(“Diario N°1”, de Krishnamurti)
15
de agosto de 1961.
Caminando
cerca del torrente y con las montañas entre las nubes, había momentos de
intenso silencio, como los brillantes retazos de cielo azul que dejan las nubes
al separarse. Era un atardecer frío, cortante, con una brisa que venía del
norte. La creación(1) no es
para ‘el talentoso’, para ‘el dotado’, ellos sólo conocen la creatividad pero nunca la creación. La creación está más allá del
pensamiento y de la imagen, más allá de la palabra y la expresión. No es para
ser comunicada porque no puede formularse, no puede envolverse en palabras.
Puede sentirse en estado de completa y lúcida atención. No es posible
utilizarla y exhibirla en el mercado para que se la regatee y se la venda.
La
creación no puede ser comprendida por el cerebro con sus complicadas variedades
de respuestas. El cerebro no tiene modo de entrar en contado con ella; es
absolutamente incapaz. El conocimiento es un obstáculo, y sin el conocimiento
de uno mismo la creación no puede existir. El intelecto, ese agudo instrumento
del cerebro, no puede en modo alguno aproximársele. El cerebro total, con sus
ocultas urgencias secretas y sus empeños, con sus múltiples variedades de
astutas virtudes, debe hallarse completamente silencioso, mudo, pero sin
embargo alerta y sereno. La creación no es hornear pan o escribir un poema.
Toda actividad del cerebro debe cesar, voluntaria y fácilmente, sin conflicto
ni dolor. No debe haber ni sombra de conflicto e imitación. Entonces existe el
asombroso movimiento llamado creación. Este sólo puede tener existencia en la
negación total; no puede existir en el paso del tiempo, ni el espacio puede
abarcarlo. Debe haber muerte completa, destrucción total para que la creación
sea.
Esta
mañana; al despertar, había completo silencio externa e internamente. El
cuerpo, y el cerebro que mide y pesa, estaban quietos, en un estado de
inmovilidad, aunque ambos se hallaban activos y altamente sensibles. Y tan
silenciosamente como llega el alba, vino desde alguna parte muy íntima y
profunda, esa fuerza con su energía y su pureza. Parecía no tener raíces ni
causa, pero no obstante estaba ahí, intensa y sólida, con una profundidad y una
altura inmensurables. Permaneció por algún tiempo del reloj y desapareció, como
la nube desaparece detrás de la montaña. Cada vez hay algo «nuevo» en esta
bendición, una «nueva» cualidad, un «nuevo» perfume y, sin embargo, ella es
inmutable. Es totalmente incognoscible.
‘El proceso’ fue agudo por un rato pero
ahora prosigue de una manera benigna. Todo es muy extraño e impredecible.
1-
La creación: Esta palabra
es empleada por K. como aquella actividad que no proviene del yo psicológico, de la memoria, de lo
conocido. ‘Creación’ es tomada aquí como lo que surge de la inmensidad, de lo
desconocido, de la ‘esencia’.
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