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martes, 7 de abril de 2015

La virtud... (por K.)



Diario N°1 de Krishnamurti
22-09-1961.- (2° parte)

(…) No hay virtud, sólo humildad; donde está la humildad, está toda la virtud. La moralidad social no es virtud; es meramente un ajuste a un patrón, y el patrón varía y cambia de acuerdo con el tiempo y el clima. La sociedad y la religión organizada hacen de ello algo respetable, pero eso no es virtud. La moralidad, tal como es reconocida por la iglesia, por la sociedad, no es virtud; la moralidad es algo compuesto, se amolda; puede ser enseñada y practicada; puede inducirse mediante el premio y el castigo, mediante la compulsión. La influencia moldea la moralidad, como lo hace la propaganda. En la estructura de la sociedad existen grandes variables de moralidad con diferentes matices. Pero eso no es virtud. La virtud no es cosa del tiempo ni de la influencia; no puede ser cultivada; no es el resultado del control o la disciplina; no es en absoluto un resultado, y no tiene causa. No puede hacerse de ella algo respetable. La virtud no es divisible como bondad, caridad, amor fraternal, etc. No es el producto de un medio determinado, de la opulencia o pobreza social, del monasterio ni de dogma alguno. La virtud no nace de un cerebro sagaz; no es el multado del pensamiento y la emoción; ni es una rebelión contra la moralidad social con su respetabilidad, una rebelión es una reacción y una reacción es una continuidad modificada de lo que ha sido.
La humildad no puede ser cultivada; cuando se la cultiva, es la soberbia que se pone el manto de la humildad, la cual se ha vuelto respetable. La vanidad nunca puede convertirse en humildad, así como el odio no puede convertirse en amor. La violencia no puede transformarse en no-violencia; la violencia debe cesar. La humildad no es un ideal para ser perseguido; los ideales carecen de realidad; sólo ‘lo que es’ tiene realidad(1).
La humildad no es el opuesto de la soberbia; ella no tiene opuesto. Todos los opuestos están relacionados entre sí, y la humildad no tiene relación alguna con la soberbia. La soberbia debe terminar, no por alguna decisión o disciplina, o en virtud de algún beneficio; ella toca a su fin solamente en la llama de la atención, no en las contradicciones y confusiones de la concentración. Ver la soberbia, externa e internamente, en sus múltiples formas, es el fin de la soberbia. Verla es estar atento a cada uno de sus movimientos; en la atención no hay preferencia. La atención existe sólo en el presente activo; no puede ser entrenada; si lo es, se convierte en otra astuta cualidad del cerebro, y la humildad no es un producto del cerebro. Hay atención cuando el cerebro está completamente quieto; vivo y sensible, pero quieto. Ahí no hay un centro desde el cual atender, mientras que la concentración tiene un centro con sus exclusiones. La atención, el ver completo e instantáneo de toda la significación de la soberbia, termina con la soberbia. Este «estado» despierto es humildad. La atención es virtud, porque en ella florecen la bondad y la caridad. Sin humildad no hay virtud.




            1- Aquí Krishnamurti utiliza la palabra “realidad” como sinónimo de “verdad”, aunque no son lo mismo. Verdad (‘vera’) significa “lo que es”, es decir, la esencia, sin interpretaciones; mientras que la realidad es la verdad interpretada. Por eso la VERDAD es siempre una sola, “es lo que es”; pero existen tantas realidades como interpretaciones de la verdad.






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