Diario N°1 de Jiddu Krishanurti
23-09-1961.- (1°
parte)
Hacia
calor y el aire era más bien sofocante aun en los jardines; había estado así de
caluroso por mucho tiempo, lo que no era habitual. Serán agradables una buena
lluvia y un tiempo más fresco. En los jardines estaban regando el césped y, a
pesar del calor y de la falta de lluvia, el pasto se veía lustroso y
centelleante y las flores lucían espléndidas; había algunos árboles en flor,
fuera de estación porque ya pronto el invierno estaría aquí. Las palomas se
encontraban todas en la plaza eludiendo tímidamente a los niños, y algunos de
éstos las perseguían por diversión y las palomas lo sabían… El sol brillaba
rojo en un cielo apagado y denso; no había color excepto en las flores y en el
pasto. El río se mostraba opaco e indolente. La meditación a esa hora era
libertad, y era como penetrar en un mundo desconocido de belleza y quietud; un
mundo sin imagen, símbolo ni palabra, sin las ondas de la memoria. El amor era
la muerte de cada minuto y cada muerte era la renovación del amor. Éste no era
apego ni tenia raíces; florecía sin causa y era la llama que quemaba los
limites, las defensas cuidadosamente construidas por la conciencia. Era
belleza, belleza más allá del pensamiento y del sentimiento. La meditación era
júbilo y con ella advino una bendición.
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