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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sensibilidad a lo innominable…



Lee sin el intelecto…, lee con el corazón…


13 de agosto de 1961. (Del “Diario N°1”,  de Krishnamurti)

Tal como el sendero que sube por la montaña jamás puede contener toda la montaña, así esta inmensidad no es la palabra. Y, sin embargo, mientras uno subía por la ladera de la montaña, con el pequeño torrente corriendo al pie de la misma, ahí estaba esta increíble, innominable inmensidad que colmaba la mente y el corazón; y cada gota de agua sobre la hoja o sobre la brizna de hierba resplandecía con esa inmensidad.
Había estado lloviendo toda la noche y toda la mañana, con el cielo cargado de densas nubes, y ahora el sol se dejaba ver sobre los altos cerros y había sombras en las verdes e inmaculadas praderas cubiertas de flores. El pasto estaba muy húmedo y el sol brillaba sobre las montañas. En lo alto de ese sendero había encantamiento; ahora conversábamos y entonces parecía que en modo alguno [omitida una palabra] la belleza de esa luz ni la simple paz que hay en el campo. La bendición de esa inmensidad estaba ahí y había júbilo.
Mientras caminábamos en esta mañana, de nuevo estaba ahí esa impenetrable fuerza cuyo poder es bendición. Uno estaba despierto a ello y el cerebro lo advertía sin ninguna de sus respuestas. Eso hacia que el claro cielo y las Pléyades fueran increíblemente bellos. Y el temprano sol sobre la montaña con su nieve, era la luz del mundo… Durante la plática(1) estaba ahí, intangible y puro, y por la tarde entró en la habitación con la velocidad de un relámpago y desapareció. Pero en alguna medida está siempre aquí con esa extraña inocencia cuyos ojos jamás han sido tocados.
‘El proceso’ fue un poco agudo la noche pasada y mientras esto se escribe.


1-     Esa plática había estado dedicada a “la mente religiosa"



14 de agosto.

Aunque el cuerpo estaba fatigado después de la plática [de ayer] y de ver a la gente, sentado en el auto bajo el espacioso árbol tenía lugar una actividad profundamente extraña. No era una actividad que el cerebro con sus respuestas acostumbradas pudiera concebir o formular; eso estaba más allá de su alcance. Pero había una actividad, muy en lo profundo, que deshacía todo obstáculo. La naturaleza de esa actividad es imposible de expresar. Como hondas aguas subterráneas que se abren paso hacia la superficie, había una actividad que llegaba mucho más profundamente y más allá de toda conciencia.
Uno se da cuenta del aumento de sensibilidad del cerebro; el color, la figura, la línea, la forma total de las cosas se han vuelto más intensas y extraordinariamente vivas. Las sombras parecen tener una existencia propia de mayor profundidad y pureza. Era un quieto y bello atardecer; corría una brisa entre las hojas y el follaje del álamo temblón también se estremecía y danzaba. Un alto y recto tronco con una corona de flores blancas tocadas por un tenue color rosado, se erguía como un centinela junto al torrente de la montaña. El torrente era de oro al sol del ocaso y los montes se hallaban en hondo silencio; ni siquiera el paso de los automóviles parecía perturbarlos. Las montañas cubiertas de nieve estaban en profunda oscuridad; las densas nubes y los prados conocieron la inocencia.
La mente se hallaba mucho más allá de toda experiencia. Y el meditador, estaba silencioso.


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