8-9-1961.- (Diario 1, de K.)
Las
estrellas aún pueden verse en esta bien iluminada ciudad, y hay otros sonidos
fuera del estrépito del tráfico -el arrullo de las palomas y el piar de los
gorriones-; hay otros olores además de los gases de monóxido: el olor de las hojas
del otoño y el perfume de las flores. Esta mañana temprano había unas pocas
estrellas en el cielo y nubes blanquecinas, y con ellas advino ese intenso
penetrar en la profundidad de lo desconocido. El cerebro estaba quieto, tan
quieto que podía oír el más tenue ruido, y estando quieto -y por tanto incapaz
de interferir- había un movimiento que comenzaba en ninguna parte y continuaba,
a través del cerebro, penetrando en desconocidas profundidades donde las
palabras pierden su significado. Pasaba rápidamente por el cerebro y proseguía
más allá del tiempo y del espacio. Uno no está describiendo una fantasía, un
sueño, una ilusión, sino un hecho real que tenía lugar, pero lo que tenía lugar
no es la palabra ni la descripción. Había una energía abrasadora, una vitalidad
explosiva e instantánea, y con ella advino este penetrante movimiento. Era como
un viento tremendo, acopiando potencia y furia a medida que pasaba embistiendo,
destruyendo, purificando, dejando un inmenso vacío. Había una completa y lúcida
percepción de la cosa total, y una gran fuerza y belleza; no la fuerza y la
belleza que son fabricadas, sino las de algo que era completamente puro e
incorruptible. Ello duró, por el reloj, diez minutos, pero fue algo
incalculable. El sol surgió en medio de una gloria de nubes fantásticamente
vivas y profundas en su color. El estrépito de la ciudad aún no había comenzado
y las palomas y gorriones estaban fuera…
Qué
curiosamente superficial es el cerebro… Por sutil y profundo que sea el
pensamiento(1), nace no obstante de
la superficialidad. El pensamiento está atado al tiempo y el tiempo es
mezquino; esta mezquindad es la que pervierte el «ver». El ver(2)
es siempre instantáneo, como el ‘comprender’, y el cerebro, que es un producto
del tiempo, impide el ver y lo pervierte. Tiempo y pensamiento son
inseparables; si se pone fin a uno se le pone fin al otro. El pensamiento no
puede ser destruido por la voluntad, porque la voluntad es pensamiento en
acción. El pensamiento es una cosa y el centro desde el cual proviene el
pensamiento, es otra. El pensamiento es la palabra y la palabra es la
acumulación de la memoria, de la experiencia. Sin la palabra, ¿existe el
pensamiento? Hay un movimiento que no es la palabra y que no pertenece al
pensamiento; puede ser descrito por el pensamiento pero no es el pensamiento.
Este movimiento adviene mando el cerebro está quieto pero activo (alerta), y el pensamiento
jamás puede buscarlo y encontrarlo.
El
pensamiento es memoria, y la memoria es una acumulación de respuestas; por lo tanto,
el pensamiento está siempre condicionado por mucho que pueda imaginar que es
libre. El pensar es mecánico, está amarrado al centro de su propio
conocimiento. La distancia que abarca el pensar depende del conocimiento, y el
conocimiento es siempre el residuo del ayer, del movimiento que ya no existe.
El pensamiento puede proyectarse hacia el futuro pero está sujeto al pasado. El
pensamiento construye su propia cárcel y vive en ella, tanto si está en el
futuro como en el pasado, sea una cárcel dorada o una cárcel ordinaria. El
pensamiento jamás puede estar quieto, porque su misma naturaleza es la
inquietud, siempre embistiendo, siempre aislándose. La maquinaria del pensar
está en permanente movimiento, ruidosa o silenciosamente, en la superficie o en
lo recóndito. No puede acabar consigo misma. El pensamiento puede refinarse,
puede controlar sus divagaciones; puede escoger su propia dirección y adaptarse
al medio.
El
pensamiento no puede ir más allá de sí mismo; puede funcionar en campos
estrechos o amplios pero siempre estará dentro de las limitaciones de la
memoria, y la memoria es siempre limitada. La memoria debe morir
psicológicamente, internamente, y funcionar tan sólo en lo externo (es decir, cumplir con una
función práctica). Internamente debe haber muerte y externamente
sensibilidad a cada reto y respuesta. Cuando el pensamiento se ocupa de lo
interno, impide la acción(3).
1-
El
pensamiento: Cuando K. habla del ‘pensamiento’ casi
siempre se refiere a la respuesta mecánica de la memoria. Es decir que el
pensamiento es para K. la actividad del cerebro condicionado por los archivos
de la memoria, es decir que no existe “creación” verdadera en el pensamiento
sino tan solo respuestas y expresiones de ‘lo conocido’. El pensamiento es
mecánico y repetitivo en la gran mayoría de las personas.
Puede, sin embargo existir un “pensamiento creador”,
luminoso y original, que no sea repetición y mecanicidad, y este fluye cuando
Buddhi (la Inteligencia Total) hace impacto en un cerebro quieto, es decir, en
una mente vacía y silenciosa…
2-
El
“ver” verdadero es Buddhi en actividad en la conciencia.
3-
‘La
acción’ es entendida por K. como aquello que
está libre de la respuesta mecánica y reactiva de la memoria. Toda respuesta
mecánica, condicionada, no es acción sino ‘reacción’. La “acción” es un fluir
desde ‘lo desconocido’ (desde ‘La Presencia’, diría Eckhart Tolle).
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