6-9-1961.- (Del “Diario N°1”, de
Krishnamurti)
Temprano
en la mañana, el sol apenas comenzaba a mostrarse entre las nubes, y el
cotidiano estrépito del tránsito no había empezado todavía; estaba lloviendo y
el cielo era de un gris oscuro. En la pequeña terraza disminuía el golpeteo de
la lluvia y soplaba una fresca brisa. Estando uno ahí a cubierto, mientras
observaba una franja del río y las hojas otoñales, advino «lo otro», llegó como
un relámpago(1) y permaneció por un
rato para volver a irse. Es extraño lo muy intenso y real que ello ha llegado a
ser. Era tan real como esos altos tejados con centenares de chimeneas. Hay en
ello una singular fuerza impulsora; es fuerte a causa de su pureza, tiene la
fuerza de la inocencia que nada puede corromper. Y eso era una bendición.
Para
el descubrimiento(2), el conocimiento es destructivo. El
conocimiento siempre está en el tiempo, en el pasado; nunca puede traer
libertad. Pero el conocimiento es necesario para actuar, para pensar, y sin la
acción la existencia no es posible. Pero por sabia que sea la acción, por noble
y virtuosa, no abrirá las puertas a la verdad.
No hay sendero
hacia la verdad; ella no puede ser comprada mediante ninguna acción ni por
ninguna sutileza del pensamiento. La virtud es solamente orden en un mundo
desordenado, y debe haber virtud, la cual es un movimiento de no-conflicto.
Pero nada de esto abrirá la puerta a esa inmensidad. La totalidad de la
conciencia debe vaciarse de todo su conocimiento, de sus actividades y su
virtud; no vaciarse a si misma con un propósito, para ganar, para realizar,
para ‘llegar a ser’... Ella debe permanecer vacía aunque esté funcionando en el
cotidiano mundo del pensamiento y la acción. Es desde este vacío que deben surgir el pensamiento y la acción. Pero este vacío
no abrirá la puerta. No debe haber puerta ni intento alguno de llegar. No debe
haber un centro en este vacío, porque este vacío no tiene medida; es el centro
el que mide, pesa, calcula. Este vacío(3) está
fuera del tiempo y del espacio; está más allá del pensamiento y el sentimiento.
Adviene tan silenciosamente, tan recatadamente como el amor; no tiene principio
ni fin. Está ahí, inmutable e inmensurable.
1-
‘Un
relámpago’: Es una palabra a veces empleada por K.
para designar esa experiencia o vivencia interior de “lo otro” cuando llega.
“Lo otro” o “Aquello” como también le llamaba K., es ‘la bendición de lo Desconocido’, de lo inconmensurable, de la
inmensidad innominable… El mundo de las palabras y de los símbolos no pueden
describirlo, debido a que ‘eso’ está más allá de la mente cerebral, más allá
del pensamiento. Es por este motivo que, para poder expresar algo de ese
“perfume”, K. a menudo suele volverse casi un poeta…, (especialmente en su
Diario, como queda demostrado en cada publicación…).
“El relámpago” es
una manera de expresar la forma repentina y sin aviso en que un gran destello de
Buddhi puede presentarse. A este destello luminoso
lo califica como “una bendición” y como “una fuerza impulsora”.
Este principio interior en todo ser humano está
presente en forma latente, pero despierta como “PRESENCIA” tangible en las
almas maduras, las cuales lo viven como algo cada vez más real (tal cual lo
afirma K. en este escrito).
2-
El verdadero “descubrimiento” es ver más allá de la forma, más allá de la
apariencia, y eso no lo puede hacer la actividad del pensamiento, sino solo
Buddhi (o bien Buddhi-Atma). Solo un destello de Buddhi produce el Ver, el
‘darse cuenta’, la auténtica comprensión…
3-
En el “vacío” de la mente puede expresarse la luz de Buddhi; eso que los
cristianos llaman “Cristo” en el hombre. (Pero, claro está, que la palabra
‘Cristo’ debe sacarse del contexto religioso dogmático y antropomórfico, como
suele verse. Cristo es el Buddhi universal, y en la constitución del ser humano
es el 6° principio interior, siendo el 7°: “Atma”, el Ser o Espíritu Absoluto.)
En todos los casos…, no hay que confundir el ‘entendimiento intelectual’ con
‘la experiencia directa’…
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