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viernes, 21 de noviembre de 2014

Esa Sacra Bendición



(Notas del “Diario N°1” de Krishnamurti)

16-07-61

‘El proceso’ (los dolores que K. padecía) continuó durante la mayor parte de la noche; fue más bien intenso. ¡Cuánto puede el cuerpo resistir! El cuerpo entero estuvo estremeciéndose y, esta mañana, uno despertó con la cabeza cimbreando. Había esta mañana esa peculiar cualidad de lo sagrado llenando la habitación. Tenía un gran poder penetrante, entraba en cada rincón del propio ser llenándolo, purificándolo, haciéndolo todo por sí misma. El otro también lo sintió. ‘Esa cosa’ es lo que todos los seres humanos desean con vehemencia, y porque la desean ella los elude. El monje, el sacerdote, el sannyasi torturan sus cuerpos y su carácter anhelando esto, pero ella los evade. Porque esa cosa no puede ser comprada; ni el sacrificio, ni la virtud, ni la plegaria pueden producir ‘este amor’. Esta vida, ese amor no pueden ser si la muerte se utiliza como medio para ello. Toda búsqueda, toda súplica deben cesar completamente. La verdad no puede ser exacta. Lo que puede medirse(1) no es la verdad. Lo que no es vida puede ser medido y puede encontrarse su altura.


1-      “Lo medible” es lo que los hindúes llaman “maya” (ilusión). La Verdad, la Vida, es inconmensurable, es decir, no mensurable, no tiene medida, ni tiempo.



17-07-61

Estábamos subiendo por el sendero de una boscosa ladera de la montaña y pronto nos sentamos en un banco. Súbitamente, de la manera más inesperada, esa sacra bendición descendió sobre nosotros; el otro también la sintió sin que nos hubiéramos dicho nada. Tal como en diversas oportunidades llenó una habitación, esta vez pareció cubrir toda la amplitud de la ladera, extendiéndose sobre el valle y más allá de las montañas. Estaba en todas partes. El espacio entero pareció desaparecer; lo que se encontraba lejos, la ancha quebrada, los distantes picos nevados y la persona sentada en el banco, todo se desvaneció. No había uno, ni dos, ni muchos, sino sólo esta inmensidad. El cerebro había perdido todas sus respuestas; era sólo un instrumento de observación que estaba viendo, no como el cerebro que pertenece a una persona en particular, sino como un cerebro que no está condicionado por el tiempo-espacio, como la esencia de todos los cerebros.
Fue una noche tranquila y ‘el proceso’ en general no fue tan intenso. Al despertar esta mañana hubo una experiencia que duró quizás un minuto, una hora, o tal vez fue ‘algo intemporal’. (…). Al despertar, había en las mismas profundidades, en la inmensurable hondura de la mente total, ardiendo furiosamente, una intensa llama viva de atención, de percepción lúcida, de creación. “La palabra no es la cosa, el símbolo no es ‘lo real’”. Los fuegos que arden en la superficie de la vida pasan, se apagan dejando dolor, cenizas, recuerdos. Estos fuegos son llamados ‘vida’, pero eso no es vida. Es decadencia. Vida es el fuego de la creación, que es destrucción. En ello no hay comienzo ni final, no hay mañana ni ayer. Eso está ahí y ninguna actividad superficial podrá jamás ponerlo al descubierto. El cerebro debe morir para que esta vida sea.




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