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lunes, 26 de enero de 2015

La limitación del pensamiento. (por K.)



8-9-1961.- (Diario 1, de K.)

Las estrellas aún pueden verse en esta bien iluminada ciudad, y hay otros sonidos fuera del estrépito del tráfico -el arrullo de las palomas y el piar de los gorriones-; hay otros olores además de los gases de monóxido: el olor de las hojas del otoño y el perfume de las flores. Esta mañana temprano había unas pocas estrellas en el cielo y nubes blanquecinas, y con ellas advino ese intenso penetrar en la profundidad de lo desconocido. El cerebro estaba quieto, tan quieto que podía oír el más tenue ruido, y estando quieto -y por tanto incapaz de interferir- había un movimiento que comenzaba en ninguna parte y continuaba, a través del cerebro, penetrando en desconocidas profundidades donde las palabras pierden su significado. Pasaba rápidamente por el cerebro y proseguía más allá del tiempo y del espacio. Uno no está describiendo una fantasía, un sueño, una ilusión, sino un hecho real que tenía lugar, pero lo que tenía lugar no es la palabra ni la descripción. Había una energía abrasadora, una vitalidad explosiva e instantánea, y con ella advino este penetrante movimiento. Era como un viento tremendo, acopiando potencia y furia a medida que pasaba embistiendo, destruyendo, purificando, dejando un inmenso vacío. Había una completa y lúcida percepción de la cosa total, y una gran fuerza y belleza; no la fuerza y la belleza que son fabricadas, sino las de algo que era completamente puro e incorruptible. Ello duró, por el reloj, diez minutos, pero fue algo incalculable. El sol surgió en medio de una gloria de nubes fantásticamente vivas y profundas en su color. El estrépito de la ciudad aún no había comenzado y las palomas y gorriones estaban fuera…

Qué curiosamente superficial es el cerebro… Por sutil y profundo que sea el pensamiento(1), nace no obstante de la superficialidad. El pensamiento está atado al tiempo y el tiempo es mezquino; esta mezquindad es la que pervierte el «ver». El ver(2) es siempre instantáneo, como el ‘comprender’, y el cerebro, que es un producto del tiempo, impide el ver y lo pervierte. Tiempo y pensamiento son inseparables; si se pone fin a uno se le pone fin al otro. El pensamiento no puede ser destruido por la voluntad, porque la voluntad es pensamiento en acción. El pensamiento es una cosa y el centro desde el cual proviene el pensamiento, es otra. El pensamiento es la palabra y la palabra es la acumulación de la memoria, de la experiencia. Sin la palabra, ¿existe el pensamiento? Hay un movimiento que no es la palabra y que no pertenece al pensamiento; puede ser descrito por el pensamiento pero no es el pensamiento. Este movimiento adviene mando el cerebro está quieto pero activo (alerta), y el pensamiento jamás puede buscarlo y encontrarlo.
El pensamiento es memoria, y la memoria es una acumulación de respuestas; por lo tanto, el pensamiento está siempre condicionado por mucho que pueda imaginar que es libre. El pensar es mecánico, está amarrado al centro de su propio conocimiento. La distancia que abarca el pensar depende del conocimiento, y el conocimiento es siempre el residuo del ayer, del movimiento que ya no existe. El pensamiento puede proyectarse hacia el futuro pero está sujeto al pasado. El pensamiento construye su propia cárcel y vive en ella, tanto si está en el futuro como en el pasado, sea una cárcel dorada o una cárcel ordinaria. El pensamiento jamás puede estar quieto, porque su misma naturaleza es la inquietud, siempre embistiendo, siempre aislándose. La maquinaria del pensar está en permanente movimiento, ruidosa o silenciosamente, en la superficie o en lo recóndito. No puede acabar consigo misma. El pensamiento puede refinarse, puede controlar sus divagaciones; puede escoger su propia dirección y adaptarse al medio.
El pensamiento no puede ir más allá de sí mismo; puede funcionar en campos estrechos o amplios pero siempre estará dentro de las limitaciones de la memoria, y la memoria es siempre limitada. La memoria debe morir psicológicamente, internamente, y funcionar tan sólo en lo externo (es decir, cumplir con una función práctica). Internamente debe haber muerte y externamente sensibilidad a cada reto y respuesta. Cuando el pensamiento se ocupa de lo interno, impide la acción(3).




1-      El pensamiento: Cuando K. habla del ‘pensamiento’ casi siempre se refiere a la respuesta mecánica de la memoria. Es decir que el pensamiento es para K. la actividad del cerebro condicionado por los archivos de la memoria, es decir que no existe “creación” verdadera en el pensamiento sino tan solo respuestas y expresiones de ‘lo conocido’. El pensamiento es mecánico y repetitivo en la gran mayoría de las personas.
Puede, sin embargo existir un “pensamiento creador”, luminoso y original, que no sea repetición y mecanicidad, y este fluye cuando Buddhi (la Inteligencia Total) hace impacto en un cerebro quieto, es decir, en una mente vacía y silenciosa…

2-      El “ver” verdadero es Buddhi en actividad en la conciencia.


3-      ‘La acción’ es entendida por K. como aquello que está libre de la respuesta mecánica y reactiva de la memoria. Toda respuesta mecánica, condicionada, no es acción sino ‘reacción’. La “acción” es un fluir desde ‘lo desconocido’ (desde ‘La Presencia’, diría Eckhart Tolle).




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