En su pueblo natal, las personas
pensaban que Jesús era sólo ‘el hijo del carpintero’, José. Nadie, nadie pudo reconocer lo que le había
sucedido a este hombre: que ya no era el hijo del carpintero, que se había
transformado en ‘el hijo de Dios’. Se trata de un fenómeno interior. Y cuando
Jesús declaró: “Yo soy el hijo de la divinidad, mi padre está en el cielo”, las
personas rieron y dijeron: “O te has vuelto loco, o eres un tonto, o eres un
hombre muy astuto. ¿Cómo el hijo de un carpintero puede volverse de repente el
hijo de Dios?” Pero hay una manera…
Sólo
el cuerpo nace del cuerpo. El ser interior no nace del cuerpo, nace del
espíritu santo, pertenece a la esfera de la divinidad. Pero primero tienes que entrenar los ojos para ver,
tienes que entrenar tus oídos para escuchar.
“Quien tiene
ojos para ver, que vea;
Quien tiene
oídos para oír, que oiga”; decía Jesús.
Comprender
a Jesús es un asunto muy delicado; hace falta ‘un gran adiestramiento’
interior. (Por ejemplo) si de pronto uno escucha música clásica por primera
vez, pensará: “¿qué diablo es esto?”. Es algo tan delicado que es imposible
entenderla sin un largo entrenamiento previo. Tendremos que atravesar un
aprendizaje de muchos, muchos años; sólo entonces nuestros oídos estarán capacitados
para captar la sutileza de esta música, y entonces no habrá nada como la música
clásica. A partir de entonces la música común de todos los días, ya no nos
parecerá música; será puro ruido, y además tonta. Como vuestros oídos no están
adiestrados, vivís con ese bullicio y pensáis que eso es música. Pero para la
música clásica hacen falta oídos muy ‘aristocráticos’. Hace falta un
entrenamiento, y cuanto más entrenados estéis, más sutilezas se volverán
audibles. Pero la música clásica no es nada en comparación con Jesús, porque
sus palabras son ‘música cósmica’.
Tienes que estar tan silencioso que no exista la menor fluctuación mental, que no haya el más mínimo movimiento en tu ser; sólo entonces podrás ‘escuchar’ a Jesús, podrás entender a Jesús, podrás conocerlo…
Tienes que estar tan silencioso que no exista la menor fluctuación mental, que no haya el más mínimo movimiento en tu ser; sólo entonces podrás ‘escuchar’ a Jesús, podrás entender a Jesús, podrás conocerlo…
(Del
libro: “La semilla de mostaza”, de Rajneesh)
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