(Del ‘Diario N°1’, de Krisnamurti)
5-09-61.-
(…)
Hay dos palomas que han hecho su nido bajo el tejado de pizarra al otro lado
del patio. La hembra entra primero y después, lentamente, con gran dignidad el
macho la sigue, y durante toda la noche permanecen allí. Esta mañana salieron
temprano, primero el macho y después la hembra; extendieron las alas,
compusieron sus plumas y se tendieron aplastándose contra el frío tejado.
Pronto, como desde ninguna parte, llegaron otras palomas, una docena de ellas;
se posaron alrededor de estas limpiándose las plumas, arrullándose, empujándose
las unas a las otras de un modo amistoso. Después, súbitamente, todas se fueron
volando excepto las primeras dos. El cielo estaba cargado de densas nubes, pero
lleno de luz en el horizonte donde había una larga veta de cielo azul…
La
meditación no tiene comienzo ni tiene fin; en ella no hay logro ni fracaso, no
hay acumulación ni renunciamiento; es un movimiento que carece de finalidad y,
por tanto, está más allá y por encima del tiempo y del espacio. Experimentar la
meditación es negarla, porque ‘el experimentador’(1) está
atado al tiempo y al espacio, a la memoria y al reconocimiento. La base
fundamental de la verdadera meditación es ese estado pasivo de lúcida
percepción que consiste en la libertad total con respecto a la autoridad y la
ambición, la envidia y el temor. La meditación no tiene sentido ni
significación alguna sin esta libertad, sin el conocimiento de uno mismo; en
tanto haya opción, no habrá conocimiento de si mismo. La opción implica
conflicto, el cual impide la comprensión de ‘lo que es’.
Perderse
en alguna fantasía, en ciertas creencias románticas, no es meditación; el
cerebro debe despojarse de todo mito, de toda ilusión y seguridad, y
enfrentarse a la realidad de que todas esas cosas son falsas. Entonces no hay distracción,
todo está dentro del movimiento de la meditación. La flor es la forma, el
perfume, el color y la belleza que constituye la totalidad de la flor. Si uno
la rompe en pedazos, de hecho o verbalmente, entonces no hay flor, sólo un
recuerdo de lo que ha sido, el cual nunca es la flor. La meditación es toda la
flor en su belleza, marchitándose y viviendo.
1-
‘El experimentador’: Es el ‘yo’, ese
centro psicológico que acumula experiencia. Tal centro no existe
verdaderamente, es decir, no es “verdadero”, sino que existe mientras hay
energía de ‘identificación’ con el tiempo, la forma y la experiencia…
No hay comentarios:
Publicar un comentario