Vivencias diarias narradas por J. Krishnamurti en su “Diario
n°1”
Día
14-10-1961.-
En
los jardines [de
la villa Borghese], justo en medio del ruido y de los olores de la ciudad,
con sus chatos pinos y sus muchos árboles que se estaban tornando de color
amarillo castaño, y con el aroma de la tierra húmeda, ahí, mientras uno se
hallaba paseando con cierta seriedad, surgió la percepción de «lo otro». Estaba
ahí con admirable belleza y dulzura; no era que uno se hallara pensando al
respecto -ello impide todo pensamiento- sino que estaba ahí con tal plenitud
que causaba sorpresa y un intenso deleite. La seriedad del pensamiento es muy fragmentaria
e inmadura, y no obstante tiene que haber una seriedad que no es el producto
del deseo. Existe una seriedad que tiene la cualidad de la luz, cuya misma
naturaleza consiste en profundizar, una luz que carece de sombra; esta es
infinitamente flexible y, por tanto, gozosa. Estaba ahí…, y cada árbol, cada hoja,
cada brizna de hierba y cada flor cobraron intensa vida y esplendidez; el color
era rico y el cielo inmensurable. La tierra, húmeda y sembrada de hojas, era la
vida.
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