Krishnamurti. “Diario n°1”.
Día 25 de octubre de 1961.
La
sensibilidad es por completo diferente del refinamiento; la sensibilidad es un
estado integral, el refinamiento siempre es parcial. No hay sensibilidad
parcial; o ella es el estado de la totalidad del propio ser, de la conciencia
total, o no existe en absoluto.
La
sensibilidad no es para ser acumulada poco a poco; no se la puede cultivar; no
es el resultado de la experiencia y el pensamiento, no es un estado emocional.
Tiene la cualidad de la precisión, sin la sugestión del romanticismo y de la
fantasía. Sólo quien es sensible puede enfrentarse a lo real sin escapar hacia
toda dase de confusiones, opiniones y evaluaciones. Únicamente aquel que es
sensible puede estar solo, y esta madura soledad interna es destructiva. Esta
sensibilidad está despojada de todo placer y, por tanto, tiene austeridad, no
la austeridad del deseo y la voluntad sino la del ver y comprender.
En
el refinamiento hay placer; el refinamiento está relacionado con la educación,
la cultura, el medio; su curso es interminable y es el resultado de la opción,
el conflicto y el dolor, y siempre está aquel que opta, el que se refina, el
que censura. Y así es como siempre existen el conflicto, la contradicción, el
dolor. El refinamiento lleva a aislarse, a apartarse mediante el encierre en
uno mismo, conduce a la separación que engendran el intelecto y el
conocimiento. Es una actividad egocéntrica, por iluminada que pueda estar
estética y moralmente. Hay una gran satisfacción en el proceso del
refinamiento, pero sin el júbilo de lo profundo; es superficial y mezquino, sin
mayor significación.
El
refinamiento y la sensibilidad son dos cosas diferentes: una conduce a la
muerte que aísla y la otra a la vida que no tiene fin.
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