Día 27-9-61.- (Diario N°1, de
J. Krishnamurti)
Caminando
a lo largo de la vía pavimentada que domina la basílica mayor y más abajo los
famosos escalones que llevan a la fuente (Italia), con gran cantidad
de flores selectas de variados y múltiples colores, y cruzando la atestada
plaza seguimos por una estrecha calle de dirección única [vía Margutta],
tranquila, con no demasiados automóviles; ahí, en esa calle oscuramente
iluminada, súbitamente y del modo más inesperado advino «lo otro» con tan
intensa ternura y belleza que el cuerpo y el cerebro quedaron inmóviles. Hasta
ahora y por algunos días ello no había hecho sentir su inmensa ‘presencia’;
estaba ahí vagamente, a la distancia, sólo un susurro y, no obstante, en él lo
inmenso se manifestaba sutilmente, con expectante paciencia… El pensamiento y
el habla se desvanecieron y había un júbilo peculiar acompañado de claridad.
Ello prosiguió con menor intensidad por la larga y estrecha calle hasta que el
rugir del tráfico y el atestado pavimento nos tragaron a todos.
Era
una bendición que estaba más allá de todas las imágenes y pensamientos…
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