(Del “Diario N°1”, de Krishnamurti)
Día 8-10-1961.-
Había
estado lloviendo todo el día; los caminos estaban fangosos, en el río había más
agua pardusca y la pequeña cascada estaba metiendo más bulla. Era una noche
tranquila, una invitación A las lluvias que no habían parado un momento hasta
tempranas horas de la mañana. Y súbitamente salió el sol, y hacia el oeste el
cielo estaba y lavado por la lluvia, con esas enormes nubes plenas de luz y
esplendor. Era una bella mañana, y mirando hacia el oeste, con el cielo tan
intensamente azul, desaparecieron todo pensamiento, toda emoción, y sólo existía
‘un ver desde el vacío’.
Antes
del amanecer, la meditación era una inmensa apertura en lo desconocido. Nada
puede abrir la puerta, salvo la destrucción completa de lo conocido. La
meditación es comprensión explosiva. No hay comprensión sin el conocimiento de
uno mismo; aprender acerca de sí mismo no es acumular conocimientos al
respecto; la acumulación de conocimientos impide el ‘aprender’; el aprender no
es un proceso aditivo; el aprender es de instante en instante, como lo es el
comprender. Este proceso total del aprender es la cualidad explosiva que hay en
la meditación.
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