(Del
Diario N°1, de Krishnamurti)
13-07-1961
La
noche anterior, después del largo y bello paseo en automóvil a través de la
región montañosa, al entrar en la habitación, esa extraña bendición sagrada estaba
ahí. El otro también la sintió (se refiere a otra persona que estaba con Krishnashi). Sintió
también esa quieta, penetrante atmósfera. Hay un sentimiento de gran belleza y
amor y de una madura plenitud.
El
poder se deriva del ascetismo, de la acción, de la posición, la virtud, la
dominación, etc. Todas esas formas de poder son malignas. Ese poder corrompe y
pervierte. El empleo del dinero, del talento, de la destreza, para obtener
poder o derivar poder de ello, cualquiera sea el uso que se le dé, es
corruptor, nocivo.
Pero
existe un poder que en manera alguna está relacionado con ese poder que es el
mal. Este poder no es para ser comprado por medio del sacrificio, de la virtud,
de las buenas obras y creencias, ni puede comprarse con la adoración, las
plegarias y la abnegación del yo o con las meditaciones destinadas a destruir
al yo. Todo esfuerzo para ser o llegar a ser, debe cesar completa y
naturalmente. Sólo entonces puede existir ese poder que no es el mal.
15-07-1961
Al
despertar en medio de la noche había una sensación de inmensa e inmensurable
fuerza. No era la fuerza que han producido la voluntad o el deseo, sino la
fuerza que hay en un río, en una montaña, en un árbol. Esa fuerza está en el
hombre cuando toda forma de deseo o voluntad han cesado completamente. No puede
ser valorada ni significa provecho alguno para un ser humano, pero sin ella no
hay ser humano, ni hay árbol.
La
acción del hombre es opción y voluntad, y en una acción así hay contradicción y
conflicto; por lo tanto, hay dolor. Toda acción semejante tiene una causa, un
motivo y, en consecuencia, es una reacción. La acción de esta fuerza no tiene
causa ni motivo y, por consiguiente, es inmensurable y es “la esencia”.
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