Párrafos del Diario 1 de
Krishnamurti; día 18-09-61.
(…)
En un día caluroso la gran ciudad resultaba casi intolerable; el cielo estaba
despejado y el sol no tenía misericordia. Pero esta mañana muy temprano, cuando
Orión estaba en lo alto y sólo uno o dos automóviles pasaban junto al río, en
la terraza había quietud y meditación acompañada de una completa apertura de la
mente y el corazón rayana con la muerte…
(…)
En el parque ululaba un búho, y era un sonido grato, tan claro y tan primitivo;
iba y venia con variados intervalos, y parecía gustar de su propia voz, ya que
ningún otro replicaba.
La meditación derriba
las fronteras de la conciencia; desbarata el mecanismo del
pensamiento y del sentimiento que aquel despierta. La meditación que está
atrapada en un método, en un sistema de recompensas y promesas, mutila y somete
a la energía.
La meditación
consiste en liberar energía en abundancia, y el control, la
disciplina y la represión corrompen la pureza de esa energía. La meditación es
la llama ardiendo intensamente sin dejar cenizas. Las palabras, el sentimiento,
el pensamiento siempre dejan cenizas, y el mundo acostumbra a vivir de cenizas.
La meditación es un
riesgo porque lo destruye todo, no deja absolutamente nada, ni
siquiera el susurro de un deseo, y…
en
este vasto e insondable ‘vacío’, hay creación y amor.
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