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miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Quo Vadis…, Humanidad?


Diario N°1, de Krishnamurti

Día 19 de setiembre de 1961.

¿Existe un futuro? Hay un mañana ya planeado; ciertas cosas que deben ser hechas; también está el día de pasado mañana con todas las cosas que deben hacerse, la semana próxima, el año siguiente. Esto no puede alterarse, quizá modificarse o cambiarse por completo, pero los muchos mañanas están ahí; no pueden ser negados. Y existe el espacio, de aquí hasta allá, cerca y lejos; la distancia en kilómetros; el espacio entre entidades; la distancia que el pensamiento cubre en un relámpago; el otro lado del río… y la luna distante. El tiempo para recorrer el espacio, la distancia, y el tiempo para cruzar el río, de aquí hasta allá, el tiempo es necesario para recorrer el espacio, puede tomar un minuto, un día o un año. Este tiempo se mide por el sol y por el reloj, el tiempo es para llegar a algo, a alguna parte. Esto es bastante simple y claro. ¿Existe ‘un futuro’ aparte de este tiempo mecánico, cronológico? ¿Hay un llegar, existe un fin para el cual el tiempo sea necesario…?  
Las palomas estaban sobre los tejados, tan temprano en la mañana; se arrullaban, se limpiaban las plumas y se perseguían las unas a las otras. El sol aun no estaba en lo alto y había unas pocas nubes vaporosas desperdigadas por todo el cielo; todavía carecían de color, y el rugir del tráfico (París) no había comenzado. Faltaba aún muchísimo tiempo para que empezaran los ruidos habituales, y más allá de todos estos muros estaban los jardines… Ayer, en el anochecer, el césped que nadie tiene permiso para pisar -salvo, claro está, las palomas y los pocos gorriones, estaba muy verde, sobrecogedoramente verde, y el color de las flores resaltaba por su brillantez. En otras partes el hombre proseguía con sus actividades y su interminable faena… Ahí estaba la torre (Eiffel), tan sólida, tan delicadamente construida; pronto estaría inundada de brillante luz. El pasto se veía tan perecedero, y las flores se marchitarían porque el otoño ya estaba en todas partes. Pero mucho antes de que las palomas aparecieran sobre el tejado, mientras uno estaba en la terraza, la meditación era puro júbilo. No había ninguna razón para este éxtasis - si se tiene un motivo para el júbilo, éste ya no es más júbilo-; ello estaba simplemente ahí y el pensamiento no podía capturarlo y convertirlo en un recuerdo. Era demasiado fuerte y activo para que el pensamiento jugara con ello. Y tanto el pensamiento como el sentimiento se tornaron muy quietos y silenciosos… Ello venía en olas, una ola sobre otra, era algo viviente que no podía ser contenido por nada, y con este júbilo había una bendición. Todo estaba tan completamente más allá de cualquier pensamiento, de cualquier exigencia interna…

¿Existe un llegar? Llegar implica que uno sufre y está bajo la sombra del temor. ¿Existe, en lo interno, ‘un llegar’, una meta para ser alcanzada, “un fin que deba obtenerse”? El pensamiento ha fijado un fin, Dios, bienaventuranza, éxito, virtud, etc. Pero el pensamiento es tan sólo una reacción, una respuesta de la memoria, y el pensamiento engendra al tiempo a fin de recorrer el espacio entre lo que ‘es’ y lo que ‘debería ser’. Lo que debería ser, el ideal, es algo verbal, teórico, que carece de realidad. Lo real(1) es intemporal, no tiene un fin que alcanzar ni distancia que recorrer. El hecho ‘es’, y todo lo demás no es. El hecho no existe si no hay muerte para el ideal, para la realización, para un fin propuesto; el ideal, la meta, son un escape del hecho. El hecho no tiene tiempo ni espacio.
¿Existe entonces la muerte? Lo que hay es un marchitarse; la maquinaria del organismo físico se deteriora, sufre un desgaste, el cual es muerte. Pero eso es inevitable, tal como el grafito de este lápiz habrá de gastarse. ¿Es eso lo que origina el temor, o lo es la muerte del mundo que componen el devenir, el ganar, el realizar? Ese mundo carece de validez; es el mundo de los pretextos, de los escapes. El hecho -lo que es- y lo que debería ser, constituyen dos cosas por completo diferentes. Lo que deberla ser implica tiempo y distancia, dolor y miedo. La muerte de estos factores deja sólo el hecho, lo que es. No hay un futuro hacia lo que es; el pensamiento, que engendra al tiempo, no puede actuar sobre el hecho; el pensamiento no puede cambiar el hecho, sólo puede escapar de él, y cuando todo el impulso de escapar ha muerto, entonces el hecho experimenta una tremenda mutación. Pero tiene que haber muerte para el pensamiento, que es tiempo. Cuando el tiempo como pensamiento no existe, existe entonces el hecho, lo que es. Cuando hay destrucción del tiempo como pensamiento, no hay movimiento en ninguna dirección ni hay espacio que recorrer, sólo existe la inmovilidad del vacío. Esto es la total destrucción del tiempo como ayer, hoy y mañana, como memoria de la continuidad, del devenir.
Entonces el ser es intemporal, sólo existe el presente activo(2), pero ese presente no es del tiempo. Es atención sin las fronteras del pensamiento y sin las palabras, los símbolos no tienen en si mismos significado alguno. La vida está siempre en el presente activo; el tiempo pertenece siempre al pasado y, por lo tanto, al futuro. Y la muerte con respecto al tiempo es vida en el presente. Es esta vida la que es inmortal, no la que está dentro de l conciencia. El tiempo es el pensamiento en la conciencia, y la conciencia está contenida en su estructura. Hay siempre miedo y dolor dentro de la malla del pensamiento y del sentimiento. El fin del dolor es el cese del tiempo.



1-      Lo real: Hace referencia a “lo verdadero”. Krishnamurti utilizó la palabra ‘real’ como sinónimo de verdadero, hasta que más tarde, en sus pláticas comenzó a utilizar la palabra “verdadero” para referirse a la Esencia.

2-      El presente activo: No se refiere al ´presente’ del tiempo psicológico, el cual la mente divide entre “pasado-presente-futuro”, sino al Presente sin tiempo, el AHORA del que habla Eckhart Tolle. El Ahora intemporal.



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