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lunes, 2 de febrero de 2015

Una mañana completamente despejada…



Párrafo del día 16-09-61.- (Diario 1, de Krishnamurti)

(…) Era, a hora tan temprana, una mañana completamente despejada, y el tiempo parecía haberse detenido… Eran las cuatro y media pero el tiempo parecía haber perdido todo su significado, como si no hubiera ayer ni mañana, ni el instante siguiente. El tiempo permanecía inmóvil y la vida proseguía su marcha sin una sola sombra; la vida proseguía, sin pensamiento ni sentimiento. El cuerpo estaba ahí en la terraza, allá estaba la alta torre con su centelleante luz de advertencia, y las incontables chimeneas; el cerebro veía todas estas cosas pero no iba más lejos. El tiempo es medida, y el tiempo, como pensamiento y sentimiento, se había detenido. No existía el tiempo…; todo movimiento había cesado pero nada estaba estático. Por el contrario, había una extraordinaria intensidad y sensibilidad, un fuego que ardía, un fuego sin temperatura ni color.
 Arriba estaban las Pléyades y más abajo, hacia el este, Orión, y el lucero del alba asomaba sobre los tejados. Y con este ‘fuego’ había júbilo, bienaventuranza. No es que uno estuviera jubiloso, pero había un éxtasis. No una identificación con ello, no podía haberla porque el tiempo había cesado. El ‘fuego’ no podía identificarse con nada ni estar en relación con nada. Estaba ahí porque el tiempo se había detenido… Y ya llegaba el amanecer, y Orión y las Pléyades se desvanecían y dentro de poco el lucero del alba también habría de seguirlos…







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