de sitio al venir aquí…?

            Respuesta de Osho:

Siglos de educación errónea han confundido tu mente completamente acerca de la iluminación. La mera palabra parece de otro mundo, no de la Tierra; la mera palabra parece contener algo que sucede después de la muerte o a los que ya se han muerto. Eso es absolutamente erróneo.
            Si quieres ser feliz no hay otro camino que la iluminación. Si quieres ser ‘ordinario’, jamás nadie ha sido ordinario, sin la iluminación. Si quieres amar y ser amado es imposible sin la iluminación. Así que tendrás que comprender mi concepto de la ‘iluminación’. Es simplemente ser ordinario, sano, consciente, entero, total.
            Todas las mentes buscan algo extraordinario. Eso es el “ego” –siempre tratando de ser alguien en particular, siempre con miedo a no ser nadie, siempre temeroso del vacío, siempre tratando de llenar el vacío interno con cualquier cosa. Todos los seres humanos buscan lo extraordinario, y eso crea una infelicidad. No es posible… No ser nadie es tu naturaleza; “no-ser” es el elemento del que estás hecho. Lo intentes como lo intentes, nunca triunfarás, incluso los ‘Alejandros’ fracasan. No puedes ‘ser alguien’, porque eso no es posible en la naturaleza de las cosas. Únicamente puedes no ser nadie. Pero no hay nada erróneo en no ser nadie; de hecho, en el momento en que lo aceptas, inmediatamente la dicha comienza a fluir de ti en todas direcciones, porque la infelicidad desaparece. La infelicidad es la sombra del “ego” y la sombra de la mente ambiciosa. La infelicidad significa que estás haciendo algo imposible, y como estás fracasando en ello, eres infeliz. Estás haciendo algo innatural, intentando hacerlo, y fracasando, así que te sientes frustrado, desdichado.
            El infierno no es otra cosa que el resultado final de un esfuerzo imposible, innatural. El cielo no es otra cosa que ser natural.
            NO ERES NADIE. Has nacido como un “nadie” –sin nombre, sin forma- y morirás como un “nadie”. El nombre y la forma están solo en la superficie, pero en lo profundo eres un espacio enorme. Y es hermoso, porque si eres alguien, estarás limitado. Es bueno que Dios no permita que nadie sea alguien: si eres alguien serás finito, limitado, serás un ser aprisionado. No…, Dios no permite eso. Te da la libertad de ser “nadie” –infinito, sin fin. Pero tú no estás listo… Para mí la iluminación tiene todo que ver con este fenómeno: reconocer, darse cuenta, aceptar el hecho de que no se es nadie. De pronto, dejas de intentar lo imposible. De pronto dejas de intentar elevarte tirando de los cordones de tus zapatos; comprendes lo absurdo que es, y dejas de hacerlo. Entonces la risa se extiende por todo tu ser y de pronto estás en calma y sereno. El esfuerzo mismo de querer ser alguien está creando problemas…
           
            Y cuando intentas ser alguien, no puedes amar. Una mente ambiciosa no puede amar. Es imposible; porque primero tiene que satisfacer su ambición, y tendrá que sacrificarlo todo por ello. Continuará sacrificando el amor. Mira a la gente ambiciosa…; si están tras el dinero, siempre pospondrán el amor. Mañana, cuando hayan acumulado mucho dinero, entonces se enamorarán, pero ahora es imposible, ahora mismo no es práctico en absoluto, no se lo pueden permitir. El amor es una relajación y ellos están corriendo detrás de algo que conseguir –una meta. Quizás es el dinero, quizás el poder, el prestigio, la política. ¿Pero, cómo van a conseguir amar ‘ahora’? No pueden estar aquí y ahora –y el amor es un fenómeno de aquí y ahora. El amor solo existe en el presente, y la ambición existe en el futuro; así que el amor y la ambición nunca se encuentran.
            No puedes amar. Y si no puedes amar, ¿cómo puedes ser amado por otra persona? El amor es una profunda comunión entre dos seres que están listos para entrar juntos, en este momento, no mañana; que están listos para ‘ser totales’ en este momento, y olvidarse de todo el pasado y el futuro. El amor es el olvido del pasado y del futuro y la rememoración de este momento, este momento palpitante, este momento vivo. El amor es la verdad del momento.
            La mente ambiciosa nunca está aquí, siempre está ocupada. ¿Cómo vas a amar a un hombre que siempre está corriendo? Siempre está en una carrera, en una competición, no tiene tiempo; o bien, piensa que en el futuro, cuando haya alcanzado la meta, cuando haya conseguido el poder que busca, las riquezas que desea, entonces se relajará y amará… Pero esto no sucederá porque nunca se alcanza la meta. La ambición nunca será satisfecha. No es su naturaleza el ser satisfecha. Puedes satisfacer una ambición, pero inmediatamente surgen de ella otras mil ambiciones – la ambición nunca se para. Si la sigues, si la comprendes, puede detenerse ahora mismo; pero si le das energía, ¿entonces cómo puedes amar? Por eso las personas que intentan ‘ser alguien’ son tan desdichadas – porque no están consiguiendo amor, porque no pueden amar.
            El amor es un éxtasis: un éxtasis de una no-mente, un éxtasis del presente, un éxtasis de un estado sin ambición, un éxtasis de vacío.
            Donde están los amantes no hay nadie, tan solo el amor existe

            …Pero a no ser que estés iluminado, el amor se vuelve conflicto, lucha. Uno se va acostumbrando a ello, lo que significa que uno va aletargándose, volviéndose insensible. Por eso todo el mundo parece tan muerto, tan rancio. Apesta. Todas las relaciones se han vuelto rancias, se han vuelto ‘feas’. Así que si realmente quieres amar y ser amado, no es posible tal como eres ahora mismo. “Tienes que desaparecer”. Tienes que irte para que quede una nada limpia, una nada fresca; sólo entonces puede florecer la flor del amor…


(Extraído del libro: “TAO, los tres tesoros”)





La Soledad Trascendente



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)


30 de junio de 1961

Caminando, rodeado por estas violáceas y desnudas montañas rocosas, súbitamente advino la soledad. Completa soledad. Estaba en todas partes y tenía una inmensa, insondable riqueza; poseía esa belleza que está más allá del pensamiento y del sentimiento. No estaba quieta; era algo viviente, en movimiento, que llenaba cada rincón y escondrijo. La cima de la alta montaña rocosa fulguraba con el sol poniente, y esa misma luz y color colmaban los cielos de soledad. Era un estado singular de soledad, no de aislamiento sino de soledad, como una gota de lluvia que contiene en sí todos los mares de la tierra. No era alegría ni tristeza, sino plena soledad. No tenía cualidad, forma ni color, que harían de ella algo reconocible, mensurable. Vino como un relámpago y sembró su semilla. No germinó, pero ahí estaba en toda su plenitud. No existía el tiempo para que hubiera maduración; el tiempo tiene sus raíces en el pasado. Este era un estado sin raíces y sin causa. Un estado totalmente «nuevo», que nunca ha sido y nunca será, porque es algo vivo. El aislamiento es lo conocido, y así es la soledad que procede del aislamiento; son estados reconocibles porque han sido experimentados con frecuencia, real o imaginariamente. Su misma familiaridad engendra temor y cierto menosprecio santurrón, de lo cual surgen el cinismo y los dioses. Pero este autoaislamiento y su soledad, no conducen a la vital y madura soledad; debe terminarse con ellos, no con el fin de ganar algo, sino que deben morir tan naturalmente como el marchitarse de una flor. La resistencia engendra temor pero también aceptación. El cerebro debe lavarse a sí mismo y quedar limpio de todos estos astutos artificios; sin relación alguna con estos rodeos y retorcimientos de la conciencia autocontaminada, por completo diferente es esta inmensa soledad. Toda creación tiene lugar en ella. La creación destruye, y así ella es siempre lo desconocido.
Esta Soledad estuvo ahí durante toda la tarde de ayer, y se mantenía al despertar uno en medio de la noche. La presión y la tirantez(1) prosiguen, aumentando y disminuyendo en ondas continuas. Son bastante dolorosas hoy, durante la tarde.





1-     Como se explicó en otras oportunidades, se refiere a los dolores intermitentes y diarios que Krishnamurti experimentaba, a lo largo de la espina dorsal y especialmente en la cabeza, que se supone que era “un proceso” de preparación continuada de su “vehículo” físico para recibir cada vez más y mejor a la Presencia Crística directa. Tal preparación le permitió experimentar directamente, aquello que predicó.




martes, 4 de noviembre de 2014

Lo Sagrado



(Del “Diario N° 1”, de Krishnamurti)

28 de junio de 1961.

Al despertar en medio de la noche uno estaba gritando y gimiendo; la presión y la tirantez, con su dolor peculiar, eran intensas(1). Eso debe haber estado sucediendo por algún tiempo y desapareció poco después de despertar. Los gritos y los gemidos tienen lugar con mucha frecuencia. No ocurren a causa de una indigestión. Sentado en el sillón del dentista, mientras aguardaba, toda la cosa comenzó de nuevo y continúa por la tarde mientras esto se escribe. Es más perceptible cuando uno se encuentra solo o en algún bello lugar, o también en una calle sucia y ruidosa.

Aquello que es sagrado carece de atributos. Una piedra en un templo, una imagen en una iglesia, un símbolo, no son sagrados. El hombre los llama sagrados, hace de eso algo santo para ser adorado en función de complejos impulsos, temores y anhelos. Esta «santidad» está aún dentro del campo del pensamiento, es producida por el pensamiento, y en el pensamiento nada hay que sea nuevo o sagrado. El pensamiento puede producir todos los intrincados enredos de los sistemas, dogmas, creencias; y las imágenes, los símbolos que él proyecta no son más santos que los planos de una casa o el diseño de un nuevo avión. Todo esto se encuentra dentro de las fronteras del pensamiento, y nada hay de sagrado o místico al respecto. El pensamiento es materia y puede ser convertido en cualquier cosa, fea o bella. Pero existe algo sagrado que no es del pensamiento ni pertenece a un sentimiento revivido por éste. El pensamiento no puede reconocerlo ni utilizarlo. El pensamiento no puede formularlo. Pero existe algo sagrado que ningún símbolo o palabra pueden tocar. Eso no es comunicable. Es un hecho. Un hecho es para ser visto, y el ver no tiene lugar por medio de la palabra. Cuando un hecho es interpretado, cesa de ser un hecho; se vuelve algo por completo diferente. El “ver” es de la más alta importancia. Este ver está fuera del tiempo-espacio; es inmediato, instantáneo. Y lo que es visto, nunca es igual otra vez. No hay otra vez o mientras tanto. Esto que es sagrado no tiene un adorador, el observador que medita sobre ello. No se halla en el mercado para que pueda comprarse o venderse. Como la belleza, no puede ser visto mediante su opuesto, porque no tiene opuesto. Esa ‘Presencia’ está aquí, llenando la habitación, esparciéndose sobre las colinas, más allá de los mares, cubriendo la tierra.
La noche pasada, como ha sucedido una o dos voces antes, el cuerpo era sólo un organismo y nada más, funcionando, vacío y silencioso.





1-    Se refiere al ‘proceso’ de preparación interna que Krishnamurti experimentó en su cuerpo durante casi toda su vida.



El valor de la Destrucción



(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti. Este Diario fue una de las pocas cosas escritas por el propio puño y lertra de K. Lo demás que existe de Krishnamurti en libros son grabaciones de sus conferencias públicas).



25 de junio de 1961

Al despertar en mitad de la noche, el cuerpo se encontraba perfectamente quieto, extendido sobre su espalda, inmóvil; esta posición debe haberse mantenido por algún tiempo. Ahí estaban la presión y el dolor(1). El cerebro y la mente se hallaban intensamente silenciosos. No existía división alguna entre ellos. Había una intensidad extraña, quieta, como la de dos grandes dinamos trabajando a muy alta velocidad; era una tensión peculiar en la que no había esfuerzo. Existía, con relación a todo esto, un sentido de inmensidad y un poder sin dirección ni causa alguna y, por lo tanto, sin brutalidad, sin crueldad. Y ello prosiguió por la mañana.
Durante casi todo el año pasado, uno solía despertarse para experimentar, en estado de vigilia, lo que había sucedido mientras dormía, ciertos estados del ser. Es como si uno despertara meramente para que el cerebro pudiera registrar lo que había estado sucediendo. Pero, curiosamente, la singular experiencia se desvanecía muy pronto. El cerebro no la había estado guardando era los rollos de la memoria.
Sólo hay destrucción y no cambio. Porque todo cambio es una continuidad modificada de lo que ha sido.
Todas las revoluciones sociales o económicas son reacciones, una continuidad modificada de lo que ha sido. Este cambio no destruye en modo alguno las raíces de las actividades egocéntricas.
La destrucción, en el sentido en que estamos empleando la palabra, carece de motivo: no tiene un propósito, el cual implica una acción con vistas a un fin o resultado. La destrucción de la envidia es total y completa; implica libertad con respecto a la represión, al control, y sin que exista motivo alguno para ello.
Esta destrucción total es posible; radica en ver la estructura completa de la envidia. Este ver no está en el espacio-tiempo sino que es instantáneo.



1-    Se refiere al ‘proceso’ que Krishnamurti experimentó en su cuerpo durante casi toda su vida, como una especial preparación espiritual y celular.