(Notas del
“Diario N°1” de Krishnamurti)
16-07-61
‘El
proceso’ (los
dolores que K. padecía) continuó durante la mayor parte de la noche; fue más bien
intenso. ¡Cuánto puede el cuerpo resistir! El cuerpo entero estuvo
estremeciéndose y, esta mañana, uno despertó con la cabeza cimbreando. Había
esta mañana esa peculiar cualidad de lo sagrado llenando la habitación. Tenía
un gran poder penetrante, entraba en cada rincón del propio ser llenándolo,
purificándolo, haciéndolo todo por sí misma. El otro también lo sintió. ‘Esa
cosa’ es lo que todos los seres humanos desean con vehemencia, y porque la
desean ella los elude. El monje, el sacerdote, el sannyasi torturan sus cuerpos
y su carácter anhelando esto, pero ella los evade. Porque esa cosa no puede ser
comprada; ni el sacrificio, ni la virtud, ni la plegaria pueden producir ‘este
amor’. Esta vida, ese amor no pueden ser si la muerte se utiliza como medio
para ello. Toda búsqueda, toda súplica deben cesar completamente. La verdad no
puede ser exacta. Lo que puede medirse(1) no es la verdad. Lo que no es vida puede ser medido y puede
encontrarse su altura.
1-
“Lo medible” es lo que los hindúes llaman “maya” (ilusión). La Verdad , la Vida , es inconmensurable, es
decir, no mensurable, no tiene medida, ni tiempo.
17-07-61
Estábamos
subiendo por el sendero de una boscosa ladera de la montaña y pronto nos
sentamos en un banco. Súbitamente, de la manera más inesperada, esa sacra
bendición descendió sobre nosotros; el otro también la sintió sin que nos
hubiéramos dicho nada. Tal como en diversas oportunidades llenó una habitación,
esta vez pareció cubrir toda la amplitud de la ladera, extendiéndose sobre el
valle y más allá de las montañas. Estaba en todas partes. El espacio entero
pareció desaparecer; lo que se encontraba lejos, la ancha quebrada, los
distantes picos nevados y la persona sentada en el banco, todo se desvaneció.
No había uno, ni dos, ni muchos, sino sólo esta inmensidad. El cerebro había
perdido todas sus respuestas; era sólo un instrumento de observación que estaba
viendo, no como el cerebro que pertenece a una persona en particular, sino como
un cerebro que no está condicionado por el tiempo-espacio, como la esencia de todos
los cerebros.
Fue
una noche tranquila y ‘el proceso’ en general no fue tan intenso. Al despertar
esta mañana hubo una experiencia que duró quizás un minuto, una hora, o tal vez
fue ‘algo intemporal’. (…). Al despertar, había en las mismas profundidades, en
la inmensurable hondura de la mente total, ardiendo furiosamente, una intensa
llama viva de atención, de percepción lúcida, de creación. “La palabra no es la
cosa, el símbolo no es ‘lo real’”. Los fuegos que arden en la superficie de la
vida pasan, se apagan dejando dolor, cenizas, recuerdos. Estos fuegos son
llamados ‘vida’, pero eso no es vida. Es decadencia. Vida es el fuego de la
creación, que es destrucción. En ello no hay comienzo ni final, no hay mañana
ni ayer. Eso está ahí y ninguna actividad superficial podrá jamás ponerlo al
descubierto. El cerebro debe morir para que esta vida sea.
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