(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti. Este Diario fue una de las pocas cosas escritas por el propio puño y lertra de K. Lo demás que existe de Krishnamurti en libros son grabaciones de sus conferencias públicas).
25
de junio de 1961
Al
despertar en mitad de la noche, el cuerpo se encontraba perfectamente quieto,
extendido sobre su espalda, inmóvil; esta posición debe haberse mantenido por
algún tiempo. Ahí estaban la presión y el dolor(1). El
cerebro y la mente se hallaban intensamente silenciosos. No existía división
alguna entre ellos. Había una intensidad extraña, quieta, como la de dos
grandes dinamos trabajando a muy alta velocidad; era una tensión peculiar en la
que no había esfuerzo. Existía, con relación a todo esto, un sentido de
inmensidad y un poder sin dirección ni causa alguna y, por lo tanto, sin
brutalidad, sin crueldad. Y ello prosiguió por la mañana.
Durante
casi todo el año pasado, uno solía despertarse para experimentar, en estado de
vigilia, lo que había sucedido mientras dormía, ciertos estados del ser. Es
como si uno despertara meramente para que el cerebro pudiera registrar lo que
había estado sucediendo. Pero, curiosamente, la singular experiencia se
desvanecía muy pronto. El cerebro no la había estado guardando era los rollos
de la memoria.
Sólo hay
destrucción y no cambio. Porque todo cambio es una continuidad modificada de lo
que ha sido.
Todas las
revoluciones sociales o económicas son reacciones, una continuidad modificada
de lo que ha sido. Este cambio no destruye en modo alguno las raíces de las
actividades egocéntricas.
La
destrucción, en el sentido en que estamos empleando la palabra, carece de
motivo: no tiene un propósito, el cual implica una acción con vistas a un fin o
resultado. La destrucción de la envidia es total y completa; implica libertad
con respecto a la represión, al control, y sin que exista motivo alguno para
ello.
Esta
destrucción total es posible; radica en ver la estructura completa de la
envidia. Este ver no está en el espacio-tiempo sino que es instantáneo.
1- Se refiere al ‘proceso’ que
Krishnamurti experimentó en su cuerpo durante casi toda su vida, como una
especial preparación espiritual y celular.
Gracias por compartirlo! Muy interesante!
ResponderEliminarMi punto de vista es que si honro mi Ser único como parte Divina de Dios, no queda cabida para la envidia e instantáneamente desaparece si es que alguna ves estuvo.
Es la primerea vez que encuentro este blog . he visro otro comentario , y los encuentro muy acertados. Muchas gracias Maria
ResponderEliminarMe da gusto que te guste... Habrá mas...
Eliminarabrazo