Lee sin el intelecto…, lee con el corazón…
13 de
agosto de 1961. (Del “Diario N°1”, de
Krishnamurti)
Tal
como el sendero que sube por la montaña jamás puede contener toda la montaña,
así esta inmensidad no es la palabra. Y, sin embargo, mientras uno subía por la
ladera de la montaña, con el pequeño torrente corriendo al pie de la misma, ahí
estaba esta increíble, innominable inmensidad que colmaba la mente y el
corazón; y cada gota de agua sobre la hoja o sobre la brizna de hierba
resplandecía con esa inmensidad.
Había
estado lloviendo toda la noche y toda la mañana, con el cielo cargado de densas
nubes, y ahora el sol se dejaba ver sobre los altos cerros y había sombras en
las verdes e inmaculadas praderas cubiertas de flores. El pasto estaba muy
húmedo y el sol brillaba sobre las montañas. En lo alto de ese sendero había
encantamiento; ahora conversábamos y entonces parecía que en modo alguno [omitida
una palabra]
la belleza de esa luz ni la simple paz que hay en el campo. La bendición de esa
inmensidad estaba ahí y había júbilo.
Mientras
caminábamos en esta mañana, de nuevo estaba ahí esa impenetrable fuerza cuyo
poder es bendición. Uno estaba despierto a ello y el cerebro lo advertía sin
ninguna de sus respuestas. Eso hacia que el claro cielo y las Pléyades fueran
increíblemente bellos. Y el temprano sol sobre la montaña con su nieve, era la
luz del mundo… Durante la plática(1) estaba
ahí, intangible y puro, y por la tarde entró en la habitación con la velocidad
de un relámpago y desapareció. Pero en alguna medida está siempre aquí con esa
extraña inocencia cuyos ojos jamás han sido tocados.
‘El
proceso’ fue un poco agudo la noche pasada y mientras esto se escribe.
1-
Esa plática había estado dedicada a “la mente
religiosa"
14 de agosto.
Aunque el cuerpo estaba fatigado
después de la plática [de ayer] y de ver a la gente, sentado en el auto bajo el
espacioso árbol tenía lugar una actividad profundamente extraña. No era una
actividad que el cerebro con sus respuestas acostumbradas pudiera concebir o
formular; eso estaba más allá de su alcance. Pero había una actividad, muy en
lo profundo, que deshacía todo obstáculo. La naturaleza de esa actividad es
imposible de expresar. Como hondas aguas subterráneas que se abren paso hacia
la superficie, había una actividad que llegaba mucho más profundamente y más
allá de toda conciencia.
Uno se da cuenta del aumento de
sensibilidad del cerebro; el color, la figura, la línea, la forma total de las cosas
se han vuelto más intensas y extraordinariamente vivas. Las sombras parecen
tener una existencia propia de mayor profundidad y pureza. Era un quieto y
bello atardecer; corría una brisa entre las hojas y el follaje del álamo temblón
también se estremecía y danzaba. Un alto y recto tronco con una corona de
flores blancas tocadas por un tenue color rosado, se erguía como un centinela
junto al torrente de la montaña. El torrente era de oro al sol del ocaso y los
montes se hallaban en hondo silencio; ni siquiera el paso de los automóviles
parecía perturbarlos. Las montañas cubiertas de nieve estaban en profunda
oscuridad; las densas nubes y los prados conocieron la inocencia.
La mente se hallaba mucho más allá de
toda experiencia. Y el meditador, estaba silencioso.
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