(Del “Diario N°1”,
de Krishnamurti)
5 de agosto.
Esta
mañana, al despertar temprano, hubo un relámpago de «ver», de «mirar» que
parece proseguir y proseguir para siempre. Ello se inició en ninguna parte y
fue hacia ninguna parte, pero en ese ‘ver’ estaba incluida toda visión, ese ‘ver’
contenía todas las cosas. Era un ‘ver’ que iba más allá de los ríos, las
colinas, las montañas, más allá de la tierra y el horizonte y la gente. En este
‘ver’ había una luz penetrante y una increíble velocidad. El cerebro no podía
seguirlo ni la mente podía contenerlo. Era pura luz, una velocidad que no
conocía resistencia.
Durante
el paseo de ayer, la belleza de la luz entre los árboles y sobre la hierba fue
tan intensa, que lo dejó a uno realmente sin aliento y con el cuerpo
debilitado. Más tarde en esta mañana, justo cuando uno estaba a punto de
desayunarse, tal como un cuchillo se introduce en tierra blanda, ahí estaba ‘la
bendición’ con su poder y su fuerza. Llegó como lo hace el relámpago y con
igual rapidez se había ido.
‘El
proceso’(1) fue más bien intenso
ayer en la tarde y un poco menos esta mañana. Hay una condición de fragilidad
en el cuerpo.
1-
“El
proceso”: Como se sabe, es la manera como llamaba K. a sus presiones,
tiranteces y dolores en su cuerpo (especialmente en la espina dorsal y en la
cabeza).
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