15-10-1961.-
(Diario n°1 de Krishnamurti)
Ese día, K. experimentó una vez más la vivencia
interna de “lo otro”, como él lo llamaba…, lo inconmensurable…, y lo describe
así en su “Diario N°1”:
El
sol de la mañana está sobre el bosquecillo al otro lado de la carretera; es una
mañana tranquila, apacible, dulce bajo el sol no demasiado fuerte, y el aire es
puro y fresco. Cada árbol está tan fascinantemente vivo, con tantos colores, y
hay tantas sombras; todo es un llamado y una espera. Mucho antes de que el sol
se levantara, cuando aún había quietud, sin ningún automóvil que subiera por la
colina, la meditación era un movimiento en medio de la bendición. Este
movimiento fluía dentro de «lo otro» que estaba ahí, en la habitación,
colmándola y desbordándola hacia afuera y más allá, sin fin. Había en ello una
profundidad inmensa e insondable y había paz.
Esta
paz jamás conoció el conflicto, no estaba contaminada por el pensamiento y el
tiempo. No era la paz de la finalidad última; era algo tremenda y
peligrosamente vivo. Y no tenía defensas. Toda forma de resistencia es violencia
y, por consiguiente, también es concesión. Esa no era la paz que engendra el
conflicto; esa paz estaba más allá de todo conflicto y de sus opuestos. No era
el fruto de la satisfacción y el descontento, en lo cual están las semillas del
deterioro.
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