(Del Diario N°1 de Krishnamurti)
17-08-1961 (2° parte)
La madurez no es
cosa del tiempo ni de la edad. No hay intervalo entre ahora y la madurez; no
existe un «mientras tanto». La madurez es ese estado en que cesa toda opción;
es sólo el inmaduro el que escoge y conoce el conflicto de la opción. En la
madurez no hay dirección, pero existe una dirección que no es la dirección que señalan
las opciones. El conflicto a cualquier nivel, a cualquier profundidad, indica
inmadurez. No existe eso que llaman “el ir madurando”, excepto orgánicamente
-la inevitabilidad mecánica de que ciertas cosas maduren.
‘La comprensión’, que consiste en superar el
conflicto con todas sus complejas variedades, es madurez. Por muy compleja y
sutil que sea, por dentro y por fuera, la profundidad del conflicto, puede ser
comprendida. El conflicto, la frustración, la realización, son un solo
movimiento interno y externo. La marea que se retira debe volver, y para ese
movimiento mismo llamado marea, no hay fuera ni dentro.
El
conflicto tiene que ser comprendido en todas sus formas, no intelectualmente
sino ‘de hecho’, poniéndose uno realmente en contacto emocional con el
conflicto. El contacto emocional, la conmoción, no es posible si el conflicto
es aceptado como algo necesario desde el punto de vista intelectual, verbal, o
si es negado sentimentalmente. La aceptación o la negación no alteran un hecho,
ni la razón ha de producir el impacto necesario. Lo que lo hace es el
acto de «ver» el hecho.
El «ver» no existe
si hay condena o justificación o identificación con el hecho. El «ver» sólo es
posible cuando el cerebro no participa activamente sino que observa,
absteniéndose de clasificar, juzgar o evaluar.
Tiene
que haber conflicto cuando existe el impulso de realizarse, con todas sus
inevitables frustraciones; hay conflicto cuando hay ambición con su sutil y
despiadada competencia; la envidia es parte de este incesante conflicto por ‘llegar
a ser’, por lograr, por triunfar. No hay comprensión en el tiempo. La
comprensión no llega mañana; jamás llegará ‘mañana’; la comprensión es ahora o
nunca. Sólo existe el ahora. El
«ver» es instantáneo; cuando eventualmente se borra del cerebro el significado
del «ver», del comprender, entonces el ‘ver’ es instantáneo.
El «ver» es
explosivo, no razonado, no calculado. El temor es el que
a menudo impide «ver», comprender. El temor con sus defensas y su coraje, es el
origen del conflicto. Ver no es sólo ver con el cerebro, sino también más allá
de él. Ver el hecho produce su propia acción, que es por completo diferente de
la acción que se basa en la idea, en el pensamiento; la acción que procede de
una idea, de un pensamiento, engendra conflicto; la acción es en tal caso una
aproximación, una comparación con la fórmula, con la idea, y eso es lo que
produce el conflicto. No hay fin para el conflicto -grande o pequeño- dentro del
campo del pensamiento.
Al despertar muy temprano en la mañana, la extraña bendición era meditación, y
la meditación era esa bendición. Estaba ahí con gran intensidad mientras uno
paseaba por un apacible monte.
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