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jueves, 4 de diciembre de 2014

Había una vez, un yogui…



(Un cuento narrado por Rajneesh, en el libro: “El Sutra del corazón”)

            La historia trata de un yogui, muy famoso, al que un rey había prometido que, si era capaz de entrar en un profundo samadhi y permanecer bajo tierra durante un año, le daría el mejor caballo del reino como premio. El rey sabía que el yogui estaba muy encariñado con los caballos, que era un gran amante de los caballos.
            El yogui estuvo de acuerdo; lo enterraron vivo por un año. Pero en el curso del año el reino fue derrocado y nadie se acordó de desenterrar al yogui.

            Uno diez años después alguien recordó: “¿Qué fue del yogui…?” El rey envió a unos pocos a investigar. El yogui fue desenterrado; estaba aún en trance profundo. Un mantra previamente acordado le fue susurrado al oído y se despertó, y la primera cosa que dijo fue: “¿Dónde está mi caballo?!”.

            Después de diez años de permanecer en silencio bajo tierra… pero la mente no había cambiado en absoluto –“Dónde está mi caballo?”… ¿Estaba este hombre realmente en trance, en samadhi? ¿Estaba pensando en Dios? Debía haber estado pensando en ‘el caballo’… Pero era profesionalmente eficiente, un experto. Debía haber aprendido la técnica de cómo detener la respiración y cómo entrar en una especie de muerte, -pero era un técnico.

            ¡Permaneciendo diez años en semejante silencio profundo, la mente no ha cambiado ni tan siquiera un poco!! Es exactamente lo mismo que si esos diez años no hubieran pasado. Si recuerdas a Dios ‘técnicamente’, si recuerdas a Dios ‘profesionalmente’, ‘habitualmente’, si recuerdas a Dios ‘mecánicamente’, entonces nada va a suceder (ningún cambio en la conciencia sucederá).

            Cuidado con hacer de Dios un ritual…, y cuidado con volverse profesional de ello.
           

Y otra moraleja:

“Allí donde está tu tesoro, estará tu corazón”



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