(Del
“Diario N° 1 de K.)
3 de agosto de 1961
Uno
despertó temprano con ese fuerte sentimiento de «lo otro», de otro mundo que
está más allá de todo pensamiento; era muy intenso y tan claro y puro como la
madrugada, como el cielo sin nubes. La mente está limpia de toda imaginación e
ilusión, porque no hay continuidad. Todo es y jamás ha sido antes. Donde la
continuidad es posible, hay ilusión.
Era
una mañana despejada, aunque pronto habrían de juntarse nubes. Al mirar por la
ventana, los árboles, los campos se destacaban muy nítidamente. Está sucediendo
algo muy curioso: hay una intensificación de la sensibilidad. Sensibilidad no
sólo a la belleza sino a todas las otras cosas. La brizna de hierba estaba asombrosamente
verde; esa sola brizna contenía en sí todo el espectro de los colores; era algo
intenso, deslumbrante en una cosa tan pequeña, tan fácil de destruir. Esos
árboles, con su altura y su profundidad, estaban llenos de vida; las líneas de
aquellas arrebatadoras colinas y los árboles solitarios eran la expresión de
todo tiempo y espacio; y las montañas contra el pálido cielo estaban más allá
de todos los dioses del hombre. Era increíble va, sentir todo esto con sólo
mirar afuera por la ventana. Los ojos se purificaban. Es extraño cómo durante
una o dos entrevistas, esa fuerza, ese poder llenó la estancia. Parecía estar
en los propios ojos y en la respiración. Eso surge a la vida súbitamente, de la
manera más inesperada, con una fuerza e intensidad completamente abrumadoras, y
otras voces está ahí quieta y serenamente. Pero está ahí, quiéralo uno o no. No
hay posibilidad de acostumbrarse a ello porque jamás ha sido antes ni jamás
será. Pero está ahí.
‘El proceso’ (1) ha sido leve, tal
vez debido a estas pláticas y a las entrevistas con la gente.
1- “El
proceso”: Krishnamurti llamaba así a los constantes dolores y cambios internos
que sufría a diario, que evidentemente estaban relacionados con sus vivencias
místicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario