16-10-1961.-
(“Diario n°1”, de Krishnamurti)
Fue
antes del amanecer, cuando no había ruido y la ciudad aún se hallaba dormida,
que el cerebro al despertar se quedó inmóvil porque «lo otro» (lo
inconsmensurable) estaba ahí. Entró muy quietamente y con tan vacilante
cuidado porque en los ojos había sueño todavía, pero ello fue un gran gozo, de
una admirable simplicidad y pureza.
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